“La vida es para los valientes. Los cobardes nunca experimentarán la verdadera alegría”
(Juana de Arco)
Si hay una niña en el mundo de la que nos han hablado y su nombre permanece presente en nuestra mente esa es Juana de Arco. Y, sin embargo, ¿cuántos de nosotros podemos decir qué ha hecho?
Es conocida por todo el mundo como una figura heroica. Una adolescente que guiada por la mano divina fue protagonista, en un mundo de hombres, de grandes batallas que ayudaron a los franceses en su lucha contra los ingleses.
Fue considerada como un genio militar de rápidas decisiones, de fina intuición y de hábil estrategia, aún desconociendo por completo las más elementales leyes y tácticas militares. Una humilde aldeana, una pobre pastorcilla que no sabía ni leer ni escribir.
Juana de Arco nació en Domrémy (1412), pequeña aldea francesa, hija de labriegos bastante acomodados.
Cuenta la historia que en sus años de niñez trabajaba junto a su madre en las tareas de la casa. Cuando fue un poco mayor también se ocupaba de las labores del campo, desempeñando con habilidad las tareas que requerían de rastrillo y azada.
Era una niña trabajadora, obediente, caritativa, inteligente y alegre.
Juana fue considerada como un genio militar de rápidas decisiones, de fina intuición y de hábil estrategia, aun desconociendo por completo las más elementales leyes y tácticas militares.
Al fallecer el rey Carlos VI de Francia el trono quedó dividido. El norte para su sobrino el rey infante Enrique VI de Inglaterra y el sur para su hijo Carlos, al que denominaron El Delfín.
Francia se convirtió en un terreno de constantes conflictos y los ecos de la guerra llegaban a Domrémy. Juana se horrorizaba al imaginar a Francia dominada por extranjeros así que, conforme se iba haciendo cargo de la angustiosa situación, aumentaba su patriotismo y su fe en Dios.
Su misticismo la puso en disposición de escuchar voces que se fueron haciendo cada vez más frecuentes; voces que le hablaban desde las alturas, desde el cielo. Voces que atribuyó al arcángel San Miguel.
Y como no podía ser de otra forma, más adelante experimentó visiones, la venida del arcángel, una figura alada y gloriosa situada en medio de un gran resplandor, rodeado de figuras menores, también resplandecientes. La figura le confirmó que era San Miguel, le dijo que venía en nombre del Señor de los cielos, y que debía prepararse para grandes empresas.
A partir de aquel día las apariciones fueron cada vez más frecuentes, tenía en ese momento 13 años y no comprendía cómo se le pedía tal empresa, salvar a Francia. Las conversaciones se sucedían más o menos así:
– Tú, sierva de Dios, debes acudir en ayuda de tu patria.
– Pero si yo no sé nada de nada.
– Dios te ayudará.
Y un día llegó la orden de partir:
– Parte de tu aldea y ve a salvar a Francia.
Su misticismo la puso en disposición de escuchar voces que se fueron haciendo cada vez más frecuentes; voces que le hablaban desde las alturas, desde el cielo. Voces que atribuyó al arcángel San Miguel.
Dada la insistencia del mensaje se planteó que debía de abandonar su pueblo, su familia y mandar ejércitos de soldados.
Supuso que debía presentarse ante El Delfin, convertirse en camarada de los soldados y adoptar sus costumbres, tendría que cabalgar y manejar armas.
Finalmente se decidió a partir, convenció a su tío y juntos partieron a entrevistarse con El Delfín, que tras varias negativas decidió recibirla. Cuenta la leyenda que El Delfín, totalmente desesperado a causa de las terribles desgracias que atormentaban a su patria, se entregó con todo fervor a la oración y la llegada de Juana fue considerada como una posibilidad, como una respuesta a sus plegarias.
Se presentó ante él con una indumentaria varonil y corta melena, su candorosa, agradable y firme voz y su ilimitada fe en Dios y en la propia misión captaron la simpatía de quienes se habían mostrado incrédulos.
El Delfín ordenó que abandonara el humilde albergue de la hostería en que se hallaba para instalarse en una de las torres del castillo. También dispuso de un paje a su servicio. Durante varios días fue interrogada por varias personalidades que le dieron credibilidad y ordenaron proporcionarle el equipo militar que precisara.
La primera misión fue liberar a Orleans del dominio de los ingleses. El éxito de la misión le valió el apodo de la Doncella de Orleans.
El Delfín, con gran júbilo, le otorgó un escudo de armas en el que figuraba su espada vencedora y la corona real entre flores de lis. A partir de ahí Juana hizo saber al Delfín la conveniencia de emprender la reconquista de tres plazas situadas a orillas del Loira.
Pero Carlos vacilaba, indeciso como siempre, debido a que varios personajes influyentes en la corte, envidiosos de los éxitos conseguidos por Juana, querían cortar la buena racha y le aconsejaban otros planes. Capitaneaba esa conspiración contra la joven heroína el favorito del rey: Jorge de La Tremoille.
Pero Juana seguía escuchando voces, y esas voces le decían que debía continuar, que debían ser reconquistadas esas plazas para que el rey fuera coronado. Ante esto el monarca procedió a reunir al ejército, cosa que consiguió rápidamente, puesto que todos los efectivos acudían a la llamada motivados por las batallas ganadas.
