Más de tres cuartas partes de las actividades humanas están relacionadas con la energía, bien con su consumo, bien con su transformación.
En cualquiera de sus manifestaciones la energía está presente en todos los momentos del día, y de forma desigual según en qué lugar del planeta nos ubiquemos, por eso la conciencia sobre su buen uso y su racionalización debe ser una prioridad. Y así está sucediendo por un abanico de razones, que han ido cambiando notablemente en los últimos años debido a la situación socioeconómica. Es decir, si bien hace unos años crecía la necesidad de proyectar una visión «verde» del consumo, estrechamente relacionada con la conservación del medio ambiente, la reducción de las emisiones de gases a la atmósfera y basada en el concepto sostenibilidad, hoy para la mayoría de consumidores la palabra «ahorro» sin más se pone al principio de la lista. La crisis económica ha reorganizado las prioridades. Los ingresos tienden a la baja a la vez que el precio de la energía tiende al alza, y aunque la conciencia del cuidado ecológico ha enraizado con solidez, la necesidad de reducir la factura fuerza el cambio de costumbres. Hasta el consumidor más reacio comprende la necesidad de apagar las luces al salir de una habitación, y la mayoría busca en algún momento elementos «eficientes» que de una manera u otra le ayuden a ahorrar: desde una bombilla de consumo menor hasta un electrodoméstico de clase energética elevada. Sólo el consumo fantasma de hogares y centros de trabajo (los famosos stand-by de los aparatos electrónicos) suponen el 10% del consumo energético del país.
Esto sucede en un escenario en plena transformación. El mercado en los últimos años ha ido creciendo en oferta de servicios y productos que obligan al consumidor a una actualización permanente, y no siempre es un campo sencillo de entender. No hay una solución única para cada usuario, por eso es necesario implicarse en la búsqueda de la eficiencia. A esto hay que sumar la contratación del suministro, eligiendo la tarifa que mejor se adapta a lo que necesitemos. Y el último peldaño: comprender la factura final, salpicada en demasiadas ocasiones de regulaciones ininteligibles. No es de extrañar que el usuario tenga la impresión de que para comprender todo lo que engloba su relación con la energía que consume y la forma de hacerlo de manera eficiente, hay que convertirse en un experto. Ahí justamente cobra importancia la labor de instituciones que, como hace en Asturias la FAEN, realizan numerosas actividades relacionadas con la divulgación, tratando de «traducir» el mundo de la energía y hacerlo accesible a los pequeños consumidores.
A un nivel mayor, los expertos en temas energéticos insisten en que hay que comprender que la energía es cara, que obtenerla resulta muy costoso y que todo lo que se pueda hacer para racionalizar el gasto es bueno para todos, porque nos hace más competitivos en un gran escenario. Se comprende mejor si sabemos que España, al no tener apenas fuentes energéticas propias, es altamente dependiente del exterior y un gran comprador de energía: más del 80% de la energía que consumimos es importada. Por tanto, cualquier ahorro, a nivel individual o industrial, es positivo y necesario.
En este contexto, Asturias en los últimos años ha recorrido un camino importante en lo referente a implantación de energías renovables. Lo que a finales del siglo pasado parecía fuera de nuestro alcance, hoy se traduce en un paso de gigante en el asentamiento de nuevas posibilidades energéticas. En concreto, hay instalados más de 500 MW en parques eólicos, más de 800 MW en centrales hidráulicas, además del creciente aprovechamiento de las posibilidades de la biomasa, que está generando en torno a sí un volumen de negocio de grandes posibilidades en el futuro cercano; o el biogás, que comienza su desarrollo en nuestra comunidad. También hay opciones por desarrollar, como la que implica captar la energía generada por las olas y la eólica marina, con un potencial nada desdeñable. Asturias debe moverse inteligentemente para aprovechar sus opciones, consciente de las posibilidades locales dentro de un gran mercado global.