El pastor Gregorio Pérez, alias El Cainejo, fue clave en la ascensión al Naranjo de Bulnes, allá por 1904 cuando el Marqués de Villlaviciosa con sus “sólidas alpargatas” y una cuerda comprada en Londres decidió conquistar su sueño. Guiar a otros a través de las montañas es una antigua y honorable tradición.
Vamos a la montaña principalmente para disfrutar. En ese recorrido nos vamos a enfrentar a retos físicos y mentales en un entorno espectacular, que al final va a ser un regalo para nuestro espíritu. Pero también entraña riesgos. Saber moverse y no sobrepasar la fina línea que separa la aventura de la desventura es básico.
La muerte el pasado marzo por hipotermia y fatiga extrema, de Iratxe Urrutia, una montañera vasca durante una salida en la Sierra de Gredos con el monitor de su club, abre el debate sobre la formación y la responsabilidad de quien realiza esta tarea. ¿Cuándo un grupo debe plantearse contratar los servicios de un guía? Desde “Guías Cantábricos”, Mario Fernández recomienda esta opción “cuando en el grupo no haya una persona que tenga una experiencia suficiente en lo que actividades de montaña se refiere, y con eso me refiero a información de la ruta, conocimientos de orientación, saber mantener una seguridad mínima a lo largo del desarrollo de toda la actividad controlando los posibles riesgos objetivos -desprendimientos, niebla, tormentas- o subjetivos -sobrestimación de las capacidades, falta de preparación física-. En nuestra compañía una de las cosas que hacemos antes de una salida es recabar toda la información posible de las personas que vienen con nosotros para evitar sustos. Con todo ello, podremos minimizar riesgos”.
Es mucha la responsabilidad que recae sobre estos profesionales. No hablamos sólo de la persona que se pone delante de un grupo para guiarles. “Debemos tener en nuestra cabeza todos los elementos de la salida, horarios, parte meteorológico, posibles cambios en la montaña y también decidir en qué momento hay que renunciar a una cumbre y dar la vuelta. Por eso cuando se vaya a contratar a un guía hay que asegurarse de su formación y titulación ya que en cierta forma vamos a dejar nuestra vida en sus manos”, apunta el guía de alta montaña y barrancos Martín Elorza, que incide en este apartado: “Los titulados profesionales pertenecemos a la Asociación Española de Guías de Montaña (AEGM), una entidad reconocida internacionalmente donde quien quiera puede tener acceso a información sobre todos los asociados”.
Los amantes de la montaña, los que de verdad se sienten atraídos por ella, buscan algo más allá del esfuerzo físico. Un buen guía también podrá enseñar a descubrir lo que nos rodea, a interpretar el paisaje, a respetarlo, a conocer el porqué de determinados bosques o formaciones rocosas. Porque la montaña, como la vida, es una fuente inagotable de aprendizaje que nos enseña a movernos y sobre todo, a vivir.