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jueves 28, marzo 2024

Una historia del turismo. Juan Carlos de la Madrid. Escritor.

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Con su libro número catorce, Juan Carlos de la Madrid ha ganado el Premio Alfredo Quirós 2010, otorgado por la Librería Cervantes.
Se trata de “Aquellos maravillosos baños” (Ediciones Trea / Fundación Caja Rural), donde cuenta los orígenes del turismo moderno en Asturias.
A pesar de su apellido, Juan Carlos de la Madrid es de Avilés. Doctor en Historia y diplomado en cinematografía, se ha especializado en temas relacionados con la historia social y de masas. Quizá su libro más conocido sea “Cinematógrafo y varietés en Asturias”, donde analiza la llegada del cinematógrafo en un momento histórico apasionante. “Antes de formarse el modelo de Hollywood, hay un magma donde el cine es una más de las varietés, cuando en una barraca se montaba una proyección de cine junto a un número de focas amaestradas o a “La Chelito”, la cupletista de turno. Ese libro retrataba esa mezcla de espectáculos, y fue además mi tesis doctoral”.
Hace ya tiempo que un trabajo sobre arquitecturas playeras le puso en la pista de este nuevo libro. Llegado el momento, ha podido publicar una historia del turismo en Asturias, usando la playa como hilo conductor.

-“Aquellos maravillosos baños” es un título muy sugerente. ¿Cómo llegó a él?
-Ese título tiene un subtítulo que es “Historia del turismo en Asturias”. Esto es un libro de historia, que suelen tener títulos muy científicos, muy académicos, poco llamativos. Así que se trataba precisamente de encontrar algo distinto y éste, siendo un juego de palabras, creo que retrata muy bien el contenido. La playa es el inicio del turismo y “aquellos maravillosos baños” son también “aquellos maravillosos años” desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX. Yo siempre digo que este libro es un desembarco: empieza en la playa y luego toma posiciones por el interior.
-Ha ganado el Premio Alfredo Quirós, otorgado por la Librería Cervantes. ¿Qué supone este reconocimiento?
-Publicar en una región pequeña como Asturias, y además literatura específica siempre es difícil. Y ganar un premio como éste supone dos cosas: una, tener una publicación de calidad, y ésta lo es, un libro de casi seiscientas páginas con más de trescientas fotografías. Y dos, que salga avalado por el respaldo de una institución prestigiosa como es la Librería Cervantes. Además, para mal y de alguna manera para bien, éste es el último Premio Alfredo Quirós que se va a dar. Es una desgracia para muchos estudios que podrían ver la luz gracias al premio, pero por otra parte hace singular este libro.
-¿Cómo se estructura esta historia del turismo en Asturias?
-Es el paso del veraneo al turismo. En el siglo XIX la gente que tenía tiempo y dinero podía vivir temporadas distintas en lugares diferentes, y por tanto hacía el veraneo. No se había inventado el ocio, ni como concepto ni como práctica. Hay que tener en cuenta que en España hasta 1905 no surge la ley del descanso dominical, y hasta los años treinta no empiezan a existir las vacaciones pagadas. El turismo es algo que llega poco a poco en los años veinte y comienza a desarrollarse de forma masiva en los años treinta, pero la guerra civil y la cruda posguerra cercenan ese desarrollo. En España el estándar maduro del turismo de masas no llega hasta los sesenta, con las suecas en bikini.
-¿Cuál es la importancia de la playa en ese proceso?
-A pesar de ser Asturias una región de costa, hasta mediados del siglo XIX la playa no existía a efectos sociológicos: era el patio trasero, destinado a usos de pesca, para recoger algas o como basurero. Pero en un momento dado los más acomodados se dan cuenta de que se puede, e incluso tiene beneficios para la salud, bañarse en lo que se llamaban mares fríos. En ese sentido los reyes hicieron mucho, porque se bañaban desde los años treinta en El Sardinero, en San Sebastián. Ése es el hilo conductor del libro, con capítulos como “la playa inventada” o “la playa conquistada”. Se va viendo como poco a poco la playa se captura para la práctica social.
-La segunda parte del libro analiza el desarrollo del turismo desde una óptica más profesionalizada. ¿De qué manera?
-Se analizan las instituciones y los hombres que intentaron desarrollar el turismo en Asturias y los ingredientes fundamentales de esta industria, como era el transporte en una región en la que éste siempre ha sido un problema, desde las diligencias hasta los automóviles, pasando el Pajares el ferrocarril… que seguimos estando ahí, con lo cual el libro tiene un punto de actualidad en ese terreno.
También se utilizó la difusión: guías, porfolios, fotografías, el cinematógrafo… Y por último los festejos, como gancho para atraer al forastero. Los festejos autóctonos acabaron confeccionando una especie de “asturianía de guardarropa” para el que venía de fuera, para representar, para que se vea el traje regional y ese tipo de cosas. Y también se une otro tipo de fiestas importadas, como los toros, que era una fiesta ya industrializada de una forma moderna en toda España. A finales del siglo XIX se construyen las primeras plazas en Oviedo, en Gijón, incluso en Llanes. Entonces en los protocolos de las fiestas antiguas se incrustaron todo tipo de espectáculos modernos, hasta llegar al deporte. En los años veinte era imposible ver un programa festivo que no tuviera por ejemplo carreras de bicicletas, o fútbol, por supuesto.

