Casi sin darnos cuenta han llegado las Fiestas de la Navidad. Para una parte de la población, cada vez menor, constituye la rememoración del nacimiento de Jesús de Nazaret, un personaje histórico que conscientemente puso en tela de juicio las injusticias sociales de su época. Para otro sector de la población, cada vez mayor, la Navidad se ha convertido en un macroevento social donde el intercambio capitalista de presentes se compatibiliza con mensajes de paz, amor y buenos deseos.
Entre ambas realidades, y cada vez más, se hallan aquellas personas que afirman que una noche buena es aquella fecha en la que ninguna persona pasa hambre, tiene un hogar y se encuentra en un espacio de seguridad. La justicia social y el bienestar para todos y todas nunca se lograrán a base de buenos deseos ni con inclinaciones ni adoraciones a bellas figuras del Paria de Belén de Judea. Entiendo que en estos tiempos de precariedad social son necesarios los mensajes positivos para sobrellevar la alienación que produce el sistema capitalista, pero en ningún caso debemos de olvidar la necesidad de aspirar a cambios que constituyan metas de justicia social.
Hablar de Navidad lleva parejo el concepto “vacaciones” que implica referenciar la vuelta o el retorno de múltiples personas que tuvieron que abandonar su Asturias, la Tierrina, por motivos personales, familiares o en aras de lograr un trabajo digno y estable. A día de hoy, la macroempresa que vertebra el transporte “público” en Asturias es ALSA. Como experimento social recomiendo que usted se siente en los bancos de la estación de Oviedo (aunque sea solamente por 15 minutos) y analice tanto la operación “llegada” como la operación “salida”: miles y miles de historias personales que vuelven a casa como el turrón, esperando recargar pilas para continuar con sus vidas tras el día 6 de enero.
En toda estación se supone que debería haber baños: además de constituir un espacio para expeler en Asturias se convierten en lugares anónimos de intercambio de necesidades humanas.
En toda estación se supone que debería haber baños: además de constituir un espacio para expeler en Asturias se convierten en lugares anónimos de intercambio de necesidades humanas. Dando continuidad a ideas reflejadas en anteriores artículos me gustaría reflexionar acerca de los guetos arcoíris, denunciados ampliamente por artivistas como Shangay Lily y Paco Vidarte. Podríamos definirlos como espacios “de seguridad” donde una parte (normativizada) de las personas LGTBI comparten espacios de ocio, disfrute e intercambio. Reconociendo la falta de normalización social del colectivo, es necesario denunciar la falta de referentes sociales LGTBI en las alas geográficas de Asturias: las zonas rurbanas más conservadoras (la mayoría de ellas) y la hipocresía social de nuestra comunidad provoca que muchas personas LGTBI huyan a las ciudades de Oviedo y Gijón como espacios de “desarrollo” y “libertad” de su identidad sexual.
Con la llegada de los 18 años, y para muchos la vida en la “ciudad”, el gaypitalismo presencial y virtual invade los modos y costumbres de muchas personas que deben ser categorizadas como las víctimas de un sexilio que a día de hoy nadie se ha atrevido a transformar. La precariedad laboral, la falta de visibilidad y la reproducción de modelos comportamentales neoliberales convierten las necesidades afectivas y sexuales en nicho de mercado interesante para determinados empresarios y empresarias de la región: desde bares de ambiente, pasando por las saunas o hasta alquileres de habitaciones por horas. Las diferencias de clase social se evidencian hasta en la clandestinidad de aquellos maricas que no disponen de un modo de vida burgués para ser discretas: en contraposición a esta realidad nos encontraríamos a aquellas personas que pueden permitirse comprar el silencio de competidores, de superiores o de jerarquías de poder en las que se encuentran.
A la hora de escribir el texto he entrecomillado cuatro palabras: seguridad, desarrollo, libertad y ciudad. Estos espacios no ofrecen ni seguridad, ni desarrollo, ni libertad: constituyen lugares de mercado en los que una persona compra la supuesta “tranquilidad” con la entrada que paga o el gasto que puede hacer. También podríamos hablar de las condiciones de salubridad, el consumo de drogas o el aumento considerable de la prostitución permitida (a todo esto, ¿a quién le importa esta realidad?). Y en este marco, tener “líos” o relaciones sexuales en baños públicos constituye la máxima expresión de la precariedad, de la vuelta a la pedrada, optando por la clandestinidad generada tras desertar el espacio público y el activismo en las ágoras urbanas y rurales.
En este marco, tener “líos” o relaciones sexuales en baños públicos constituye la máxima expresión de la precariedad, de la vuelta a la pedrada, optando por la clandestinidad generada tras desertar el espacio público y el activismo en las ágoras urbanas y rurales.
Queramos o no este año se acaba. Todas las personas cometemos incoherencias respecto a nuestra identidad social y comunitaria, yo el primero, pero eso no excluye que podamos identificarlas y denunciarlas, construyendo alternativas más sostenibles, solidarias y respetuosas para todas. Es hora de abandonar los guetos y las pedradas, aspirando a la transformación real y construyendo nuevos paradigmas basados en el apoyo mutuo y honesto.
Para acabar me gustaría citar a Carlos Osma en “Solo un Jesús marica puede salvarnos”: “Los últimos son los primeros en visibilizar que es necesario hacer saltar por los aires el patriarcado (y el gaypitalismo, RT). Y esas últimas que se niegan, o que no pueden, ser domesticadas por los machos, son las primeras en hacerles un jaque. En advertirles que su voluntad es acabar con sus privilegios, para redistribuirlos entre todas. Cuando una subvierte el rol de macho, con sus manos, su voz, su deseo… con toda ella; el mundo que anhelamos está más cerca. Este mundo donde el trans y el cisgénero pacerán juntos, los homosexuales se alimentarán de justicia y en el que las imposiciones de género morderán el polvo (…) si algunos hombres gais prefieren arrastrarse como gusanos ¡allá ellos! Los maricones, los últimos, estamos aquí para otra cosa. Lo nuestro es lo humano, la igualdad y el respeto de la diferencia. Lo nuestro es una gran fiesta, un banquete de boda queer interminable, donde todo el mundo está invitado. Y las masculinidades que quieren defender sus privilegios y se consideran demasiado buenas para asistir ¡qué ardan en el infierno!”.
Bienvenidos/as al banquete del apoyo mutuo, eso sí, ni amo, ni Dios, ni marido, ni partido. Mis mejores deseos para el 2023 para todos/as, especialmente a los parias de la tierra como yo.