Carmen López se ha proclamado recientemente Campeona de España de surf adaptado. Esto supone el pase directo para participar en el Mundial que se celebrará en diciembre en una playa cercana a San Francisco, EE UU.
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Nació con un glaucoma congénito que le llevó a perder la vista cuando todavía era pequeña. Aprendió a reírse de sí misma por supervivencia, cuando sus compañeros de cole empezaron a pasarse de la raya haciendo de su diferencia una discapacidad. Fueron momentos difíciles de los que casi no sale, pero que consiguió superar gracias a la ayuda de su familia, amigos y profesionales que supieron marcarle el camino a seguir. Dice que actualmente no está pasando uno de sus mejores momentos, pero a lo largo de la conversación mantiene el tipo y se ríe tanto de situaciones que le suceden con sus compañeros como de sí misma. Como toda persona que ha aprendido a salir adelante a base de esfuerzo y lucha, se impone el instinto de supervivencia.
Dice que en el agua se siente libre y que ha encontrado en Lucas, su entrenador, una parte complementaria en la que confía plenamente. En diciembre viajarán a Estados Unidos para participar en el Mundial de Surf Adaptado.
-¿Qué importancia tiene para ti afrontar las cosas con sentido del humor?
-El humor me encanta y si es negro y está bien hecho, me fascina. Muchas veces te dicen las cosas sin ninguna intención y tú enseguida saltas. Hace poco, estuvimos grabando un documental con un chico venezolano que surfea y que le falta una pierna, cuando nos metíamos en el agua él me decía: ¡qué fría está! No siento los pies. Yo siempre le preguntaba: ¿cuál de los dos? Para mí es una herramienta fundamental. En el colegio me hicieron bullying y ahí fue donde aprendí que, si tú sabes reírte de ti misma, aunque la gente intente ofenderte no lo van a lograr. Lo único que van a conseguir es hacerte reír o que le des una respuesta graciosa. Hubo momentos muy oscuros, de pasarlo muy mal y mi madre, que fue la que estuvo ahí y más tuvo que aguantar, siempre me decía que no había mejor desprecio que no dar aprecio. Y es verdad. Cuando vieron que sus palabras no me dolían y hasta les plantaba cara se quedaban sorprendidos. Para mí fue un punto de inflexión entenderlo.
“Hace poco, estuvimos grabando un documental con un chico venezolano que surfea y que le falta una pierna, cuando nos metíamos en el agua él me decía: ¡qué fría está! No siento los pies. Yo siempre le preguntaba: ¿cuál de los dos?”
-¿Cuál dirías que el rasgo fundamental de tu carácter?
-Pues no sabría decirte… Nunca me he visto desde fuera… Creo que siempre intento hacer todo lo que pueda para estar si alguien me necesita. También, y esto no sé si es un defecto o una virtud, aguanto muchísimo para evitar que la gente me vea mal. Desde el bullying del bachiller, que fue el peor de todos, cambié mi carácter considerablemente. Me afectó bastante y me volví reservada, me cerré a la gente, no demostraba tanto mis sentimientos y creo que eso ya se quedó como parte de mí. Antes era más confiada y ahora soy más cauta con lo que hago, con quien estoy y con lo que le digo a la gente. No volví a ser la misma desde los dieciséis y tengo veinticuatro. En el cole siempre tuve problemas con el tema de la vista, sobre todo a partir de los ocho. Mis compañeros de siempre comenzaron a meterse conmigo y ahí empecé a pensar que la culpa era mía, que algo debía hacer mal y con el tiempo aprendí que no. Puede que fuera cosa de ellos o de sus padres que no les dieron unos valores. Si la educación no empieza en casa tampoco puedes hacer nada en las aulas. Yo tuve que aprender desde muy pequeña a pelear contra la indiferencia, los insultos y la soledad.
-¿En algún momento llegaste a dar la batalla por perdida?
-Sí, a los dieciséis. Necesité mucha ayuda, lo quería dejar todo, llegué a tomar pastillas… Ahora no pienso en mí y en lo que pasó si no en el daño que le pude haber hecho a mi madre. Si quería cortar una manzana me lo hacía ella porque llega un momento en el que tú no te fías de ti misma y el resto, de ti, tampoco. Entras en un lugar en el que no encuentras salida por ninguna parte. Me llegaron a dar tal paliza en el instituto que estuve un mes en la cama y lo único que quería en esa temporada era no despertarme. Pero de todo se sale, sobre todo con mucha ayuda de amigos y familia sumado a la ayuda psicológica. Si no llego a tenerlos a ellos, yo no estaba aquí ahora.
