¿Es realista hablar de la criogenización de humanos o es sólo ciencia ficción? ¿Es posible revivir un cuerpo tras haber sido criogenizado?
En este artículo vamos a tratar de responder a estas cuestiones de la forma más científica y rigurosa posible. Lo cierto es que las preguntas parecen un tanto chocantes y podemos pensar que casi rozan lo fantástico. Sin embargo, como podréis comprobar unas líneas más abajo, detrás de lo que aparentemente parece una ficción, hay un mucho más contenido de lo que se podría esperar. Y es que, desde que en 1962 el físico y matemático Robert Ettinger publicase su libro “The Prospect of Immortality” (“La perspectiva de la inmortalidad”), los avances en la llamada “criónica” no han dejado de aumentar.
Comencemos primero definiendo el concepto de “criónica”. La criónica es una ciencia (según defienden sus adeptos) o pseudociencia (según la corriente mayoritaria en la comunidad científica hoy en día) que estudia la preservación de seres vivos a bajas temperaturas cuando la medicina actual ya no puede hacer nada por ellos. Es bastante común confundir la criónica con otras disciplinas que también usan el prefijo “crio” (que, por cierto, viene del griego κρύος [kryos] que significa frío, helado o gélido) como son la criobiología, la criogenia y la criopreservación. La criobiología es una especialidad de la biología que investiga el efecto que producen las bajas temperaturas en los organismos vivos. Por otro lado, la criogenia es el conjunto de técnicas utilizadas para enfriar un material a temperaturas menores o iguales a la de ebullición del nitrógeno (temperaturas criogénicas), es decir 77 K (K = grados Kelvin, una escala de temperaturas en la que 0 °C equivale a aproximadamente 273 K) o, lo que es lo mismo, -196 °C. Por último, la criopreservación se basa en la preservación de tejido, material orgánico o células a temperaturas criogénicas. Por tanto, podríamos decir que la criónica utiliza los conocimientos de la criobiología como base y utiliza las técnicas de criogenia para preservar los seres vivos. Hasta aquí está claro, pero establecer la diferencia entra la criónica y la criopreservación es más complicado porque, en realidad, la diferencia es sutil. En la criopreservación se habla de conservar los tejidos y células a temperaturas criogénicas, pero en la criónica se suma la idea de preservar también la información almacenada en el cerebro del ser vivo. Y es este último punto el que hace a la criónica una disciplina muy controvertida y calificada por gran parte de la comunidad científica como pseudociencia. Como vemos, la criónica pretende preservar no sólo el material orgánico del cuerpo sino también, por decirlo de alguna manera, aquello que nos hace ser quienes somos y como actuamos y para ello se necesita salvar lo que tenemos almacenado en nuestro cerebro. Pero, ¿cómo se conserva la personalidad, la conciencia, la inteligencia o los sentimientos? ¿Es posible hacer esto? Los estudiosos de la criónica afirman que sí.
En la criopreservación se habla de conservar los tejidos y células a temperaturas criogénicas, pero en la criónica se suma la idea de preservar también la información almacenada en el cerebro del ser vivo.
Como comentamos, la idea de la criogenización de los humanos se plasmó en lo que podríamos considerar como el “acta fundacional de la criónica”, el libro de Robert Ettinger “The Prospect of Immortality”. En este libro Ettinger afirma que «Es un hecho. Es posible conservar, a muy bajas temperaturas, a personas muertas sin deterioro alguno, de forma indefinida». La idea detrás de todo esto es que cuando una persona enferma y no puede ser ayudada de ninguna otra forma por la medicina actual, el cuerpo se congela hasta que el avance de la civilización, de la tecnología y de la medicina permita curar la enfermedad que nos mataba en su momento. Ettinger argumentaba que: «Si la civilización perdura, la ciencia médica debería permitirnos reparar cualquier daño al cuerpo humano, incluido el daño por congelación, la senilidad o cualquier causa de muerte… Por eso sólo necesitamos almacenar nuestros cuerpos, tras nuestra muerte, en congeladores habilitados para ello, para esperar al día en que la ciencia pueda ayudarnos». Con estas firmes convicciones, Ettinger, considerado el fundador de la criónica a raíz de su libro, fundó en 1976 el “Cryonics Institute” que ofrece desde entonces al público en general, por el módico precio de 28.000 $, la posibilidad de ser criogenizado y preservado en sus estaciones de Clinton Township, Michigan (EEUU). Fue varios años antes, sin embargo, cuando el primer ser humano fue criogenizado. Se trató de James Hiram Bedford que fue criogenizado en 1967 y cuyo cuerpo todavía se conserva en las instalaciones de “Alcor Life Extension Foundation”, otra de las organizaciones líder en criogenia. Fue fundada en 1972 y sus instalaciones están en Scottsdale, Arizona (EEUU).