La campaña fue triunfal así que el rey estaba en disposición de ser coronado en la ciudad de Reims a la que llegó cabalgando junto a la doncella seguidos de nobles y oficiales.
Tras los brillantes éxitos obtenidos, el prestigio de Juana de Arco alcanzó su cénit, convirtiéndose en el ídolo de los franceses que la veneraban como una auténtica enviada del cielo.
Al día siguiente, día de la ceremonia de coronación, El Delfín entró en la Catedral y junto a él, empuñando su blanco estandarte, lo hizo Juana de Arco, quien permaneció durante toda la ceremonia al lado del altar, en un lugar preferente.
Tras los brillantes éxitos obtenidos, el prestigio de Juana de Arco alcanzó su cénit, convirtiéndose en el ídolo de los franceses que la veneraban como una auténtica enviada del cielo.
Cuentan algunos historiadores, que una vez realizada la coronación de Carlos VII Juana le alentó para dirigirse cuanto antes a París, la capital del reino, pero el rey tenía sus dudas y no fue bien aconsejado por algunos de sus cortesanos. No obstante fueron a París, pero el rey que no estaba entusiasmado bajó el entusiasmo de la tropa y ordenó al ejército a retirarse. Había sido coronado, y confiado y satisfecho, le interesaba más la vida alegre e inconsciente, la fastuosa vida de la corte que tanto le agradaba. Mientras, el poderoso ejército que, gracias al impulso de Juana, había logrado reunir, se dispersó por las tierras de Francia.
A finales del año 1429 Carlos VII emitió un decreto por el que se ennoblecía a Juana, a sus padres, a sus hermanos y a toda su descendencia. Les concedía el apellido De Lis, símbolo de Francia.
Algunas contiendas se siguieron produciendo en Francia y fue en una de ellas en que la Doncella de Orleans fue capturada por el enemigo. El 23 de mayo de 1430.
La noticia de la captura llenó de dolor a todas las buenas gentes de Francia porque este hecho destrozaba por completo las esperanzas de ver expulsados de sus tierras a los ingleses.
Según las leyes de aquella época, el rey tenía derecho a pagar rescate por la libertad de los prisioneros de elevado rango, pero parece que a Juana no se la consideró prisionera de guerra sino que se la quiso juzgar como hereje por un Tribunal de la Inquisición. Carlos VII, olvidando cuánto le debía, mostró la ingratitud y falta de honor que un rey ha de tener: no dio ni un solo paso para liberar a la salvadora de Francia.
Fue apresada pasando de un castillo a otro hasta el de Ruán, su cárcel definitiva, donde fue encerrada en una altísima torre, vigilada constantemente por varios hombres armados y, dicen, encadenada de manos y pies a un madero.
A Juana no se la consideró prisionera de guerra sino que se la quiso juzgar como hereje por un Tribunal de la Inquisición y fue quemada en la hoguera. (…) Sus cenizas fueron arrojadas al Sena el 30 de mayo de 1431, un año después de su captura.
El juicio fue público, durante varias sesiones fue duramente interrogada con la pretensión que se declarase hereje. Durante este periodo tuvo que permanecer en cama durante un mes por estar enferma; se temía por su muerte y eso no convenía porque el tribunal quería llevarla a la hoguera.
Aquel día, cuando la llevaron a la plaza del Mercado Viejo de Ruán, fue un momento trágico en la historia de Francia. La hicieron subir a un estrado situado frente a los jueces y allí hubo de soportar, durante más de una hora una exhortación de lo más implacable. Las crueles palabras del obispo colmaron el dolor de la muchacha, quien rompió en un amargo llanto, mientas caía de rodillas comenzando a orar en voz alta.
Fue conducida hasta el pie de la pira y le cubrieron la cabeza con un gorro que decía: “Hereje, reincidente, apóstata, idólatra”. Pero la voz de Juana parece que se elevaba por encima del fuego hablando a Dios. Sus cenizas fueron arrojadas al Sena el 30 de mayo de 1431, un año después de su captura.
En 1455 cuando los ingleses fueron expulsados definitivamente de Francia, la madre y los hermanos de Juana de Arco solicitaron que fuera reivindicada su memoria mediante una revisión del proceso. El rey reparaba así la ingratitud que cometió con aquella inocente campesina que le entregó una corona y que murió a los 19 años sin que hiciera nada por salvarla.
Los jueces reabrieron el caso en el llamado Juicio de la Rehabilitación. Tras numerosas declaraciones de los testigos requeridos, los resultados de la investigación fueron enviados al Papa quien declaró que el proceso de Ruan había sido injusto e ilegal. La declaración de la inocencia de la Doncella de Orleans se hizo pública y patente después de 25 años de su muerte.
En el año 1909 la Iglesia inició el proceso de beatificación de Juana y en 1920 el Papa Benedicto XV incluyó en el Santoral a Juana de Arco. Símbolo de Francia y protectora de los franceses.
El pueblo donde nació Juana de Arco, Domrémy cuenta actualmente con 150 habitantes y su casa natal está abierta a las visitas.
La casa a la que nunca volvió está catalogada como “Monumento Histórico”.
¿Loca o iluminada?
Que cada cual concluya.