“En el colegio me hicieron bullying y ahí fue donde aprendí que, si tú sabes reírte de ti mismo, aunque la gente intente ofenderte no lo van a lograr”
-Supongo que todo esto habrá fortalecido mucho el vínculo con tu madre…
-No creo que sea más fuerte a raíz de todo esto. ¡Una madre es una madre! Ella ha tenido que vivir conmigo operaciones, hospitalizaciones y de todo. Nací con un glaucoma congénito y toda la atención médica estaba en la capital, así que pidió una excedencia porque yo tenía que ir a Madrid todas las semanas. Ella tiene fibromialgia y se jubiló muy pronto con lo cual siempre estuvo a mi lado. Mi padre era el que trabajaba y no se podía tirar dos semanas conmigo en el hospital. Con él también tengo muy buena relación, pero no es lo mismo.
-¿Te consideras una persona discapacitada?
-No. Soy una persona que no ve. ¿Qué discapacidad es no ver? No considero que me incapacite para nada. ¿Por qué no puedo montar en patines, andar en bici o salir a correr con el perro? A mí siempre me han dejado hacer lo que me diera la gana, nadie me puso nunca límites por tener una discapacidad. Siempre me dijeron: los límites te los tienes que poner tú, nadie te conoce para ponértelos. ¿Quieres hacer algo? Hazlo. A mi perra le encanta que vayamos con la bici o los patines y, en verano, es la única forma que tengo para convencerla de salir poque no lleva bien el calor. Le encanta porque sabe que podemos correr, que nos tiramos por cuestas y hacemos lo que queramos. Mi madre se parte de risa y siempre me dice que un día vamos a atropellar a una señora y a ver qué le digo. Pues le diré la verdad: lo siento señora, no la he visto.
“Soy una persona que no ve. ¿Qué discapacidad es no ver? No considero que me incapacite para nada”
-¿Qué sientes en el mar que no sientes en tierra?
-Una libertad absoluta. En el agua no hay barreras de ningún tipo, puede estar quien sea, de la manera que sea y nadie te juzga por hacer lo que haces o por cómo lo haces. Fuera todo son barreras y siempre tienes la etiqueta de “la ciega” o “el de la silla de ruedas”. Cuando hago cualquier deporte, pero sobre todo en el surf, veo que no hay barreras para nadie. Creo que es el deporte más inclusivo que hay y que he conocido. Puedes ir tumbado, de pie, de rodillas, de la manera que tu cuerpo te lo permita, pero disfrutas de la ola, del mar y de todas las sensaciones. Yo voy por la playa y todo el mundo me saluda por el nombre, o me habla de las olas buenas que hay. Sin embargo, fuera la gente dice: mira, la chica ciega, el chavalín cojo o el de la silla de ruedas… ¡Por Dios! ¡Que tenemos nombre! Fuera te define tu discapacidad y dentro lo hace quién eres. Yo me siento mejor y más cómoda en el agua que en tierra. En el agua no hay barreras arquitectónicas, papeleras o señoras que se metan por el medio. Aunque haya otros surfistas, te respetan. Tú les comentas que tengan un poco de cuidado porque no ves y la única respuesta que vas a obtener es: vale, tranquila.
-¿Encuentras diferencias entre las reacciones de los adultos y las de los niños?
-En verano, suelo ir con mi entrenador a unas clases regulares y los niños lo ven natural. Les avisamos cuando estamos en la orilla y dicen: ¡vale, pues la ayudamos! Los niños tienen una capacidad de aceptación que no tienen los adultos. Luego llegan estos y lo estropean todo porque les dicen que no pregunten, que callen, que no miren. El otro día una niña quería preguntarme por la perra y la madre no le dejaba. Yo me acerqué y le expliqué que la perra llevaba arnés porque era mí guía. Fue una conversación de lo más normal y al final la madre me dio las gracias porque lo que le daba miedo era que yo me ofendiese o me enfadase por algo. Luego hay otros padres que sí se lo explican y no pasa nada. Yo voy a dar charlas a coles y los niños preguntan cosas que a lo mejor delante de los padres no se atreven, pero siempre les digo que me pregunten lo que quieran porque no hay preguntas tontas.
