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jueves 10, octubre 2024

Personajes Neuróticos

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“Mi arte se basa en una única reflexión: ¿Por qué no soy como los demás?”
Edvard Munch

Hoy vengo con un interrogante, un interrogante de vida. Una propuesta para la reflexión. Se trata de preguntarnos acerca de cuándo y porqué la vida nos da la espalda, nos traiciona, nos aparca sin piedad en el lado oscuro del camino.
El punto de partida se puede plantear de la siguiente forma:

¿Dónde nos equivocamos? ¿Cuándo se torció el camino donde extraviamos la utopía? ¿Por qué tanta fe y tanto vigor moral se transformaron en egoísmo y superchería?
(Juan Marsé. “El embrujo de Shanghai” 1993)

¿En qué momento y porqué se convierte el vagabundo en vagabundo, el fracasado en un fracaso, el alcohólico en un ser marginal?
(Rosa Montero. “La hija del caníbal” 1997)

Y añado un interrogante más: ¿En qué momento el miedo o las fobias comprometen la salud psíquica de una persona e hipotecan su vida?

Seguramente esas personas extraviadas, o muchas de ellas, conocieron y convivieron con sus progenitores en un ambiente aparentemente normal; seguramente siendo niños o adolescentes disfrutaron de fantásticos momentos, de juegos, de risas, de lágrimas. Seguramente creyeron en un futuro feliz.

Pero en algún momento algo falló. ¿Cuál fue el momento?

La perdición personal es insidiosa, permanece agazapada en nuestro interior esperando a que bajemos la guardia, a que se debiliten nuestras defensas para poner en marcha el mecanismo de demolición. Circunstancias y Personalidad, son las dos grandes implicadas.

Es necesario detectar el mecanismo en sus inicios y es posible si atendemos a las alarmas que saltan, a todo aquello que nos llama la atención pero que no queremos ver y justificamos. Niños que presentan conductas llamativas, extrañas, que presentan miedos, timidez, dureza, tics, complejos, que no toleran la frustración, que suspenden reiteradamente.

Y es que los padres siempre explican y disculpan estas conductas y creen, o quieren creer, que la solución vendrá de la mano del tiempo, de ir madurando o, desde un argumento muy socorrido: “yo también era así”.

Son muchos los adolescentes que sufren miedos, depresiones, complejos que cambian su vida. Los suicidios de menores de 25 años se han triplicado en los últimos 30 años.

Y, desde la distancia, el observador avezado, especialmente un profesional, sabe que ese niño va a tener serios problemas.
Son muchos los adolescentes que sufren miedos, depresiones, complejos que cambian su vida. Los suicidios de menores de 25 años se han triplicado en los últimos 30 años.

En no pocas ocasiones hay un grave problema de autoestima y, por consiguiente, de inseguridad, el caldo idóneo para los miedos que, sin el reparo conveniente, cambiarán la vida de la persona, como ha sido, es y seguirá siendo, a lo largo de la historia. Unos fueron y son anónimos, otros fueron y son famosos; entre ellos científicos, artistas, investigadores, escritores, pensadores. La Ansiedad que les asiste no hace distingos.

Algunos de ellos han escondido su problema porque lo cognitivo tenía y sigue teniendo un estigma negativo. Kierkegaard (filósofo y teólogo, fundador del Existencialismo. S. XIX) dijo lo siguiente: “Tan lejos como se remiten mis recuerdos, mi única alegría ha sido que nadie pudiera descubrir cuán desgraciado me sentía”.

Otros, por el contrario, lo han expresado abiertamente. Shopenhauer se manifestó de la siguiente forma: “Heredé de mi padre una angustia que maldigo y combato con todas mis fuerzas, llevo en mí una constante inquietud interior que me hace ver y buscar peligros donde no existen”.

De hecho, Shopenhauer dormía con dos pistolas cargadas por fobia a las agresiones, no se separaba de su vaso personal por miedo a los contagios, ponía títulos falsos a sus notas personales por fobia a los curiosos y solo vivía en pisos bajos por fobia a los incendios.

En ocasiones un problema de autoestima puede ser el caldo idóneo para los miedos que, sin reparo, cambiarán la vida de la persona, como ha sido, es y seguirá siendo, a lo largo de la historia.

Se dice que Juan Ramón Jiménez, a quien todos conocen por su obra “Platero y yo”, le tenía fobia a la letra “g” por lo que la sustituía por la “j”. Tenía que vivir cerca de un centro hospitalario. Acostumbraba a clavar las puertas a las jambas de sus marcos para evitar que la muerte se colara en su habitación. No conducía coches porque no tendría más salida que el suicidio en caso de atropellar a un perro. También dicen que cuando asistía a una conferencia, o evento similar, se situaba cerca de la puerta para salir corriendo, caso de necesidad. Fue Premio Nobel de Literatura en 1956.

Jorge Luis Borges sufría una fobia social y no podía ir a conferencias pero parece ser que lo superó. Tenía miedo a los espejos y creía que cada vez que se observaba en uno perdía su propia identidad; fue de niño cuando se fue gestando este miedo. En su dormitorio había tres espejos grandes ante los cuales se sentía indefenso temiendo ser consumido por ellos.

Otro caso que todos conocemos tiene que ver con la estrella del pop, Michael Jackson, sufría varias fobias: miedo a engordar por lo que comía una vez al día. Dormía, dicen, en la cámara hiperbárica, porque creía que purificaba su organismo y así podría vivir 150 años joven. Tenía miedo a crecer, a envejecer y lo expresó de la siguiente forma: “Quiero ser siempre joven para correr y jugar al escondite, mi juego favorito”. Tenía el Síndrome de Peter Pan e hizo de su casa un parque, la ciudad de Neverland, el País de Nunca Jamás.

Michael Jackson tenía el Síndrome de Peter Pan. Tenía miedo a crecer, a envejecer y lo expresó de la siguiente forma: “Quiero ser siempre joven para correr y jugar al escondite, mi juego favorito”.

También tenía miedo al contagio por lo que invertía miles de dólares en mantener un entorno aséptico, salía a la calle con una máscara y tenía miedo a aparecer en público por lo que canceló algún concierto.

Michael Jackson había multiplicado sus fobias, el miedo iba ganando terreno y así vivía, prisionero de sus miedos; miedos que, por otra parte, rentabilizaron la mayoría de quienes le rodearon ya que alimentaron sus temores para seguir ganando dinero sin el menor escrúpulo.

Su médico, Conrad Murray, estuvo detenido por homicidio involuntario. El médico que había cerrado su clínica para atender, en exclusiva al Rey del Pop. La estrella que dejó de brillar en sus manos.

Conclusión conveniente: quizá algunas de estas patologías no hubieran llegado a ser tan drásticas si las alarmas no hubieran sido desoídas.

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