La criopreservación de tejido orgánico es algo muy bien establecido. Por ejemplo, es de sobra conocido que los óvulos que después se utilizan para la reproducción asistida están criopreservados. También se mantienen con esta técnica los espermatozoides y los embriones que también se emplean en técnicas de reproducción asistida.
Ahora bien, ¿cuál es el procedimiento para conservar un cuerpo a tan bajas temperaturas? Lo primero que tenemos que decir es que la criopreservación de tejido orgánico es algo muy bien establecido. Por ejemplo, es de sobra conocido que los óvulos que después se utilizan para la reproducción asistida están criopreservados. También se mantienen con esta técnica los espermatozoides y los embriones que también se emplean en técnicas de reproducción asistida. Es, por tanto, la técnica de criopreservación de células algo de uso cotidiano. Sin embargo, este proceso no es nada trivial y requirió muchos años de investigación para solventar su principal problema: la formación de cristales de hielo en las estructuras celulares. Por debajo de los 5 grados bajo cero, el agua dentro de sus células se congela y crea cristales de hielo. Como el hielo es menos denso que el agua líquida, ocupa más espacio, así que los cristales perforan las membranas celulares creando un daño severo. Para superar este obstáculo, la mayoría de procesos de criopreservación hoy en día se lleva a cabo mediante un proceso llamado vitrificación en el que el agua de los tejidos y células se sustituye por lo que se conocen como agentes crioprotectores o anticongelantes. Estos crioprotectores son sustancias orgánicas, como el glicerol, el propilenglicol o el sulfóxido de dimetilo (DMSO), que protegen a la célula durante el enfriamiento. Lo que se consigue con estas sustancias es reducir la temperatura de lo que se conoce como transición vítrea clave en el proceso de vitrificación. Pero, ¿en qué consiste exactamente este proceso? Este proceso se define como la conversión de un material en un sólido amorfo similar al vidrio (de ahí su nombre), carente de toda estructura cristalina. Esto se consigue por medio de un rápido enfriamiento de un material en estado de fusión mediante la mezcla con un aditivo. El proceso debe ser lo más rápido posible. Cuando el material de partida es sólido, la vitrificación normalmente conlleva el calentamiento de la sustancia a muy altas temperaturas, entre 1100 y 1700 °C para después hacer un enfriado repentino. Pero cuando el material de partida es un líquido, necesitaremos un enfriamiento muy rápido o la introducción de agentes que impidan la formación de cristales. Es esto último, precisamente, lo que hacemos en la vitrificación de tejidos. Se añaden los crioprotectores y enfriamos muy rápido —con velocidades de enfriamiento de hasta 23000 °C/min, unos 383°C/s, lo que quiere decir que podríamos enfriar un tejido desde temperatura ambiente (digamos unos 25 °C) a -196 °C, que es la temperatura a la que se suelen conservar, en menos de 1 segundo, en concreto en aproximadamente 0.58 segundos— impidiendo la formación de cualquier tipo de cristal que pueda dañar las células. De hecho, se forma un material totalmente amorfo que protege las células.
Teniendo en cuenta esto, nos damos cuenta de que el proceso de criogenización de un cuerpo humano completo es un poco diferente ya que el enfriamiento, por el tamaño del cuerpo humano, no se puede llevar a cabo tan rápido como en óvulos o espermatozoides. El proceso comenzaría inmediatamente después de la muerte legal de la persona. Primero, el cuerpo se coloca inmediatamente en un baño de hielo y, al mismo tiempo, se usa una máscara de ventilación para continuar proporcionando oxígeno a los órganos del cuerpo, particularmente al cerebro para evitar el daño celular, mientras se sigue bombeando sangre con heparina (un anticoagulante) usando una máquina de reanimación cardiopulmonar automatizada (RCP automatizado). En este punto, la temperatura corporal se controla con detalle para asegurar una reducción gradual. A continuación, el cuerpo se «vitrifica». Para ello se reemplazan los fluidos del cuerpo con agentes crioprotectores. Una vez hecho esto, el cuerpo está preparado para el frío y comienza el proceso de enfriamiento controlado. Este es el paso final antes del almacenamiento a largo plazo e implica enfriar el cuerpo lentamente. El cuerpo se coloca dentro de una bolsa aislante protectora y luego dentro de una caja de enfriamiento donde se introduce nitrógeno líquido a un ritmo constante. Esto se lleva a cabo lentamente, durante varios días, hasta que el cuerpo alcanza una temperatura de -200 grados centígrados de forma homogénea. Esta es la diferencia con la vitrificación convencional que se lleva a cabo a velocidades muy altas. Aquí la vitrificación se lleva a cabo controlando que los crioprotectores no formen cristales en ningún momento. A estas temperaturas toda actividad biológica se detiene y la muerte celular no tiene lugar (proceso resumido en la figura 1).