“El turismo es algo que empieza poco a poco en los años 20. Pero no es hasta los 60 cuando llega el estándar de turismo de masas, con las suecas en bikini”

Izda.: Bañistas. Dcha.: Gijón. La playa y club de regatas
Izda.: Bañistas. Foto: Constantino Suárez / cedida por J.C. de la Madrid. Dcha.: Gijón. La playa y club de regatas. Foto: Archivo Mpal. de Gijón / cedida por J.C. de la Madrid.
-¿Cómo ha sido la labor de documentación para estructurar esta historia?
-Muy larga. Este es un libro que he tenido en cartera durante mucho tiempo, y he ido utilizando todo tipo de fuentes, sobre todo hemerográficas: mucha, muchísima prensa, tanto asturiana como de fuera de Asturias. Ahí he buscado varias cosas, porque en el asunto turístico hay artículos largos y densos, pero hay también informaciones que tienes que buscar en la gacetilla, en el suelto, en el reclamo. Y en la publicidad, porque los cambios en los anuncios retratan una cierta evolución. Por poner un ejemplo, este libro es también una especie de historia del bañador, en una parte que se titula “El traje, la piel, la mirada” en la que se habla no sólo de la moda sino de todo lo que representaba, o del voyeurismo… He usado archivos históricos provinciales y locales, protocolos notariales, fotografías, planos, cine… casi de todo.
-¿Cuánto ha cambiado el turismo de entonces y de ahora?
-Ha cambiado mucho, desde luego. Ahora sí que hay un turismo de masas, al alcance de mucha gente, de diversos poderes adquisitivos y en todos los formatos. Incluso sin desplazarse uno puede ir a disfrutar de la playa sin las convenciones sociales de entonces. Hoy el turismo es una industria con un valor añadido importante, y está claro que desde todos los estamentos se está buscando, no como la panacea, sino como una más de las industrias que tienen que existir aquí.
-La minería y la siderurgia han jugado un papel fundamental en la economía asturiana. ¿Está llegando el turismo a ser tan importante?
-Yo creo que sí, aunque mi formación no me permite ver el futuro de una forma tan clara. Pero es un tema sociológico e incluso matemático, porque el turismo va escalando puestos en el PIB regional de una forma cada vez más clara.
Por ligar lo viejo y lo nuevo: en los años ochenta se lanzó una marca que tuvo mucho éxito, que fue “Asturias, paraíso natural”. Pues bien, esa marca tiene un siglo de vida, aunque cuando se empezaron estas cosas ni siquiera se sabía lo que era una marca, pero sí había dos reclamos para decir “venga usted a Asturias”. Una era la idea de “paraíso”, que dejó escrito José Zorrilla respecto a Asturias, cuando veraneó una temporada en Vidiago, en Llanes. Y la otra, que se utilizó después, es que entonces la referencia de turismo interior, alpino y elegante, era Suiza. Y Asturias era “la Suiza con mar”: lo perfecto, el paraíso resultante de unir el mar y la montaña.

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