En cuanto a carreras, la más famosa era la del faraón en el festival Heb Sed, cuando tenía que demostrar su vitalidad. Pero había otras de más o menos distancia y junto a los templos, donde podía concurrir todo el que se movía alrededor de palacio; en ellas, hasta el faraón participaba y claro, en esas condiciones, siendo vos quien sois y temiendo las consecuencias, solía ganar.
Se habla así mismo de una carrera, legendaria como no podía ser menos, entre Menfis y el oasis de El Fayum donde los corredores salvan una distancia de unos 100 kilómetros en el tiempo de 8 horas. Sirva este ejemplo para comentar que los escribas de la antigüedad, como los periodistas de la actualidad, mentían porque se equivocaban de buena fe o porque directamente hacían valer sus preferencias y prejuicios. A ver quién es capaz de correr en la actualidad, con todos los condicionantes a favor, en pleno desierto, una distancia tan descomunal y sin morir en el intento. Como diríamos ahora: ¡menos lobos, Caperucita!
Saltaban longitud o altura colocando a dos competidores o compañeros de fatigas, sentados con los pies casi en contacto y las palmas de las manos tocándose, mientras que un tercero saltaba sobre ellos. Se dice que hay lugares en la actualidad que se practica algo parecido y se llama “gallina de los pasos”.
El lanzamiento de jabalina, la lucha, el tiro con arco, la equitación o carreras de carros, formaban parte de las enseñanzas básicas para la guerra defensiva u ofensiva.
La caza de aves, con un palo de forma y uso parecido al boomerang australiano actual.
Hubo un faraón que descolló por encima de los demás en cuanto a sus cualidades deportivas y no fue otro que Amenhotep II, fallecido a los 26 años (hay varias cronologías, una esta: 1438 – 1412 a.n.e. dinastía XVIII) pero con edad suficiente para haber pasado a la Historia como un gran guerrero y un gran deportista, destacando en remo, equitación y tiro con arco, especialidad esta última donde obtuvo las mejores crónicas y, o bien el escriba mentía o era capaz de atravesar una placa de cobre de seis centímetros que le ponían de diana. Aquí recuerdo lo dicho anteriormente sobre los intereses o las mentiras involuntarias.
La Historia (o la leyenda, mejor) dice que durante su reinado se produjo el éxodo de los judíos –de haber sido cierto– porque se pone muy en duda puesto que, si algún día fue tal, había que situarlo en el reinado de Ramsés II o Merenptah, doscientos años después y de todos es bien conocido que hacia el 1200 a.n.e. donde se supone la Guerra de Troya, ocurrieron muchas cosas que podemos calificar de “posibles, de míticas o de narraciones extraordinarias”.
La natación, en el río directamente, como todo el mundo, aunque es de suponer que, si no había piscina en el Jeneret, en el río les acotasen unos espacios libres de molestos bichos comedores de hombres, que para eso eran semidioses o hijos de un dios. Así que la pesca deportiva y la natación estaban a la orden del día.
El remo en ligeros barcos, precursor del piragüismo moderno, completaba una lista enorme de prácticas deportivas a las que se aficionaba a la prole desde la infancia.
El remo en ligeros barcos, precursor del piragüismo moderno, completaba una lista enorme de prácticas deportivas a las que se aficionaba a la prole desde la infancia. Matar el tiempo como siempre y cultivar el cuerpo.
Y para ejercitar la mente, tenían otras cosas como los juegos de mesa y uno de los mismos, el de Senet, es considerado por mucha gente como precursor del ajedrez actual, del que no se sabe muy bien su procedencia y que está rodeado así mismo de mitología, de casillas, sabios y trigo.
Este juego –como casi todos los que practicaban– estaba relacionado con el placer, pero también con “el más allá”. Recordemos que la religión y la muerte fueron factores fundamentales de su existencia. Pues bien, el Senet era practicado por todas las clases sociales desde siempre y hasta que los romanos invadieron Egipto. Su nombre viene a significar “tránsito” o “pasaje”.
El Senet es considerado por mucha gente como precursor del ajedrez actual, del que no se sabe muy bien su procedencia y que está rodeado así mismo de mitología, de casillas, sabios y trigo.
Los elementos materiales del juego eran el tablero de treinta casillas sobre el que se colocaban 12 piezas similares a los peones del ajedrez, más cinco de forma cilíndrica y otras siete cónicas. Por desgracia desconocemos la estrategia y la táctica del juego y por más decir, se desconocen hasta las mínimas reglas, pero como ocurre con las tablillas de arcilla sumerias y sus constantes descubrimientos, confiemos en algún papiro escondido que desenmarañe la forma en que se jugaba.
De su práctica y expansión entre todo tipo de clases sociales nos dan noticias los escritos, mencionado en el capítulo XVII del Libro de los Muertos o las pinturas como la que nos presenta a Nefertari jugando con el “invisible” en la pared de su tumba. En cuanto a ejemplares tangibles, hay multitud repartidos por varios museos europeos y egipcios.
Había otros juegos de mesa: el de las “veinte casillas” en el que se empleaban cuatro piezas, dos con la cabeza de Anubis y otras dos con la cabeza del dios enano Bes y la suerte la repartía una taba (astrágalo) que hacía de dado. Se completaba con unos palitos que se lanzaban contra los “dioses” tratando de su derribo.
El “juego de la serpiente” se realizaba sobre un tablero con dibujo de serpiente enrollada y de cuerpo compartimentado, antecesor de nuestro juego de la Oca y práctica similar, donde podían competir hasta seis jugadores que trataban de llegar de cola a cabeza con fichas de marfil. Pero no todo era diversión.