En este caso existe una leyenda toponímica. Se decía que un cuélebre de gran tamaño vivía en La Brueba, en un peñasco, enroscado, conocido como La Peña’l Cuélebre.
La gente del lugar tenía que aplacarle ofreciéndole una hogaza de pan. Se acercaban a la peña y le gritaban: “¡Pan doy, pan doy!” y el monstruo respondía: “¡Pan vello, pan vello!”, quedaron así los nombres de los pueblos próximos de Pandu y Bellu.
Para librarse de él le dieron de comer una rueda de hierro ardiendo. Al tragársela el reptil reventó por dentro, pero se arrastró moribundo y dando grandes silbidos, dando nombre al pueblo de Silviella, llegó al actual Ponte Samartín donde lo remataron, “le dieron samartín”. Las marcas en el terreno dejadas por el descomunal cuélebre son en realidad los restos de la minería aurífera de los romanos, surcos a los cuales ya se refería Pascual Madoz en 1846.
Otra referencia toponímico/legendaria que guarda relación con otro cuélebre es Treceures, en el límite con Quirós. Aquí un centurión romano se encuentra con un cuélebre, lucha con él y consigue cortarlo en dos con su espada. Pasan trece días desde el combate y al volver a pasar por el lugar los dos pedazos todavía se mueven, ante lo cual el centurión sorprendido dice: “¿Trece y dures?”, dando nombre al lugar.
Gracias, Berto, por todo el trabajo de recopilación que tienes y por compartirlo aquí, además con esas ilustraciones tuyas que son únicas. Esta leyenda del cuélebre de la Brueba no la conocía; es muy buena, me encantó.