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miércoles 4, diciembre 2024

El viaje

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La gran paradoja de la existencia humana está en vivir conectados a la realidad o sobrevivir deambulando por lo irreal, entendiendo como irreal todo aquello que es consecuencia del comportamiento humano, de la absurda creación del hombre, dirigida a alimentar intereses egoístas, sentimientos sin fundamento, emociones que distraigan el vacío interior, castillos de arena que no se sostienen ante el primer «temporal» serio que la verdadera corriente de la Vida sitúe en su camino.

El viaje
Ilustración: Arabesco

Con ello podríamos decir que existen dos mundos que se compenetran pero que no se tocan, que se intercalan pero que no conviven, que ocupan el mismo espacio, pero en dimensiones diferentes.

Uno de ellos, el real, está configurado por el diseño original que la Mente del Creador, del Uno, soñó para este planeta y esta humanidad.
El Principio y el Fin, el punto de partida y la meta, el hombre como Idea y el hombre como realidad final, las Fuerzas o Energías que intervienen en todo este proceso, las causas y los efectos, las leyes que le dan sentido y lo regulan, todo ello forma un Todo unido y cohesionado, donde la Vida, desde la partícula más pequeña hasta la más grande manifestación, tiene su lugar, su sentido y su importancia en la cadena, en la Red.

El barco es el planeta, el océano es el cosmos, el destino es el futuro, los viajeros son los seres humanos y todas las criaturas que habitan el planeta. El capitán es el Soñador, el que guía a la humanidad a través del Sueño, de su Creación.

Este primer mundo, o mundo original, nos rodea, nos envuelve, nos compenetra y nada ni nadie se escapa a su control y a sus leyes.
Podría compararse a un inmenso barco donde todos los pasajeros realizan un viaje cuyo destino desconocen pero al que están obligados y del que no se pueden evadir.
Y lo realizan bajo las órdenes del capitán, de las normas que rigen la vida en el barco y de las circunstancias que el barco y los viajeros tengan que vivir.
Y todo sin que sean conscientes de ello, aunque se crean que son dueños de su vida y de sus actos.

El barco es el planeta, el océano es el cosmos, el destino es el futuro, los viajeros son los seres humanos y todas las criaturas que habitan el planeta. El capitán es el Soñador, el que guía a la humanidad a través del Sueño, de su Creación.
Pero, en todo ello, los viajeros en el barco se crean sus propias fantasías, se fabrican sus propias historias, se inventan el segundo mundo, una irrealidad dentro de la verdadera realidad.

Lo hacen por jugar a ser «capitanes», por necesidad de creerse libres, por imponerse a los demás compañeros de viaje, también por envidias, por celos, por miedos, por complejos.
Le dan tanta fuerza a su «creación», al segundo mundo, que llegan a creerse que es el único que existe, y se creen también poderosos en él, y se creen superiores, y se creen libres.
Rehúyen plantearse el hecho real de que están en un barco cuyo rumbo y destino desconocen. Ignoran al capitán, a pesar de que es quien ostenta el único y verdadero poder.
Se entretienen con sus fantasías mientras el barco, inexorablemente, continúa su viaje.

Cada pasajero vive en su burbuja, atento a sus propios y egoístas intereses, imposibilitando así el que pueda ser consciente del barco como un Todo, del viaje y del destino que sólo existe en la Mente del capitán.

Cada pasajero vive en su burbuja, atento a sus propios y egoístas intereses, imposibilitando así el que pueda ser consciente del barco como un Todo, del viaje y del destino que sólo existe en la Mente del capitán.
Pero la realidad es que el barco es un Todo, desde la materia más minúscula de su estructura hasta las vidas que lo habitan o que lo guían hacia su destino.
Y, por increíble que parezca, los pasajeros pueden vivir hasta tal punto su irrealidad, su personal fantasía, que lleguen a olvidarse de que van en un barco y en un viaje cuyo destino ignoran.
Ello da lugar a las más disparatadas actitudes, a los más ilógicos comportamientos, a las más absurdas decisiones. El segundo mundo, el creado por los pasajeros inconscientes, en el que viven los seres humanos, no tiene futuro, no tiene sentido, no tiene razón de ser.
Intentan sobrevivir «dentro» del primer mundo, pero ambos son incompatibles, porque el capitán del barco tiene un Sueño hacia el que conduce a todos, un destino donde todos verán colmadas sus aspiraciones. Mientras, cada viajero tiene sus ambiciones personales y egoístas, no lo mejor para todos sino para sí mismo.

Algunos despertarán a la realidad durante el viaje y colaborarán con el capitán. Otros lo harán al final, y unos pocos se tirarán por la borda porque su orgullo y su egoísmo no soportarán los cambios que se experimentarán en el viaje, no tendrán valor para admitir su actitud errónea y cambiarla.
Existen dos mundos, pero uno está condenado a desaparecer porque no es real.

En el desarrollo de todo el proceso, de todo el viaje dentro del barco, algunos pasajeros, los más despiertos, se hacen sabios y pueden llegar a conectar con la Mente del capitán y participar así conscientemente de su Sueño, de su Idea, del sentido y la razón de ser del mundo real.
Pero sólo los que se vuelvan como niños lo conseguirán. Sólo los que confíen, los humildes, los puros, los limpios, los que no oculten su interior a los demás.
Así está dispuesto en la Mente del capitán y así será.

Existen dos mundos, pero uno está condenado a desaparecer porque no es real.

Y llegará un tiempo en el que el viaje llegue a su fin, en el que el barco llegue a puerto.
Es entonces cuando todo cobrará sentido, cuando el “proyecto” del capitán será desvelado, cuando los viajeros conocerán el Sueño, la Idea que existe en la mente del capitán.

Y ese tiempo tiene su correspondencia con el tiempo actual que vivimos. El planeta, la humanidad, está cercana a conocer el Sueño del Creador, pero no todos los hombres podrán entenderlo, porque no se han preparado para este momento, porque han desoído todas las llamadas, todos los avisos que desde hace mucho tiempo han sido transmitidos para que la humanidad estuviera consciente y despierta para poder reconocer los “signos de los tiempos”.

Este es el tiempo señalado y las evidencias son claras, porque así habían sido comunicadas
para que la humanidad se preparara.

También fue dicho… “el que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga”.

El viaje ha llegado a su fin… ¿Quién lo ha aprovechado?

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1 COMENTARIO
  1. HOLA:
    GRACIAS,GRACIAS, Y GRACIAS POR TAN SIMPLE Y PROFUNDO MENSAJE. DÁ PLACER SABER QUE SOMOS VARIOS, POR NO DECIR MUCHOS LOS QUE COMPRENDEMOS «LOS TIEMPOS DEL CREADOR». FELICITACIONES!!

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