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jueves 13, marzo 2025

Las mieles del Refranero

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«Por calles y avenidas la sabiduría hace oír su voz»

(Dicho por Salomón, hijo de David, rey de Israel) 

Y es, por ello, que desde hace tiempo vengo pensando que todo maestro debería iniciar su clase con un refrán en la pizarra a fin de enseñar a sus alumnos a “pensar”, a “reflexionar”. De la calle al aula.
Sería sencillo, solo cinco minutos cada día y, cada día, un alumno debería reflexionar acerca del refrán. Finalmente, el maestro añadiría, matizaría o descubriría el mensaje.
Adquirir conocimientos es la cuestión, pero aprender a reflexionar es mucho más difícil.
Y así estamos.

Y tanto es así, que hoy dedico ésta, mi página, al interés del refranero y conviene, por ello, situar el refrán en el lugar que le corresponde en el lenguaje.

La disciplina que estudia los refranes es la Paremiología.
Por tanto, una paremia es una frase de origen popular repetida tradicionalmente de forma invariable que invita a una reflexión intelectual y moral, son los aforismos, adagios, proverbios y refranes.

Según la definición de la RAE un refrán es: “un dicho agudo y sentencioso de uso común que suele contener consejos, pensamientos, opiniones e ideas”.
Son utilizados desde mucho tiempo atrás en todo el mundo, sin poder concretar el tiempo de inicio puesto que su transmisión ha sido oral. En cambio, conocemos que los primeros refranes escritos se remontan a la Edad Media.

En el S. XV el Marqués de Santillana escribe una obra titulada “Refranes que dicen las viejas tras el fuego”.
En este mismo siglo Fernando Rojas en su otra “La Celestina” ya recoge gran cantidad de refranes, algunos de ellos como:

“Lo bueno vale caro y lo malo hace daño”.
“Cuán fácil cosa es representar vida ajena y cuán duro guardar cada uno la suya”.

Y, curiosamente, algunos escritores como el dramaturgo Calderón de la Barca han elegido un refrán para dar título a una de sus obras de teatro: “Casa con dos puertas, mala es de guardar”.

Pero es en el s. XIX donde el refranero alcanza su plenitud, de hecho, Fernando Rodríguez, escritor, erudito, ilustre cervantino y director de la RAE dedicó su discurso en la Academia Sevillana de letras al tema que nos ocupa, al refrán.

Todos los refranes tienen un significado experiencial, histórico y psicológico.
Veamos algunos y cómo se han construido:

Salvados por la campana:
El significado actual tiene que ver con una situación comprometida, incluso amenazadora, donde todo parece perdido y de repente algo ocurre que nos salva de esa situación.

Y ¿por qué ese decir?, ¿ese refrán?

En la antigüedad muchas personas eran enterradas con vida y para evitar la muerte bajo tierra se colocaba en el exterior del féretro una campana que el “enterrado” podía accionar desde el féretro.
Era así cómo salvaba su vida.

A buenas horas mangas verdes:
Se dice de aquella ayuda que llega cuando ya no es necesaria.

El origen de esta frase se remonta al reinado de los Reyes Católicos y a la creación de una corporación compuesta de gente armada llamada los Cuadrilleros de la Santa Hermandad, con el fin de perseguir a los delincuentes y que, parece ser, nunca llegaban a tiempo para capturar a los malhechores y así los delitos quedaban impunes. Su uniforme lucía mangas verdes, de ahí la expresión.

Por tanto, podemos cuestionar ¿de qué sirven los refranes? ¿Cuál es su utilidad?

  1. Nos ayudan a conocer el mundo a través de los ojos de quienes nos precedieron.
  2. Fueron muy populares entre nuestros antepasados porque con ellos adquirían cierta sabiduría y
  3. son un fantástico recurso para ilustrar situaciones o para poner el broche final de un argumento, además, tal como sostuve al principio, enriquecen la construcción del mensaje porque contienen sabiduría, verdad, moral y valores tradicionales.
    Y este interés por los refranes ha llevado, y llevará sin duda, a un estudio de los mismos y, desde luego, encuestas acerca de cuáles son los más exitosos. Algunos de ellos son los siguientes:
  • Ojos que no ven, corazón que no siente.
  • A palabras necias, oídos sordos.
  • A mal tiempo buena cara.
  • Quien siembra vientos recoge tempestades.

Todos y cada uno son útiles para la vida, para nuestra vida, contienen un mensaje, una moraleja. Su utilidad es visible cuando el refrán nos hace reflexionar, tocar las palabras, sentirlo. Es así como el refranero nos enseña la vida.

Pero lo que me sorprende es que en los quince más elegidos no están algunos que a mí me parecen fundamentales para la vida. Para mí estarían entre los tres primeros mis refranes favoritos, a saber:

  • De bien nacidos es ser agradecidos:
    Y es que el agradecimiento debe formar parte de nuestra forma de entender la vida, una actitud necesaria. Si alguien ha invertido en nosotros, sea con su tiempo, con un presente, con un consuelo, etc. tenemos la obligación moral de responder de alguna manera, es la forma de hacerle saber que se agradece su gesto… hay que devolver de alguna manera, no tiene que ser en la misma cuantía o el mismo tiempo, pero tiene que ser. Alguna vez leí “si la vida te ha dado, devuélvele algo”.
  • Soy el tiempo que me queda por vivir.
    Escuché, o leí, esta frase en algún lugar hace unos 20 años y desde entonces guía mi vida, entre muchos otros aforismos que he hecho propios. Es de una realidad aplastante, la única realidad. Siempre hemos escuchado “el tiempo es oro” y, sin embargo, no es cierto porque el oro se puede comprar y el tiempo no se compra. O sea: “la vida es tiempo”. El tiempo que me queda por vivir.
  • Cortesía y buenos modales abren puertas principales.
    La cortesía es fundamental para una convivencia grata, para una vida grata. La cortesía es humanidad, y a decir de Theodore Roosevelt un gesto de dignidad. Una asignatura pendiente. Las reglas elementales de la cortesía son: Alabar lo bueno de los otros, suprimir los reproches y dar importancia a los demás y prestarles atención.

Sin embargo, la mayoría de los refranes son una asignatura pendiente, es necesario reflexionarlos para exprimir su mensaje, para integrarlo, no en nuestro decir, sino en nuestro hacer.
Y de ahí mi invitación, o mi petición, a los docentes de buena voluntad para que dediquen cada día cinco minutos a esos menesteres.

Será un trabajo lento, pero enseñará a pensar. ¡Sin duda alguna!

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