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viernes 22, noviembre 2024

El monstruo del Llagu Enol

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Se trata de un híbrido que podemos incluir en las llamadas ‘Fieras de cordel’. Este tipo de monstruos, compuestos de retales de animales y partes del ser humano, llegó a ser muy popular a finales del siglo XIX.
Muchos de ellos se dibujaban e imprimían junto a algunas coplas populares al respecto, que después músicos ciegos ambulantes, vendían en ferias y mercados, al son del violín o de la zanfoña, mientras cantaban o recitaban estos prodigios. Muchas veces los lugares donde se situaban estos monstruos eran sitios lejanos que para los oyentes estaban rodeados de magia y misterio: las Américas, el Africa negra, Marruecos, el Río de la Plata, etc. La particularidad del monstruo del que hoy hablamos es que sus andanzas y captura se sitúan en el Llagu Enol, en plena montaña de Cuadonga.
Al mismo tiempo que los ciegos difundían coplas sobre monstruos fabulosos también cantaban romances antiguos, (Gerineldo, don Bueso, el Rey don Rodrigo, etc.) de actualidad (La muerte del general Prim) o asesinatos y crímenes horrendos: El sacauntos de Allariz en Ourense basado en el caso de Manuel Blanco Romasanta (1852), el sacauntos de Uviéu o José de la Iglesia, de las Urdes, el descuartizador de Plasencia (Cáceres).
Entre los otros monstruos de cordel encontramos a la Fiera de Oporto que llegó a imprimirse en algunas rotativas gallegas de Ourense, la Serpiente voladora, el monstruo de Lisboa que presuntamente había surgido del mar y realizado sus carnicerías por tierras portuguesas de Tras os Montes hacia 1622, la Fiera del Espinar, la Fiera Maltrana, la Harpía Americana, aparecida en el Río de la Plata, etc.
Entre los monstruos encontrados en las coplas asturianas de ciegos podemos citar a la Fiera Corrupia o Currupecia, que aunque el ejemplar impreso aparecía en castellano, también circulaban versiones en lengua asturiana. En el caso del monstruo del Llagu Enol se adjuntaba un dibujo que coincidía con otra fiera de cordel: La Galupa, acosada según contaba la copla por un pelotón de soldados, o el Monstruo de la Laguna de Tagua (Chile) presuntamente aparecido en 1784. Era frecuente que las imprentas utilizasen a veces el mismo grabado de mayor o menor calidad para ilustrar la copla de cordel. El texto que acompaña al Monstruo del Llagu Enol está escrito en prosa, no es una versificación como viene siendo habitual y forma parte de una lámina o grabado. Por lo general las coplas de ciego eran de menor tamaño y adoptaban el formato de díptico.
El fantástico e ingenuo texto dice así: “El horrible monstruo que aquí se ve dibuxado apareció a principios de este año de 1784 en la Laguna de Enol, en una hazienda perteneciente a Don Próspero Remis Corao, en Onís. Salía de noche para haer sus presas en el ganado bacuno y de cerda, que iba a beber a dicha laguna, por lo que se dispuso apostar cien hombres con todo género de armas, con mucho silencio, los que lograron cogerle vivo y llevarlo a poder del señor alcalde, que dispone remitirlo a Oviedo. El largo de su cuerpo es de tres varas y media, tiene dos colas, de las quales la superior es mucho más larga y mui suelta y llena de coiunturas, por lo que la juega con ligereza y le sirve como de mano para afianzar las presas que haze, las que mata con la otra cola que parece a la de una serpiente. Su rostro, de la naris arriba es algo parecida al de mono. La boca es del ancho de la cara y los dientes de un xesme de largo. Tiene en la cabeza una melena a manera de persona humana, pero tan larga que se le enreda en los pies. Las orejas son de tres cuartas de largo y a modo de las de asno y sobre ellas tiene dos hastas de vara y media de largo como si fueran torneadas. Todo el cuerpo le tiene cubierto de escamas y acia el medio de él dos alas como de murciélago. Las piernas son de cerca de una quarta y las uñas una tercia de largo. Conforme a las mejores noticias que se han podido adquirir”.
Si bien, a día de hoy, tanto la narración como el grabado que la acompaña mueven a la sonrisa, no debe extrañarnos, no menos ingenuas son algunas noticias de fenómenos paranormales, ovnis, apariciones fantasmales y un largo etc. que en la actualidad desfilan a veces por prensa o televisión, quizás tenga que ver en ello el ansia del ser humano de creer en lo fantástico o lo mágico para evadirse de la realidad cotidiana y del tedio, ideando seres que motivan atracción y respulsión a partes iguales.
El caso de esas “Fieras de Cordel” supuso, en su momento, una suerte de fenómeno social muy popular tanto en Europa como en el llamado Nuevo Mundo, quizás herederas de los antiguos bestiarios fantásticos medievales aunque con un trasfondo mucho más simplista. No sería justo pensar que estas historias embaucaban solamente a gentes sencillas “con escasa preparación cultural” como suele decirse en algunos sectores de presunta erudición. Este tipo de prodigios también fue recogido y publicado por los científicos de la época. Uno de los ejemplos más claros lo tenemos en Ambroise Paré (1509-1590) cirujano y médico de varios reyes, que en el 1575 editó en París su libro “De monstruos y prodigios” no como un estudio etnográfico social o antropológico, sino dándoles carta de naturaleza real. Y aunque fue criticado por algunos de sus colegas científicos muchos de ellos negaban los monstruos europeos a los que se refería, pero llegaban a admitir aquellos animales monstruosos o extraños del Nuevo Mundo y de África (junto a los misteriosos Orobón del Mar Rojo, el Caracol gigante del Mar Sarmático o el Aloés del Mar de la isla Española, también figuraban animales que hoy conocemos y no nos producen asombro como el tucán, la jirafa, los cocodrilos, el rinoceronte, etc.) y es que estos lugares remotos y desconocidos se constituían en los últimos reductos de lo misterioso.

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