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sábado 5, octubre 2024

Laia Sopeña. Medalla de oro mundial en el mar profundo

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Descender a cien metros de profundidad en el inmenso mar azul, ayudada solo por su cuerpo, su mente y su monoaleta, le ha servido a la asturiana Laia Sopeña para alzarse con la medalla de oro en la Copa del Mundo de Apnea que acaba de celebrarse en Grecia. Sólo seis mujeres en el mundo han realizado esta hazaña.

Siente que su límite no está ahí y para demostrarlo necesita patrocinadores que le ayuden a acreditar sus marcas, pues los costes de este deporte son elevados. Llegar hasta aquí ha sido posible gracias a la colaboración de sus alumnos, amigos y ahorros personales.

-Este último viaje que has realizado por varios países te ha aportado variadas experiencias. Cuéntanos.
-He estado en Croacia entrenando y participando en una competición pequeñita, luego en Grecia en la Copa del Mundo donde conseguí la medalla de oro al bajar 100 metros de profundidad, récord histórico en la historia de España de apnea profundidad con monoaleta, solo 6 mujeres lo han conseguido en el planeta y yo soy una de ellas.

Laia Sopeña, campeona del mundo en apnea con monoaleta.
Foto: @naemi_jasmin

-¿Siempre has sentido este amor por el mar? ¿Qué fue lo que te apasionó de este deporte?
-En Asturias, mi padre cogía la lancha para hacer pesca submarina por la zona de San Antolín, La Huelga (Llanes) y yo era su acompañante. Prefería bajar con él y cuidarle -nadie debe ir a pescar solo-, que quedarme en la lancha esperando. Le ayudaba con la pesca, disfrutaba viéndole. En aquella zona el mar suele estar bastante revuelto, las condiciones no son las perfectas, te generan estrés, hay corrientes, pero me acostumbré a entrenar bajo aquellas circunstancias. Esa pasión que él tenía me la transmitió, pero si hablamos de alta competición en apnea la cosa es más reciente ya que solo llevo en esto tres años.

-Practicas varias modalidades de apnea, ¿requiere una preparación específica cada una de ellas? ¿Cuál te gusta más?
-Hay dos bloques básicos. Apnea Indoor en piscina y Outdoor en el mar. En piscina he conseguido marcas muy potentes, 6 minutos 22 segundos en apnea estática. La realizo con el cuerpo totalmente relajado en la piscina, no hay movimiento, es una prueba muy mental donde se trabaja la tolerancia al CO₂.
Luego está la prueba de profundidad que requiere otra técnica: natación, hidrodinámica, tolerancia al ácido láctico, que exige mucho trabajo muscular anaerobio para compensar cuando no hay oxígeno, sientes dolor en las piernas y en el abdomen.
Los ciclos de entrenamiento los hacemos a lo largo del año. En invierno trabajo más la fuerza física, la tolerancia al CO₂, la técnica, y en verano, que es la temporada pico, es cuando hacemos profundidad que desgasta mucho. Ahora mismo he perdido 4 kilos después de trabajar duro dos meses en profundidad.

-¿Cómo es un día típico en la vida de una buceadora de apnea de alta competición? ¿Cómo son tus rutinas y entrenamientos?
-Me levanto antes de que salga el sol de forma natural. Me tomo mi agua con limón y hago unos pranayamas que son unos ejercicios de respiración para entrar en concentración en esos momentos donde todo está en silencio. Luego, cuando amanece, hago una práctica de yoga que se llama Saludos al Sol, ahí trabajo la movilidad. Llevo a mi hija al cole y me voy a entrenar. Partimos desde la bahía de Radazul (Tenerife) al mar. Cuando salimos con el sistema de contrapesos -que es cuando voy a hacer buceo de más de 80 metros-, vamos el capitán del barco, el que me hace seguridad con el scooter y otro apneísta más, como mínimo somos tres. Los entrenamientos de profundidad son bastante caros porque tienes que pagar a todos los que participan.

