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jueves 25, abril 2024

Los maricas no entraremos en el Reino de los Cielos, pero tampoco nos importa

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Poco falta para que el mes de octubre vaya dando paso a noviembre, payares en lengua asturiana. El Día de los Fieles Difuntos junto a la festividad de Todos los Santos nos recuerda que por mucho que nos creamos ser, somos seres finitos y reemplazables. Pasar el “Payares” significa dejar de existir. Fruto de un franquismo-cristiano sociológico heredado, incluso a día de hoy, seguimos embobados con la dicotomía cielo o infierno, en otras palabras, que si te portas bien en la vida irás al Paraíso y si te portas mal te irás a un lugar donde está un tal “Pedro Botero” atizando el fuego eterno. Hasta hoy no tenemos constancia personal de que nadie que se haya marchado hubiera visitado alguna estancia de las referidas, al menos nadie ha vuelto para contarlo. Detrás de este control social se encuentra el poder, el poder de controlar las mentes y apagar cualquier atisbo social de empoderamiento popular. Poder religioso que se vincula estrechamente con el político.
https://fusionasturias.com/opinion/reflexiones-desde-la-aldea/los-maricas-no-entraremos-en-el-reino-de-los-cielos-pero-tampoco-nos-importa.htm Los maricas no entraremos en el Reino de los Cielos, pero tampoco nos importa

La verdadera gente del pueblo llano (los proletarios, los campesinos, los precariados, las mujeres, los maricas, etc.) nunca heredaremos la tierra prometida, puesto que ella misma se encuentra en manos de las personas poderosas de nuestras sociedades, aquellas que sustentan las estructuras de opresión, miseria, precariedad y de carencia colectiva. Las personas vulnerables cada vez son más y parece que nadie hace nada: estamos dormidos. La esperanza en un mundo más justo y ecuánime no debe ser confundida en ningún caso con un paraje perfumado con incienso y con vestiduras de color blanco. Aquellas personas que sufrimos las situaciones de opresión diariamente no podemos esperar a un mundo desconocido para recuperar la justicia y nuestra dignidad: hemos de despertar e iniciar el camino del empoderamiento colectivo junto a nuestros compañeros y compañeras sea cual sea su contexto geográfico.
Cementerio

Cuando uso el término marica que nadie se lleve las manos a la cabeza: constituye una apropiación reivindicativa del colectivo LGTBIQ+ de la opresión histórica que ha sufrido bien sea en el mundo rural o en el urbano. Y sí, para evitar duda alguna, los maricas no entraremos en el Reino de los Cielos, por mucho porcentaje que ocupemos en la Santa Madre Iglesia. En la primera carta a los Corintios (Biblia Latinoamericana) en su capítulo 6 y versículo 9 se nos dice aquello que “no se engañen… ni los homosexuales (…) heredarán el Reino de Dios”. En este versículo se iguala al colectivo marica con idolatras, comodones, ladrones, borrachos y chismosos, nada más ni nada menos. No me llama tanto la atención su versículo número 11, donde se afirma que mediante la santificación y la rehabilitación se puede lograr entrar a tal Reino, sino que haya tantas personas LGTBIQ+ que lo lean tan tranquilamente en las asambleas parroquiales. Así nos va, nos pisan y al final somos colaboradores de la opresión que se nos ejerce. Pensamos que llueve, pero nos están meando.

Jesús de Nazaret no ejerció nunca como activista LGTBIQ+ y eso se demuestra en Mateo 19,4-6 donde pronuncia que “el hombre se unirá a la mujer y será una sola carne”. Pablo, que podríamos definirlo como su representante local allí donde pasara, indica en la primera carta a Timoteo 1,10 que “los que tienen relaciones homosexuales (…) van en contra de la sana doctrina” y de la “Ley que es buena”. Nuevamente se iguala a las personas homosexuales con libertinos, traficantes de seres humanos, mentirosos y aquellos que juran en falso. Parece claro la posición contraria a la homosexualidad del “apóstol” Pablo (Carta a los Romanos 1,27) pero éste nunca fue corregido ni por el Maestro ni por sus coetáneos.

Fruto de un franquismo-cristiano sociológico heredado, incluso a día de hoy, seguimos embobados con la dicotomía cielo o infierno, en otras palabras, que si te portas bien en la vida irás al Paraíso y si te portas mal te irás a un lugar donde está un tal “Pedro Botero” atizando el fuego eterno.

De nuestra mano está contrarrestar cualquier comportamiento o situación de homotransfobia de nuestra sociedad, y más concretamente en la Iglesia Católica y cualquier agrupación religiosa. No debemos ser acogidos con “respeto, compasión o delicadeza” ni pedir de rodillas evitar “cualquier signo de discriminación injusta”. Tenemos que pedir igual trato por la dignidad humana que todas las personas poseemos. Que nadie se lleve a engaños, tanto en la Iglesia como en la política muchas veces los peores “enemigos” son aquellas personas que comparten espacio identitario.

Ni las oraciones, ni la gracia sacramental ni la representación política burguesa podrá conferir al colectivo marica rurbano precario su dignidad social y comunitaria. Frente al capitalismo tanto digital como tradicional solo cabe impulsar la acción directa y autogestionada omitiendo cualquier trampantojo que provenga del poder, bien sea del Estado (protección burguesa hacia el colectivo marica pudiente) o de la Iglesia (protección eclesial de los miembros con grado o ministerio ya logrado). En la película La lengua de las mariposas el pequeño Monchu (tras ver un entierro) le pregunta al maestro don Gregorio si existe el cielo y el infierno, a lo que el docente responde cariñosamente: “el odio, la crueldad, eso es el infierno. A veces el infierno somos nosotros mismos”.

Y sí, para evitar duda alguna, los maricas no entraremos en el Reino de los Cielos, por mucho porcentaje que ocupemos en la Santa Madre Iglesia.

Cruz en cementerioSi por alguna casualidad usted visita algún cementerio analice los espacios, las decoraciones y los espacios verdes con cruces. En estos últimos descansan los pobres “de solemnidá” mientras que los grandes mausoleos pertenecen a las familias de cuna y de poder. “Poco a poco vamos yendo a la Cofradía” decía mi abuelo Paulino: que nadie tenga duda que los campesinos que fueron explotados hace décadas y ya difuntos están descansando, con independencia de si están bajo tierra o con mármoles blancos. A los maricas rurales y urbanos (precarios) nos pasa algo similar, nos morimos y moriremos y, de nuestra mano está el construir un mundo mejor en esta tierra, aquí y ahora, poniendo la mirada en las personas que vendrán, asumiendo los errores y los aciertos del pasado.

El verdadero camposanto es aquel espacio que cultivamos y donde hay sitio para todas las personas. Los maricas no entraremos en el Reino de los Cielos, pero tampoco nos importa. Ni amo, ni Dios, ni marido ni partido.

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