Con este procedimiento, un cuerpo criogenizado puede permanecer intacto durante miles de años. La cuestión es, ¿se puede revivir el cuerpo años más tarde? Y la respuesta es clara y directa: con los medios y la tecnología actual NO. A día de hoy, no somos capaces de congelar y descongelar sin causar daños, ni siquiera órganos aislados. Es por esto que las operaciones de trasplantes siguen llevándose a cabo hoy en día a toda velocidad e incluso en muchas ocasiones los órganos quedan inservibles en la espera. Por otro lado, está el daño que causan los crioprotectores, que en muchos casos son irreversibles. Pero esto parecen detalles menores cuando abordamos la cuestión principal, ¿qué pasa con nuestro cerebro? ¿Seríamos la misma persona al despertarnos, con las mismas capacidades, los mismos recuerdos, la misma conciencia? Lo cierto es que, como comentábamos, esta es la parte más controvertida de la criónica y en la que todavía hay mucho escepticismo sobre un posible éxito. Hay neurocientíficos que aseguran que la identidad de una persona puede ser teóricamente mantenida en el futuro si los científicos encuentran cómo superar los efectos destructivos de la criopreservación en las neuronas. En un principio las conexiones neuronales deberían funcionar igual si realmente no hay daño en las mismas. Argumentan también que hay ejemplos de personas que han caído a aguas congeladas, perdido funciones vitales de respiración y pulso cardiaco y, al volver en sí, regresan sin perder su identidad o su memoria.
¿Qué pasaría con nuestro cerebro? ¿Seríamos la misma persona al despertarnos, con las mismas capacidades, los mismos recuerdos, la misma conciencia? Lo cierto es que, como comentábamos, esta es la parte más controvertida de la criónica y en la que todavía hay mucho escepticismo sobre un posible éxito.
Pero, el hecho de que hoy día, con los medios actuales, no sea posible revivir un cuerpo, ¿quiere decir que nunca va a ser posible? ¿O es, digamos, tecnológica y médicamente posible siquiera imaginárselo? Y en esta cuestión la respuesta es de nuevo clara y directa: SI. Lo cierto es que no es descabellado pensar que en un futuro seamos capaces de revivir cuerpos humanos que han sido criopreservados. Es, de hecho, este argumento uno de los más utilizados por la ciencia criónica. Argumentan que el hecho de que la tecnología de hoy en día no esté suficientemente madura en este campo no significa que en unos años no vaya a estar mucho más avanzada. Suelen decir que no hay nada que perder. Ya estás muerto y no pasa nada por ser criogenizado, no se pierde nada. Si en unos años se te puede revivir y curar, tendrás una segunda oportunidad. De hecho, recientes avances en criobiología, criopreservación y criónica indican que se están dando pasos para que todo esto deje ser ciencia ficción algún día.
Como decimos, es cierto que hoy en día la criopreservación de personas o grandes animales no es reversible, pero no sucede lo mismo con organismos inferiores. Es el caso, por ejemplo, del gusano nematodo (vulgarmente conocidos como gusanos redondos o gusanos cilíndricos, son organismos esencialmente acuáticos con una forma muy similar a los gusanos) Caenorhabditis elegans (figura 2). Un estudio publicado en 2015 reveló que los mecanismos que regulan la impresión de olores (una forma de memoria a largo plazo) en Caenorhabditis elegans jóvenes no habían sido modificados ni por el proceso de vitrificación ni por la congelación lenta en la etapa adulta. Esta fue la primera evidencia de que la memoria después de la criopreservación puede ser conservada y rehabilitada.