-Cuando se habla de entrenar en apnea, ¿cuánto hay de físico y cuánto de mente?
-Hay un trabajo físico importante pero la parte mental es la que más peso tiene, te diría que es de un 80%. Cuando desciendes tan profundo, la preparación física digamos que la tienes integrada, es algo que funciona automático, es como el conducir. Luego queda el trabajo mental: concentración, relajación y mantener el foco mental.
Otra de las cosas con las que tenemos que lidiar allá abajo es la narcosis. Ocurre cuando descendemos a más de 80 o 100 metros. Se producen pequeñas filtraciones de nitrógeno en sangre, eso te provoca una sensación como cuando uno se toma unas copas de más y eso hay que manejarlo, debes mantener la concentración para que no te dé todo vueltas, produce euforia, y aunque parece algo positivo te puede confundir; te hace sentirte muy bien, sin límites y eso te puede animar a seguir bajando, o quedarte abajo porque te sientes muy a gusto. En esos casos debes seguir al pie de la letra el protocolo y para eso hay que entrenar mucho la parte subconsciente. Cuando el agua está muy fría abajo o está turbia la narcosis aparece con más intensidad. Aquí en Tenerife el agua no está fría y me siento muy bien, pero ahora que estuve en Córcega donde el agua estaba superfría, a 15 grados, ahí la narcosis me dio fuerte.

-Otro de los riesgos en apnea es la pérdida de conciencia por falta de oxígeno, ¿lo has vivido en alguna ocasión?
-Puede haber factores estresantes añadidos a lo que es el buceo en sí mismo y la competición. Me refiero por ejemplo a la posibilidad de que te pique una medusa, encuentres algo en el fondo, se te cruce un cabo fantasma, pueden surgir cosas… No es habitual ya que trabajamos con cámaras, sónar que detectan cualquier cosa que haya en el fondo, pero si surge algo inesperado te va a suponer un gasto añadido de oxígeno y la posibilidad de una perdida de conciencia por esa falta de oxígeno (conocido como blackout). Sucede cuando la presión parcial de oxígeno baja y eso ocurre a pocos metros de la superficie. A mí me ha ocurrido dos veces. No lo considero un riesgo, es más bien un mecanismo de supervivencia de defensa del cuerpo que, en el momento que detecta una mínima variación de oxígeno en el cerebro, lo que hace es desconectar el cuerpo, se produce un desmayo para evitar el consumo de oxígeno a nivel muscular. Con ello aún le quedarían como cuatro o cinco minutos de oxígeno al cerebro. En esos momentos alguien te tiene que ayudar a sacar las vías aéreas del agua. Intentamos no llegar a estos límites, es difícil que pase. Buceamos con márgenes amplios, pero sí es cierto que hay que estar preparados para todo. Contamos con apneístas de seguridad a 30, 20 y 10 metros y otros más en superficie, en competición se hace así.

-¿Has sentido alguna vez miedo o has entrado en pánico?
-En pánico nunca, porque incluso cuando tuve la pérdida de conciencia por un blackout, he estado muy serena. Te entrenas para estar relajada cuando surge una situación complicada para poder resolverla. He dado cursos de apnea a bomberos de Barcelona en cuatro ocasiones y quedaron muy agradecidos. Una de las pruebas de reciclaje que les hacen es en una habitación llena de humo donde cada uno lleva un equipo autónomo que le obliga a respirar a través de una máquina. El instructor lo que hace como entrenamiento es desconectar ese equipo autónomo; el bombero en apnea debe mantener la calma y volver a conectar los tubos lo más rápido posible. Claro que pueden pasar cosas, pero el entrenamiento te ayuda a gestionarlas con calma. He tenido accidentes en mi vida cotidiana -tengo una niña pequeña- y mi entrenamiento me ha ayudado a resolver situaciones con calma e intuitivamente. Al mar más que miedo le tengo respeto porque te hace salir de tu zona de confort.

-¿Recuerdas alguna inmersión especial o lugar que te haya quedado grabado especialmente?
-Recuerdo el Mar Rojo con mucho cariño, el agujero azul de Dahab (Egipto), considerada la meca de la apnea porque es una cueva de 90 metros de profundidad donde el agua está muy clara; hay muchos peces de colores, es un verdadero paraíso. Fui allí a entrenar y sacar el título de instructora de apnea tras la muerte de mi padre y me llevé también a mi hija. Tengo un recuerdo precioso de aquello, no tanto por un buceo específico sino por estar en aquella maravilla de la naturaleza disfrutando con mi niña y con aquella agua calentita.