“Los niños tienen una capacidad de aceptación que no tienen los adultos”
-¿Es posible una manera de mirar la vida o a las personas sin prejuicios?
-La discapacidad ha existido siempre, lo que pasa es que ha vivido unos procesos de transición hacia la normalidad. Antes, a los discapacitados, se les mataba o se les encerraba y en las instituciones había un rollo súper paternalista. También estaba quien los metía en casa y no los sacaba a la calle porque no sabía lo que iban a decir sus vecinos. Más tarde se les empezó a sacar, pero a centros distintos, después a otros que los aceptaban con los otros niños que eran normales. Y ahora se habla de integración, pero no estamos en una inclusión real. En los colegios, los niños no tienen quien les cubra sus necesidades, no se puede ir a un ayuntamiento porque hay escaleras o no te dejan entrar en una tienda porque vas con perro guía. Yo hago la compra, cocino, voy al gimnasio o a equitación y muchas veces tengo que enfrentar batallas personales en la calle. Hace poco entré en la panadería y una señora me preguntó si no podía ir más tarde porque el perro le molestaba. “También a mí me molesta su comentario y me tengo que aguantar”, le dije. Reconozco que soy una persona muy despistada, voy corriendo a todas partes y normalmente suelo llegar tarde o muy justa. Un día llevaba a la perra con correa e íbamos las dos a paso ligero. De pronto nos para una señora y me dice: “qué alegría que te hayas curado”. Me quedé parada porque no fichaba a qué se refería, y después ya lo entendí. Me vio corriendo, con el perro sin arnés y pensó que ya veía. Yo pensé “lo mío no se cura señora, pero lo suyo tampoco”.
-Lucas es tu entrenador, ¿podrías decir que confías plenamente en él?
-Cuando una persona con cualquier discapacidad, pero sobre todo visual, tiene que compartir tanto como cuando haces un deporte en un medio en el que no controlas, tienes que confiar mucho en la persona con la que estás. Desarrollas un vínculo más allá de lo que es una relación de deportista-entrenador. Nosotros llevamos desde el 2018 entrenando todas las semanas y ya somos amigos. Él ha estado ahí desde el principio, lo vivió todo conmigo. Fuimos al campeonato de Portugal, al europeo y de ahí volvió siendo seleccionador nacional de surf adaptado. Se fue con nosotros al Mundial de California y quedamos campeones del mundo en nuestra categoría y como selección. Hemos vivido todo esto juntos y para la federación de surf española es un logro que nunca se había conseguido. Al final lo logró el Tullidos team como nos llamamos a nosotros mismos.
-De nuevo el humor negro…
-Tenemos nuestra situación muy naturalizada y en el Mundial es muy bonito ver que da igual la discapacidad que tengas porque el resto de los compañeros la suplen. Yo no veo, pero puedo llevar a Audry, que no tiene piernas, sobre mis hombros. Mientras él me guie no tengo problema. No pasa nada y de alguna manera nos ayudamos. Todos hacemos de todo y nadie dice “yo no puedo”, si no te da para hacer algo, seguro que puedes hacer otra cosa.
-¿Quién o qué marca lo posible o lo imposible?
-Uno mismo, nadie más. Cuando me dicen que no puedo hacer algo, siempre digo: espera, soy yo la que lo tiene que decir.
“Cuando me dicen que no puedo hacer algo, siempre digo: espera, soy yo la que lo tiene que decir”
-¿Las situaciones difíciles sacan lo mejor de uno mismo?
-Lo mejor y lo peor. Hay gente que se fortalece ante un momento complejo y hay quien le pasa todo lo contrario. Hay situaciones en las que nos venimos abajo porque son complicadas y no sabemos salir solos y no pasa nada por tener que pedir ayuda. No por eso eres más débil, ni más tonto, ni te hace peor persona. Ahí es cuando se ve la verdad de uno mismo y cuando te conoces realmente. Por ejemplo, en la pandemia, ha salido mucha mierda de la gente. Cuando se esperaba que saliera el lado bueno de todo el mundo, hay gente que ha sacado su lado oscuro porque no han sabido gestionar una situación nueva y complicada. A mí me ha sorprendido porque pensaba que conocía a esas personas y un día llevas una sorpresa. Realmente, nunca sabes cómo es la gente hasta que se presenta una situación en la que están entre la espada y la pared y tienen que sacar de sí mismos.
