Me sabes a ganas,
apuntas directamente a mis entrañas
con tan sólo una mirada,
y huyo de mis fantasmas
si a tus dedos
les da por perderse entre mis piernas.
Deshaces cada nudo de mi tripa
con tus labios ejerciendo de pincel
por el lienzo de mi cuerpo,
creando una perfecta obra de arte,
y accedes por la puerta principal
directa hacia mis secretos más profundos.
La perdición lleva tu nombre,
la locura nace de tus párpados cerrados
mientras me arañas la espalda,
y se vuelve tortura cada segundo
en el que no me besas…
No hay otra opción posible
más que la de dejarse llevar
entre sábanas hambrientas de sudor
y una almohada dispuesta a sostenernos
mientras nos invade el ansia,
el deseo, el placer…
«Me pierdes», te dije..
Y, al instante, una sonrisa de tu boca me respondió
«no, pequeña, acabo de encontrarte».
Y justo en ese segundo,
todos mis miedos
desaparecieron…