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domingo 24, noviembre 2024

Ya volamos a Alemania, Lito

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Ya volamos a Alemania, Lito; ahora no hay que pasar una carrada de horas en el tren con la maletina con cuatro trapos como cuando fuiste tú. Tenemos vuelos directos, llegamos en hora y media. Aunque, por el precio, hay que seguir llevando poco equipaje, y nos quieren engañar con el destino. ¡A Düsseldorf, dicen!

Aeropuerto de Weeze, se llama ahora, antes era la base militar de Laarbruch, y a fe que lo parece, con los hangares camuflados entre árboles y pintura verde. Los pasajeros que tienen miedo a la guerra de Ucrania siguen oyendo motores de caza; al fin y al cabo, Kiev queda a 1900 kms. que no son nada para un jet.

La compañía aérea que nos trae no puede usar legalmente la denominación Aeropuerto de Düsseldorf, ese nombre lo tiene asignado la IATA al Düsseldorf-Mgladbach; a Weeze le corresponde NRN, Aeropuerto de la Baja Renania. La ciudad queda a una hora de viaje; Colonia o Bonn a hora y media; está más cerca la población holandesa de Nimega.

Bueno, en cualquier caso, se agradece un vuelo directo, aunque haya que usar luego un largo viaje en bus, o tener la suerte, como nosotros, de una amistad con coche. Destino Colonia, cuarta ciudad alemana, que debe el nombre a los romanos; desde su Colonia Claudia Ara Agrippinensium quisieron controlar la frontera del Rin.

Alemania es plana, muy fácil de invadir desde cualesquiera de sus puntos cardinales, así que desde los latinos en adelante fue pateada por muchos ejércitos, aunque su mal -casi definitivo- fue la Segunda Guerra Mundial. Los bombardeos de la RAF y la US Air Force para cortar los suministros a las tropas nazis fueron inmisericordes con la población civil de Colonia. La ciudad quedó arrasada y el número de habitantes, superior a los 700.000 habitantes en 1939, quedó reducido a poco más de 100.000 al final del conflicto. En las tiendas de recuerdos para turistas se venden postales con la desoladora imagen de 1945, en Internet se pueden ver fotos de los bombardeos, gentileza de las fuerzas aéreas yanquis.

Colonia. Estación Central, 1945
Colonia. Estación Central, 1945

Son testimonios como estos y los de las guerras actuales, los que me hacen ser particularmente sensible a las aficiones paramilitares de algunos. A la banalización del desastre y el sufrimiento humano en tebeos o pelis. La guerra no es un juego de niños, es destrucción y dolor.

Un ejemplo es el Círculo Aeronáutico de La Felguera. Cuando se constituyó esperaba que se dedicara a fomentar el vuelo en aerostatos, una forma de viajar singularmente agradable; lo puedo afirmar desde la experiencia de haber sobrevolado en globos Toledo, Asturias, León y Mallorca. Sin embargo, al poco tiempo fue tomando un cariz militarista insoportable

En el número del segundo semestre del año pasado de su revista oficial, si quitamos el editorial y un anuncio, el 87,13% del contenido se dedica a glorificar personajes guerreros, con un lenguaje de la escuela de los golpistas del 36. En otro número, un “héroe” de esa guerra, luce en lugar privilegiado de su pecho la Cruz de hierro, condecoración nazi por excelencia. Anda el Círculo en estos días con la perspectiva de cambio de directiva, confiemos en que la nueva se desmilitarice.

Una buena parte de los artículos están traducidos de revistas francesas, el resultado aprobaría escasamente en el Bachillerato: “Perforando este rumor, Maury gritó: No se cae, él pica voluntariamente. Está claro, él todavía está vivo”. La descripción de la tensión del piloto de un avión derribado termina haciéndose incomprensible: “Lo imaginaron aplastado contra el elevador, tenso en su furiosa voluntad de lanzar el dispositivo en este campo que el cabello ardiente que lo precedió le ocultó”.

Tirant lo Blanch. Edición 1511
Tirant lo Blanch. Edición 1511

Las novelas de caballerías son el paradigma del guerrero idealizado. Tirant lo Blanch era una de las que llenaban los anaqueles de Alonso Quijano, en cinco tomos describe Joanot Martorell la impiedad de la guerra con todo lujo de detalles de miembros amputados y otras gracias de tan entretenida ocupación. La edición que reposa en mi biblioteca reproduce la versión Valladolid 1511. En el capítulo XIX la viuda del conde Gillem de Varoyque, que ha fallecido en batalla, “e des que de mi partió, no sé qué cosa es buenos días e buenas noches”, ruega al rey “que me dexe a mi hijo, que es huérfano de padre e yo no tengo otro bien con quien me pueda consolar”.

Responde el rey ermitaño: “Mucho quisiera obedeceros señora condesa, si la vuestra demanda fuese justa y honrosa… Pero sabida cosa es que los hombres han de exercitar las armas y han de saber la práctica de la guerra y el gentil estilo que tiene esta bienaventurada orden de la caballería”. La condesa le hace ver que él mismo es el ejemplo, ayer sano y hoy “coxo y llagado… ¿Quiéreme dar a entender su alteza que aquesta arte de caballería es bienaventurada? Antes digo que es malaventurada, dolorosa y muy triste…”

Los lamentos de la madre son tan desgarradores, que el rey pide que la retiren de su presencia, ella sigue ante sus familiares, inconsolable: “Éstos son dolores de madre que no tiene sino un hijo, e aquél por fuerça se lo llevan a sacrificar a la cruel, spantable y dolorosa muerte… ¡O madre semejante a la oveja que has parido hijo para ser muerto e despedaçado en cruel batalla!”

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