La Semana Negra ha tenido a bien invitarme, una vez más, a colaborar en el decano de los diarios negros, A Quemarropa. Treinta y seis años cumplen evento y periódico, si bien éste ha perdido un poco de carácter al ser solamente digital. El público clama por recuperar el papel, ¿has oído, Ángel de La Calle?
Así que aquí nos tienes, viajando desde las Cuencas en transporte público, con la libreta y el lápiz a mano, que trenes, buses y sus estaciones dan material en abundancia. Se sube un chico joven, encapuchado y con guantes negros, para acojonar a los virus. Antes de sentarse limpia cuidadosamente la banqueta, desenrolla unos periódicos que trae ad hoc en la mochila y los extiende cuidadosamente, planchándolos con las manos, sobre el asiento. Eso sí, luego riega a todo el pasaje con los mocos de sus estruendosos estornudos.
La vida es un claroscuro. Como lo es la ciudad de Gijón que se dota de alcaldesa nueva, pero menos. La primera medida es juntarse con los curas para bendecir las aguas de la mar, saltándose el reglamento de laicismo de la anterior. Luego, llenar el Muro de coches restando espacio a los peatones y, finalmente, volver a los toros. La rueda de la Fortuna gira y regresa a la posición de salida.
Hemos pasado dos procesos electorales que han dejado a este humilde emborronador de cuartillas, sin palabras. Era tal la verborrea pública que no merecía la pena aportar más a la confusión general; sin embargo, ha seguido uno observando y sorprendiéndose. ¿Se ha dado usted cuenta que las campañas de abonados del Sporting y del nuevo partido color de rosa coinciden? Vea:
Está bien que se sepa, porque todo el mundo decía que los mexicanos habían venido a especular con el Molinón, Mareo y prados adyacentes; sin embargo, ya lo ven, han tomado partido por el proletariado. ¡Gentes de poca fe!
Y tanto, que tiene que salir el señor cura de Campomanes para quejarse de que la juventud no va a las fiestas a pasear el santo, sino ¡a divertirse! Tiempos de incredulidad y laicismo galopante.
Cómo será este empecinamiento, esta sectaria intransigencia, este feroz regodeo en la concupiscencia laicista, que la anterior corporación de la noble ciudad de Gijón hizo desaparecer temporalmente la mismísima iglesia de San Pedro. Nunca afirmamos en vano, adjuntamos la prueba gráfica tomada desde el propio arenal.