Como un soberbio vigilante del aire, el Refugio Parador de Brañagallones se reabre al viajero en el entorno maravilloso de la Vega del mismo nombre. Una pradera situada en el macizo montañoso del Parque de Redes, donde también se concentran varias cabañas de ganaderos que conforman un enclave único. Quien sueñe con un paisaje silencioso, inmenso, donde parezca que nadie ha estado antes… ha encontrado su destino.
El edificio se construyó en los años sesenta como refugio para cazadores. Posteriormente y después de una remodelación se convirtió en un hotel de lujo de gestión privada, sin mucho éxito. Debido a la escasa demanda cerró sus puertas en 2007. El Principado, como dueño de las instalaciones, ha tenido que esperar hasta la rescisión del contrato para volver a disponer de él. En la actualidad, el Refugio Parador de Brañagallones reabre sus puertas, gestionado esta vez por la Federación de Montaña, Escalada y Senderismo del Principado de Asturias con un concepto totalmente diferente: «Está abierto para disfrute de todos».
El antiguo hotel de veinte plazas se ha convertido en un refugio para cuarenta y una personas a precios muy asequibles (federados 10€ y no federados 16€), con unas instalaciones que lo sitúan entre los mejores de España.
Desde que abrió sus puertas en el mes de septiembre, la respuesta ha sido excelente: «Tenemos ocupación total todos los fines de semana hasta finales de noviembre. Aunque durante la semana la afluencia disminuye, lo mejor es hacer una reserva para venir con todas las garantías», comenta José Manuel Prado, guarda de Brañagallones. Personalmente, José Manuel también ha visto cumplido uno de sus sueños con la apertura de este espacio: «Llevo desde 1988 con la mirada puesta en este refugio. Me presenté a todas las convocatorias a concurso público que salieron, llamaba a las consejerías para ver cómo estaba el tema, a los alcaldes de la zona, y en cuando me enteré de que concedían la gestión a la Federación de Montaña me puse en contacto con su presidente, Juan Rionda. Así descubrí que la Federación por un lado y yo por otro, habíamos luchado en el tiempo por lo mismo y sin conocernos».
El Refugio de Brañagallones vuelve a abrir sus puertas gestionado ahora por la FEMPA.
El nuevo guarda del refugio siempre ha vivido en el medio rural, es un apasionado de la montaña, y está totalmente implicado en este proyecto. «Vivir en esta vega es como estar en otra dimensión», comenta emocionado. «Aquí estás en medio de la nada, del mundo, de la naturaleza… Se respira paz, tranquilidad y buenas vibraciones: es un privilegio». Pronto empezarán a caer las primeras nieves y el entorno cambiará. «La Federación quiere mantener Brañagallones abierto todo el año y para mí va a ser un reto personal pasar el invierno aquí. Quiero experimentar esa sensación, será duro pero me atrae. Ya me han advertido de que nieva mucho, y que los carámbanos llegan del tejado al suelo, pero tenemos buenas instalaciones y buena comunicación: teléfono satélite y una emisora conectada con el 112 para casos de emergencia».
Proyectos en marcha hay muchos, aunque han tenido que esperar debido a la avalancha inesperada de visitantes desde la apertura del refugio. Se está elaborando una programación de actividades que va desde cursos medioambientales y culturales, talleres de fotografía de naturaleza, observación de estrellas, avistamiento de aves o una escuela de iniciación a la montaña para niños y jóvenes, entre otras cosas. «Tenemos que encontrar tiempo para centrarnos y organizar bien las cosas. Queremos ofrecer un servicio de calidad, también con la intención de dinamizar un poco la zona. Trabajaremos para que éste sea un lugar de todos y un referente para el Parque de Redes», concluye Prado.
Si José Manuel es el alma mater del refugio -formaliza las admisiones, reparte literas, organiza turnos, informa sobre posibles rutas o ascensiones-, no menos importante es la cocina ‘de altura’ que aquí se hace -comidas, bocadillos y tapas-. Esto corre por cuenta de Carmela, la súpercocinera de Brañagallones: sus fabes, albóndigas y cremas de verduras calentitas dejan a uno sin palabras. Al igual que José Manuel, es una enamorada de la naturaleza y amante de los retos.
El tercer miembro de este equipo es Xana, una cachorra de mastín recuperada de un contenedor. Llegó llegó aquí desde Navarrra el mismo día en que Brañagallones abrió sus puertas, y se ha adaptado perfectamente a su nuevo hogar.
Al refugio se acerca todo tipo de público: senderistas, escaladores, turistas o familias, que quieren conocer el entorno personalmente atraídos por la reciente inauguración. Así lo que era una propuesta elitista se ha convertido en un espacio para todo el mundo, donde se pueden realizar un sinfín de actividades. La manera de llegar hasta el refugio es caminando por una pista desde el pueblo de Bezanes (dos horas y media), en bicicleta de montaña o en taxi 4×4 (de seis u ocho plazas). También es posible subir por una ruta de montaña, descender después hasta la pradera para quedarse en el refugio, y luego bajar a pie o en taxi.