Jesús Grana es uno de los muchos pescadores locales que han crecido a la vera del río y ya no saben vivir sin él. Su padre le enseñó a pescar y con tres años ya tenía su primera licencia. Su hija Mara, de seis años, ya sabe lo que es coger su primera trucha.
Grana es natural de Salas, pero desde hace años vive en Belmonte. En realidad, pasó de vivir en una orilla del Puente Lanio para más tarde estar en la margen opuesta. El río, junto al que ha crecido, forma parte de su vida y aunque no dispone de mucho tiempo para practicar su mayor afición, no renuncia a ella.
«Apenas tenía tres o cuatro años y ya iba con mi padre a pescar. Si no me llevaba cogía una perreta tremenda. Ahora tengo cuarenta años, así que ya llevo unos cuantos en esto».
La captura que recordará siempre fue su primera pesca, tenía tan solo trece años y ese día regresó de la zona de Barzaniellas con un salmón de cinco kilos y medio, henchido de orgullo. Su padre, que había ido a pescar a otra zona, no cabía en sí de alegría, «cuando fui al precinto sólo se oía ‘este lo pescó el guaje’ y eso lo recuerdas toda la vida».
-¿Qué condiciones tiene el concejo de Belmonte para la pesca?
-Muy buenas, aparte de tener el río Pigueña que es un buen río truchero, el Narcea en esta zona tiene algunos de los mejores cotos de pesca: Puente Lanio, Barzaniella, la Llonga, Juan Castaño… son pozos míticos. La zona de Puente Lanio es fantástica. El coto se ha liberado y es una zona con muy buenos accesos, ideal para gente mayor o para personas con algún tipo de minusvalías que les impidan ir a otras zonas. Aquí se puede pescar desde el propio puente.
-¿Qué posibilidades ofrece para el turismo de pesca?
-Con la nueva normativa fluvial la cuestión de la pesca está bastante limitada y los pescadores se concentran en las llamadas ‘zonas libres’. Para las personas que vienen de fuera de Asturias a pasar un fin de semana y pescar, lo mejor es reservar un coto porque no supone tanto desembolso y de esta forma se aseguran el contar con un trozo de río habilitado para ellos. Incluso pueden contratar los servicios de algún ganchero, que aún quedan algunos en activo.
«Si no buscamos soluciones, no sé cómo estarán los ríos cuando mi hija tenga edad para ir a pescar sola»
-¿Existe una cultura del río?
-Sí, la pesca son varias cosas, no es solo coger el pescado. Cuando se acerca el momento de que se abra la veda ya empieza a haber mucho ambiente entre los círculos de pesca. Hay que estar atento al río para saber cómo va y hablar con otros pescadores a ver si ya han visto algo. Algunos jubilados, como mi padre, se ponen un poco nerviosos cuando se acerca esta fecha. También es una época que te permite estar con gente a la que solo ves en este periodo del año, pescadores que vienen de Oviedo y de otros lugares, y que se acercan a ver cómo está el río.
-Cada vez es más difícil encontrar pesca en los ríos asturianos.
-Sí, mucha gente lo achaca a la calidad de las aguas pero yo creo que hoy día la calidad es mejor que cuando yo era crío, entonces todos los pueblos vertían sus desagües al río y aún así había muchos salmones. El problema es la plaga de cormoranes que hay. Se alimentan de las crías y las repoblaciones que hacen las asociaciones de pescadores son pasto para ellos, porque los alevines de piscifactoría no tienen miedo al pájaro. Es más, cuando ven una sombra no lo asocian con peligro, sino con que les van a dar de comer y no se escapan.
-Por lo que has comentado, en tu familia ya existe un relevo generacional.
-Tengo dos hijas, una es muy pequeña, pero la otra ya viene a pescar conmigo desde hace dos años. Tiene seis años y el año pasado cogió una trucha. Aquello fue el no va más para ella pero también para mí. La pena es que no sé cómo estarán los ríos cuando ella tenga edad para ir a pescar sola. Si no buscamos soluciones entre todos, administraciones y pescadores, puede ser un desastre.
Rubén Dos Santos y Lorena Margariño son, desde hace dos años, los responsables de sacar adelante las ‘truchas del Pigüeña’, la piscifactoría ubicada en la aldea de San Cristóbal. La pareja de emprendedores continúa así con una tradición que ya venía de antaño y que permite que en las mesas del Occidente se pueda disfrutar de un pez de calidad. En realidad, ambos provenían de otros sectores, ella era cajera en un supermercado y él se dedicaba a la construcción, pero un buen día el anterior propietario de la piscifactoría les animó a reabrirla. Ellos se atrevieron a iniciar esta aventura y dejaron atrás la rasa costera de Castrillón para instalarse en la sinuosa orografía de Belmonte. La experiencia está resultando muy satisfactoria porque entre otras cosas «ahora vivimos en un entorno privilegiado».
Rubén explica el ciclo de reproducción de la trucha, «traemos la hueva de Galicia y empezamos el proceso de cría con agua de manantial. Cuando nace pasa un tiempo en la incubadora y a partir de ahí va pasando por los distintos tanques de la piscifactoría hasta que alcanza el tamaño adecuado para la venta. En total pasan siete meses». La arco iris, la Oncorhynchus mykiss, alcanza un peso aproximado de ochenta gramos de peso cuando sale de la piscifactoría y su distribución se realiza principalmente en el suroccidente de Asturias, «esta es una zona con una cultura de trucha muy fuerte. El 70% de la producción se va para Cangas del Narcea, Pola de Allande y Tineo, y del resto gran parte se queda en Belmonte».
El matrimonio ya planea para este año aumentar la producción en dos toneladas, hasta alcanzar las doce, tope máximo para conseguir piezas de calidad debido a las limitaciones que plantea el equipamiento. La de San Cristóbal es la piscifactoría más pequeña de Asturias, pero a cambio su ubicación junto a las aguas del Pigüeña permite que los animales se desarrollen en condiciones ideales. «El secreto de esta trucha es el agua de este río que, según los biólogos, tiene un PH perfecto para cultivar pescado. Además la piscifactoría funciona por su propio nivel y aquí no se reutiliza el agua. El resultado es una trucha natural que se alimenta de forma paulatina y siguiendo un proceso totalmente artesanal».
En ocasiones Rubén y Lorena suministran ejemplares vivos a colectivos de pescadores, que a su vez imparten talleres de aprendizaje de pesca, concursos, etc.
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