Por otro lado, es también conocido que otros animales, como algunos tipos de ranas, pueden sobrevivir durante algunos meses en un estado parcialmente congelado con ciclos sucesivos de congelación-descongelación. Es el caso, por ejemplo, de las ranas del bosque (Lithobates sylvaticus). La formación de núcleos de hielo en su piel induce rápidamente la producción endógena de glucosa, un crioprotector necesario para la tolerancia a la congelación. Esto les permite sobrevivir en condiciones naturales durante 7 meses a temperaturas inferiores a -18°C. Otro caso similar es el de la rana arbórea japonesa (Hyla japónica) que puede llegar a sobrevivir hasta 4 meses a temperaturas de -30°C a -35°C.
Algunos tipos de ranas pueden sobrevivir durante algunos meses en un estado parcialmente congelado con ciclos sucesivos de congelación-descongelación. La rana arbórea japonesa puede sobrevivir hasta 4 meses a temperaturas de -30°C a -35°C.
Otro estudio muy prometedor es el publicado en 2016 en la revista “Cryobiology” en el que, por primera vez, se pudo conservar la estructura detallada de un cerebro de mamífero, en este caso un conejo, y descongelarlo completamente intacto conservando todas sus conexiones sinápticas (las uniones de las células nerviosas) en perfecto funcionamiento. Para lograr esto, los investigadores utilizaron una nueva técnica química llamada crioconservación estabilizada con aldehídos, o ASC, que involucraba la combinación de procesos llamados de fijación química y enfriamiento criogénico. Primero, el glutaraldehído líquido aceitoso se usó para unir las proteínas en el cerebro y luego se usó etilenglicol, un poderoso anticongelante que se usa en la industria automotriz, para proteger el cerebro del frío extremo.
Más recientemente, en 2021, en otro estudio, investigadores de la Universidad de California Berkeley (EEUU) han conseguido hacer que muestras de tejido cardíaco vuelvan a latir después de estar sometidas a temperaturas bajo cero hasta tres días gracias a un proceso llamado congelación isocórica con el que se evita la formación de cristales de hielo en el tejido cardíaco y el daño posterior al descongelarlo. La congelación isocórica consiste en conservar los tejidos en un recipiente rígido y hermético que se llena de un líquido. En la congelación convencional, la isobárica, los tejidos se exponen al aire y se congelan a temperaturas inferiores a los 0 ºC. En la congelación isocórica, aunque el recipiente llega a la temperatura por debajo de cero, su interior no llega a congelarse del todo. La parte más exterior empieza a formar hielo y a crecer en volumen generando presión hidrostática en el interior hasta que el sistema alcanza un nuevo equilibrio termodinámico. De esta manera se producen dos fases dentro de la cámara, una sólida en la capa exterior y una líquida en la interior que es donde permanecen sumergidos los tejidos.
Como vemos, la criopreservación es un campo en el que los avances son continuos y prometedores. No es que estas investigaciones se realicen con el objetivo de congelar cuerpos completos, sino que más bien están enfocados en la preservación de órganos para trasplantes, pero de todos modos la criónica puede aprovecharse de ellos. Pero al margen de los avances que se puedan dar en la actualidad o en el corto plazo, algunos científicos creen que algunas técnicas de reanimación como la nanorreparación celular, las técnicas de computación avanzadas, el control detallado del crecimiento celular o la regeneración de tejidos van a ser mejoradas ostensiblemente a largo plazo posibilitando la reanimación de cuerpos humanos completos.
Sea como fuere, parece que cada vez son más las personas que contemplan la criogenización como una alternativa a considerar. Alcor y el Crionics Institute cuentan ya con alrededor de 300 pacientes (así llaman a la gente actualmente criogenizada) y con más de 1000 personas esperando el momento para ser criogenizados. Por cierto, uno de ellos no es Walt Disney, cosa que se creyó cierta durante largo tiempo. Walt Disney falleció el 15 de diciembre de 1966, a la edad de 65 años, debido a un tumor en su pulmón izquierdo (fue un fumador de tres paquetes de tabaco al día durante toda su vida). Los cirujanos extirparon el pulmón izquierdo de Walt, pero le tuvieron que dar la mala noticia de que el tumor había hecho metástasis. Aunque le dieron de seis meses a dos años de vida, Walt duró sólo 34 días más y sucumbió al cáncer de pulmón el 15 de diciembre. Disney fue incinerado dos días después.
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