-Tu hija sigue tus pasos, es también una amante del medio marino.
-Sí, le encanta. Donde vivimos ahora, Bocacangrejo (Tenerife), es un pueblo costero, a cinco metros del mar, casi te puedes tirar desde la ventana de casa. Mi hija sale del colegio y nos vamos las dos al agua. Lo disfrutamos mucho. Vivir aquí es un lujo que agradezco cada día.

Oro de Laia Sopeña con 5'53" de apnea estática en piscina
Oro con 5’53» de apnea estática en piscina / Foto cedida por Laia Sopeña

-¿Cómo aterrizaste en Tenerife?
-El Campeonato de España de Apnea en 2021 se celebraba aquí, fue justo después del Covid. Así que decidí venir a entrenar. Aquí tenía amigos de otras veces que había venido porque este es el mejor sitio de Europa para entrenar en invierno ya que el mar está a una temperatura constante. Encontré un vuelo por 14€ y me vine en diciembre, pero no con la idea de quedarme. Mi estancia se fue alargando, encontré una casita preciosa en alquiler y me enamoré del lugar. Pregunté en la escuela si podía matricular a mi hija con el curso empezado, aunque no estuviera empadronada y todo fueron facilidades. Era como si el universo me estuviera diciendo ¡quédate aquí que se está muy bien! Era instructora de yoga y de apnea, así que empecé a impartir clases y vi que me podía ganar la vida. Llevo cuatro años aquí.

-¿Tu sueño más cercano?
-Conseguir el récord del mundo, algo que veo al alcance de mi mano. En las competiciones he tenido ocasión de conocer a los grandes apneístas, su trayectoria, gente con la misma pasión que tú, que somos muy pocas personas en el mundo y cuando hablas con ellos y te cuentan sus experiencias, cómo lo han vivido, aprendes muchísimo.
Mi progresión ha sido muy rápida, lo he conseguido en poco tiempo y con muchas dificultades a mi alrededor, tanto logísticas como económicas. Si encontrara apoyo de algún patrocinador con el fin de que no tuviera que hacer malabarismos en cuanto a que me llegue el dinero para pagar la comida, mis viajes, mi entrenamiento, los gastos de mi hija… si me pudiera centrar en entrenar, ya no te digo un año, sino 6 meses, podría lograr cosas muy potentes. En el mundo sólo somos cuatro o cinco mujeres las que bajamos a 100 metros. El récord del mundo no está tan lejos, estoy convencida que lo puedo lograr con más entrenamiento.

-Todo te lo financias tú, ¿de qué cantidad estamos hablando?
-Este verano que he estado compitiendo dos meses en cuatro países hemos gastado casi 9.000 €. He podido hacerlo gracias al apoyo de la gente que me sigue por las redes sociales, especialmente mis alumnos de yoga y apnea que conocen mi pasión. Llevaba dos años sin competir por falta de recursos y me han apoyado para que ahora pueda hacerlo. Hice una colecta de fondos y lo he invertido en esto. Han sido donativos y unos ahorros personales que tenía. Salir en barco para entrenar en profundidad me cuesta 480€ al mes. Si tuviera un entrenador personal habría que añadir unos 250€ más o menos mensuales. A ello habría que añadir una suplementación en la dieta de vitaminas, antioxidantes, alimentación de calidad -pescado, frutos secos-, cosas que son caras y más en las islas. Para centrarme en entrenar calculo que me harían falta unos 2.200€ al mes.

-Cuánto esfuerzo es el que estás poniendo y qué poca repercusión tiene…
-Sí, lamentablemente es un deporte poco conocido. Mi objetivo es darlo a conocer, ser la campeona del mundo me proporciona un altavoz que quiero aprovechar para transmitir mi pasión y todas las técnicas que acompañan a este deporte que me parecen muy necesarias para la vida diaria: meditación, respiración, concentración. No hace falta bajar los metros que yo bajo para disfrutar de los beneficios de este deporte. Siempre se habla de los riesgos que conlleva y pocas veces de los beneficios. Los tres documentales-películas que han hecho de apnea son tragedias y es una pena porque en torno a este deporte pasan historias muy bonitas. Yo viví una crisis vital con la muerte de mi padre y la crianza en solitario de mi hija, se me hizo todo muy cuesta arriba y esto me hizo resurgir. Descubrí técnicas que me ayudaron a gestionar estados emocionales complicados de dolor y ansiedad. Este deporte y el estilo de vida que lo acompaña me lo ha dado todo. Y eso puede serle útil a muchas personas.

