Lo pregunto por eso de las promesas de año nuevo que se esfuman en días; ya sabes, dejar de fumar, ir al gimnasio y estudiar inglés. Al respecto, una emisora de radio entrevistaba en enero al dueño de una instalación deportiva; decía el hombre que era época de muchas matrículas, efectivamente, pero que habían tomado la determinación de cobrar íntegramente el primer trimestre, porque la asistencia decaía de manera espectacular en las primeras semanas.
En las academias de inglés sucederá algo parecido, me temo. Aunque probablemente todos tengamos que estar al día con la lengua de Shakespeare, por lo visto.
Este titular corresponde a un artículo de un diario asturiano. Comentaba la moda de expresar en inglés cosas que sabemos decir en castellano. Las mueblerías no cuentan ya con salas de exposición, sino con show room, la sala de estar de la familia pija es el living room, una fontanería de Oviedo se rotula especialista en bath room, y así sucesivamente.
Claro que puedes estrellarte; verbigracia, unos hosteleros del Oviedo antiguo editan un folleto moderno, carísimo, para atraer turistas a su barrio. Por lo que se ve ni la agencia de publicidad, ni el contratador de la campaña se fijan en que le han dado una patada al Collins. Hay una comida, generalmente dominical, que los ingleses han bautizado como brunch, porque está a medio camino entre el desayuno, breakfast, y el almuerzo, lunch. Pues bien, en la capital del Principado se han permitido mejorarle el nombre; ahora suena como eructo de satisfacción.
Como en unas semanas habrá una aparatosa parada militar, sugiero al restaurante que cambie la denominación al evento: el Tambor del Bruch. Otrosí, les propongo aliarse con La Nueva España, que hace poco caso de la llingua, aunque parece apuntarse al argumento favorito de la derecha, que es más práctico para los escolinos aprender inglés; en un ejercicio didáctico nos publican en ese idioma las divertidas aventuras del vikingo Olafo.
Otro aspecto terrible en los usos de los anglófilos son las traducciones. En más de una ocasión hemos señalado aquí algunas que merecen la pena de cárcel (de papel), sobre todo en películas y transmisiones deportivas. Ahora pasan a primer plano las que hacen los supermercados chinos, si bien en todas partes cuecen habas; esta etiqueta de ropa, -con perdón por el desenfoque-, procede del Canadá, país oficialmente bilingüe, pese a lo cuál no acentúan correctamente el francés y nos hacen reír con el español, ¡hecha en pavo!
Estriba la gracia en que la palabra turkey puede referirse tanto al nombre del país otomano (turkey embassy) como el del animalito que los yanquis degüellan por Thanksgiving, (o sea, Acción de Gracias), y antes aquí por Navidad las clases pudientes. Si bien es más usado el adjetivo turkish. (Turkish coffee). En todo caso, resultan desconocidas las prendas de vestir hechas con pavo. Salvo los adornos en plumas.
Ahora bien, la palma de las traducciones, el culmen del arte en el manejo de lenguas, el Pentecostés de los rotulistas, es, sin duda, la que sigue. Ya sabe, utilice el cuidado o, dicho de otro modo, cuando traduzca, precaución y cabeza.
Imágenes cedidas por Teobaldo Antuña