-¿Qué importancia tiene la actitud?
-Tiene un papel fundamental en cualquier proceso o circunstancia personal tengas o no una discapacidad física. Si siempre vas pensando lo negativo, nunca vas a poder conseguir los objetivos que te hayas marcado. Creo que con una mentalidad abierta y positiva las cosas te van a venir mejor. No es que piense que así atraes lo bueno, es simplemente cuestión de decir: yo quiero conseguir esto y lo voy a hacer. No me lo va a impedir nadie, ni el que haga comentarios negativos, ni el que me diga que no puedo. También te digo que no hay mayor enemigo que uno mismo. Si tú te autoboicoteas y te pones las barreras para conseguir tus propios objetivos, no lo vas a hacer en la vida por mucha ayuda que tengas, aunque tengas la mejor tabla, el mejor entrenador del mundo…
“Realmente nunca sabes cómo es la gente hasta que se presenta una situación en la que están entre la espada y la pared y tienen que sacar de sí mismos”
-La compasión ¿te aleja o te acerca a tus objetivos?
-Yo nunca he tenido compasión de mí misma y mira que ahora no estoy en mi mejor momento. Creo que siempre hay que pararse diez minutos para hablar con uno mismo, saber cómo te sientes y decir: estoy en este punto, ¿qué objetivos tengo? ¿Qué ruta sigo? ¿Cómo la sigo? A mí este año me operaron de un ojo y tengo un dolor neuropático horroroso. Ahora mismo estoy con una depresión tremenda y hay días que no me apetece ir a surfear ni al gimnasio. Digamos que no me apetece vivir en general y hay otros días en los que digo que la vida es maravillosa. Todos los días, aunque sea el peor, siempre intento buscar algo que me guste. Se pueden tener altos y bajos, pero siempre hay que sacar lo positivo.
-¿Qué te inspira?
-Los mundiales, me inspiran muchísimo porque veo a gente que vive dificultades muy fuertes, personas que no tienen ni brazos ni piernas y hacen de todo. A su manera, con una dependencia total de los demás, son felices y sacan lo positivo de la vida. Valoran cada momento como un regalo y yo es lo que pretendo cada vez que voy. Aunque esté baja o nerviosa, intento sacar el lado positivo, aunque sea de la cosa más tonta como estar sentada en el paseo de la playa en California. La verdad es que es bonito ver y conocer a gente que te enseña tanto.
“Si siempre vas pensando lo negativo, nunca vas a poder conseguir los objetivos que te hayas marcado. Creo que con una mentalidad abierta y positiva las cosas te van a venir mejor”
-Últimamente se habla mucho de la importancia de la salud mental. ¿Cómo valoras el hecho de que sea algo que cada vez se normalice más?
-Es importante dar un mensaje de ánimo a la gente que no se encuentra bien por el motivo que sea. Que sepan que, para cualquier cosa que necesiten, pueden contar con ayuda psicológica o de cualquier otro tipo y que se les puede apoyar. Cada uno tiene su ritmo y es muy fácil hablar desde fuera, pero sé que cada situación es un mundo y las circunstancias personales solo las sabe un mismo. Puedes animar a los demás y estar ahí para ellos, yo soy la primera que lo hago, pero si luego en tu vida no encuentras algo las cosas se vuelven difíciles. Es vital buscar ayuda si se necesita y no por ello dejas de ser valiente. A mí, buscarla me hizo plantearme las cosas de otra manera, verlas, entenderlas y plantearme mi futuro de otra forma. Yo quería estudiar psicología, pero había que ir por sociales y como las matemáticas no son lo mío, decidí hacer integración social porque vi que era una forma de hacer un trabajo de campo muy directo con las personas vulnerables. Ahora voy a estudiar Instrucción canina para perros de asistencia y así voy a poder ayudar todavía más a personas con discapacidad. Mucha gente ve limitado su día a día por no poder tener un compañero de cuatro patas, pero tampoco quiero que la gente confunda un perro con un asistente personal. No hay que delegar el cuidado que ofrecen las personas en el de los animales. Obviamente son una pasada, yo vivo con ellos y todos los días me sorprenden con algo, pero hay que tener en cuenta lo que son y saber que no los podemos tener las veinticuatro horas a nuestro servicio.