Acudir a la presentación de tu libro para que no se hable de él, sino de tu condición de escritora, en femenino. O que te presenten como ‘la poeta más guapa de la ciudad’. Son anécdotas que salen a relucir en Se dice poeta, un documental que plantea las muchas implicaciones de ser mujer en el mundo literario.
A mediados de 2012 la empresa BIC lanzó un nuevo producto (es de suponer que tras un complejo proceso de I+D): BIC for her, un bolígrafo especialmente diseñado para mujeres, en colores pastel y con una carcasa más delgada para ajustarse a la delicadeza de la mano femenina. El bolígrafo, evidentemente, duró poco, y hoy queda como referencia para la portada de Se dice poeta, una mirada de género al panorama poético contemporáneo dirigida por Sofía Castañón (Gijón, 1983).
-El planteamiento original fue pensar que una propuesta de género no tenía sentido en una generación como la tuya.
-Es algo que está en la educación de los nacidos a partir de la transición. Creíamos que había muchas cosas superadas, quizá no en otros países pero desde luego aquí se había alcanzado la igualdad prácticamente en todo, especialmente en el mundo de la cultura. Sin embargo yo iba viendo cosas que no encajaban del todo en esa idea, y empecé a pensar que quizá no era algo aislado, sino un síntoma conjunto mucho más claro. De esa duda surge el proyecto de hacer una película documental poniendo en común todas esas preguntas con otras compañeras de generación, veintiún poetas que son las protagonistas, y también con otra serie de personas relacionadas de manera contextual con el ámbito poético.
-Es una pregunta obligada: ¿por qué se dice poeta?
-Personalmente, y ésa es la visión general del documental, prefiero poeta, que es una palabra de género neutro. Nadie dice atletisa o periodistisa, es crear un sesgo innecesario. El término poetisa se consolida en el XVIII, y lo recoge el diccionario de autoridades como un término peyorativo. De hecho, a Rosalía de Castro sus contemporáneos la llamaban poeta y no poetisa, que es algo que se asocia a lo cursi, a lo flojo desde el punto literario.
En cualquier caso, la frase no es imperativa, sino más bien enunciativa. En mi propia experiencia, y en la de muchas compañeras, una pregunta clásica es ¿prefieres poeta o poetisa? Pero un poeta varón no tiene que perder el tiempo con esa pregunta, no tiene que explicar por qué está ahí. Especificar poeta o poetisa es recordar tu condición de mujer, que es innegociable, igual que ser hija de mis padres y no tengo que estar precisándolo continuamente.
«Especificar poeta o poetisa es recordar tu condición de mujer, que es innegociable, igual que ser hija de mis padres y no tengo que estar precisándolo continuamente»
-¿Te has llevado alguna sorpresa al hacer este documental?
-La sorpresa es positiva, porque visibiliza. Lo peligroso son esas rutinas asumidas, dinámicas que uno no se plantea porque parecen normales. Vivimos en un sistema patriarcal, y está claro que en la poesía ocurre lo mismo que en otros ámbitos. Yo hablo de este terreno porque es el que conozco, si fuera abogada hubiera tratado del mundo del derecho y probablemente llegaría a las mismas conclusiones. Pero se piensa que la cultura va en la vanguardia y ni por asomo, sólo hay que ver la Real Academia Española, cómo está en cuestiones de género.
-Se supone que la poesía es ese espacio de libertad donde plantearse las cosas de una manera más profunda. ¿Y ocurre lo mismo que en otros ámbitos?
-La poesía sí es un espacio donde romper esos mecanismos que hemos adquirido con el lenguaje, y que si los reflexionamos igual no nos parecen bien. Es ese espacio para enfrentarse a lo que una realmente quiere decir, no sólo con libertad sino también con compromiso. Otra cosa es la difusión, el mercado, la institucionalización que está alrededor de la poesía pero que no es la poesía en sí.
-Poca presencia de las poetas en suplementos culturales, en jurados literarios, en listas de libros recomendados. Sin embargo, existe ahora mismo una larga lista de mujeres poetas, que probablemente no obtienen toda la visibilidad que deberían. ¿Es éste un momento de cambio?
-Yo quiero pensar que sí, y me imagino que en todas las épocas habrá habido gente sintiendo lo mismo. El momento de inflexión siempre está ahí, siempre se puede hacer algo.
Respecto a la visibilidad, es un arma de doble filo. Es cierto que ha habido iniciativas desde los feminismos de los años 70, como hacer una antología poética como respuesta a que en las que hay no aparece ninguna autora. Y es una manera de compensar, porque además es duro descubrir que han silenciado voces y te faltan referentes. Lo que pasa es que también hay un mercado que puede usar esa visibilización como una moda. Es curioso por ejemplo que en una antología de poetas mujeres siempre se incluyen las fotos de las autoras, cosa que no ocurre con otras recopilaciones donde la mayoría absoluta son hombres. Hay una serie de cosas vinculadas a la mercadotecnia que te generan contradicciones cuando te enfrentas a ellas, así que al final tienes que ir viendo cada caso concreto. En cualquier caso, a día de hoy no ha ocurrido que se haga una antología de poesía contemporánea que no incluya un solo hombre, cuando al revés se está haciendo todo el tiempo.
-La intención de este documental era plantear preguntas. En todo el proceso, ¿te han ido cambiando las respuestas?
-He encontrado respuestas, he cambiado algunas que ya tenía, y he encontrado nuevas preguntas. Pero me ha permitido asentar determinadas ideas, confirmar una impresión que no sabía si era sólo cosa mía, y es algo que me parece muy importante dentro de un proceso de aprendizaje, construir una base sólida que te permita ver otras cosas. Una vez que ya tienes una idea clara de que existe una opresión, por mucho que la palabra parezca tremenda, es un camino que no tiene vuelta atrás.