Laia Sopeña, campeona del mundo en apnea con monoaleta.
Foto: @nannakreutzmann

-Primero te cogiste de la mano del yoga y luego llego la apnea a tu vida. ¿Fue por este orden?
-Sí. Me fui a la India a sacar los cursos de instructora de yoga y vi todo lo que enriquecía mi vida. Pero no fue hasta que empecé con la apnea cuando me di cuenta de lo que el yoga me ayudaba para llegar a niveles más profundos de meditación, sentirme una con todo lo que me rodea. Eso es lo que siento cuando bajo a las profundidades. El bebé cuando nace, hasta los seis meses no tiene conciencia de sí mismo, se siente fundido en su madre. No se reconoce en un espejo, ni identifica su individualidad hasta pasado ese tiempo. Todos venimos de ahí, somos parte de una misma cosa. Redescubrir eso es como volver al origen.

-La apnea ha cambiado tu vida, ¿no?
-Sin duda. Ha dado el sentido a mi vida, me ha marcado el camino. Estaba un poco perdida antes de empezar con esto. No sé cuánto durará lo que estoy viviendo, pero calculo que los próximos 5 o 10 años seguiré explorando esto que está creciendo dentro de mí.

-Hace años decían los médicos que, si un hombre descendiera a más de 50 metros de profundidad, “se rompería”. Hoy se han superado los 200 metros. ¿Qué es lo que permite al hombre romper estos límites?
-El conocimiento influye muchísimo. Hemos cambiado el paradigma médico totalmente porque según la ley de Boyle la presión de un gas es inversamente proporcional al volumen. Es decir, a 50 metros de profundidad, según la ciencia médica, no hay prácticamente aire en los pulmones y los alveolos se colapsarían. Pero recientemente se ha descubierto que hay una serie de mecanismos fisiológicos que adaptan nuestro cuerpo a las profundidades y a la presión. El bazo, por ejemplo, se contrae liberando glóbulos rojos a la sangre que supone una especie de chute de sangre oxigenada. El diafragma -ese músculo que separa la caja torácica de las vísceras abdominales- se estira muchísimo, se eleva y ayuda a compensar ese vacío de aire en los pulmones.
Hay otro efecto que se produce que se llama Blood Shift: conforme descendemos hay una vasoconstricción periférica, entonces la sangre de las extremidades migra hacia zonas que realmente necesitan el riego sanguíneo como el corazón, los pulmones y el cerebro. Este mecanismo lo tenemos en común con los cetáceos. Es como si nuestra memoria genética ancestral de cuando éramos mamíferos acuáticos siguiera latente.
El límite aún no se sabe dónde está. Se ha conseguido superar los 200 metros de profundidad, pero ha sido con ayuda mecánica: te bajan con un plomo y te suben con un globo. Con medios no mecánicos el récord lo tiene el ruso Alexey Molchanov que bajó 136 metros

-Estáis experimentando en primera persona el milagro del cuerpo humano, su capacidad de adaptación.
-Sí. Hay una marca que me ha patrocinado y me ha regalado un reloj de más de 1.500€, que te mide no solo las pulsaciones sino también otros parámetros como la saturación de oxígeno en sangre. Soy la primera mujer en superar la barrera de los 100 metros, estoy haciendo historia y les propuse recoger toda esa información para estudiar qué sucede en el metabolismo que nos permite adaptarnos a estas circunstancias extremas. Estamos aprendiendo muchísimo.

-Una curiosidad, Laia ¿en qué piensas cuando está ahí abajo?
-Estoy muy concentrada, muy atenta a las sensaciones. No es tanto lo que pienso como sí lo que siento. Tengo la sensibilidad a flor de piel, siento la velocidad del agua en mi cara, cómo bajan de ritmo los latidos de mi corazón, el cambio de luminosidad, la temperatura… sensaciones todas muy agradables. Te lo definiría como un estado de paz, de calma. Me concentro en la técnica, en no perder el ritmo, en controlar la narcosis. Es una especie de estado contemplativo.

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