Belmonte de Miranda tiene en sus filas a un campeón de quad que ya domina el territorio asturiano y que ahora pretende conquistar otros destinos.
Jorge Álvarez tiene solo veintidós años, pero mucha experiencia al volante. Desde muy pequeño ya le gustaban las motos y era posible verlo haciendo trial con el apoyo de su padre, mecánico. Con el tiempo llegó a tener su propio quad cambiando su orientación hacia este deporte, «compré uno para andar por aquí, en Belmonte y me gustó mucho, así que me animé a comprar otro para correr. Lo fui arreglando y me decidí a competir», explica Jorge. El belmontino detalla que este deporte requiere de una fuerte preparación física que consigue a base de horas en el gimnasio, mientras que la técnica se obtiene con mucho rodaje y entrenamiento. Y para ello, se desplaza habitualmente al circuito de Nava, ya que en Asturias solo hay tres circuitos permanentes.
El pasado año, consiguió el Campeonato de Asturias tras competir en ocho pruebas, en la categoría de 400cc. y este año intentará revalidar el título. Álvarez también está saliendo a competir fuera de Asturias en pruebas como la que tuvo lugar en la localidad portuguesa de Coruche, en febrero. «Este tipo de competiciones son diferentes porque no se realizan en circuito, son raids de resistencia, estás dos horas encima del quad y recorres más de doscientos kilómetros con mucha tensión». Acaba de regresar de una prueba en Sabrosa, Portugal, y le espera un mes de abril con una agenda apretada. El día 23 comienza el Campeonato de Asturias en el circuito de Ribuli en Nava, y el 30 vuelve al país luso a seguir corriendo en el Campeonato Ibérico.
A pesar de ser el único piloto en esta modalidad que está compitiendo fuera de Asturias, Jorge no encuentra el apoyo de las administraciones, de ahí que esté buscando patrocinadores. La económica es sin duda la mayor dificultad que encuentra,»realizo mucha inversión en esto. Además de los desplazamientos tienes que pagar los circuitos, la licencia federativa, el equipamiento y luego están las averías. La última, una rotura en un amortiguador; la reparación ascendió a setecientos euros».
Donde sí encuentra total apoyo es entre su familia y sus compañeros de trabajo, empleados de la mina de oro de Boinás, «trabajo a turnos y ellos me cambian días para que pueda asistir a las pruebas, si no fuera así lo tendría muy complicado».
Como todos los deportistas que aspiran a retos superiores, el corredor ya ha comprobado los sacrificios que hay que hacer para estar al máximo nivel. De momento, la pasión por el motor es su principal gasolina.