Si por algo destaca el mes de junio, a parte de la llegada del verano, es por la “invasión” (ciertamente planificada) de nuestra sociedad por banderas que nos recuerda aquellos arcoíris que veíamos en nuestros pueblos, cuando llovía y tímidamente se acercaba el sol. Empresas, partidos políticos, entidades financieras etc. se envuelven en torno a la bandera LGTBI para demostrar que activistas como ellos y ellas no hay ningunos/as. El mundo va genial, no hay motivos por el cual luchar, total… ¿Qué más queremos? Luego, el análisis científico social nos indica que no es así.
Recuerdo cuando era pequeño que, en mi pueblo, Carbajal (Tineo) había una casa llamada “Marico”. En el pueblo de enfrente el apelativo se veía aumentado y era “Maricón”. Tiempo después, bastante, por cierto, me di cuenta de que nada tenía que ver la denominación de las casas con aquellos insultos que nos lanzaban a modo de mofa en la vida escolar, experiencia que luego se trasladaría a la vida de la polis. Antropológicamente esa denominación hacía referencia a la “Casa de María” y sí, sin duda, siempre fuimos un poco sufridoras: viendo cómo se nos ponía una cruz y cómo muy pocas personas nos ayudaban. Seamos sinceros/as: existen muy pocos Simones de Cirene aunque con gran frecuencia se nos llene la boca de “diversidad”, “igualdad”, “inclusión” y toda esa palabrería políticamente correcta y moderna. Parece que se hace, pero en el fondo nada se transforma. En otras palabras, el que pueda sobrevivir que lo haga, el que no…
Usted, querido lector y querida lectora, me podrá interrogar por qué afirmo tal cosa. Y yo muy gustosamente le expondré un caso: la situación del colectivo LGTBI en esa zona tan manida pero que en ocasiones se olvida tanto… el suroccidente de Asturias, la histórica zona agraria que a día de hoy hace bastante con resistir.
Lo primero de todo cabría hacer una referencia al mundo en el que vivimos. El capitalismo se ha adaptado a todas las necesidades sociales con el fin de obtener el máximo rendimiento económico. El colectivo LGTBI no se ha salvado: el lavado rosa o gaypitalismo ha creado una auténtica red de empresarios/as interesados/as en ofrecer servicios a la Comunidad y ciertamente es necesario analizar una serie de realidades. En las zonas rurales (de Asturias) escasamente existen espacios de autogestión social diversa; las personas LGTBI se encuentran lejos y sin duda deben de luchar autónomamente contra los estereotipos y normatividades impuestas. Shangay Lily y Paco Vidarte denunciaron -en “Adiós, Chueca” y “Ética marica” (respectivamente)-, el nacimiento interesado de los gay-empresarios/as que vieron negocio en la opresión social emitida a las ovejas “negras” o descarriadas.
Las personas LGTBI rural tenemos que plantearnos unas metas específicas, unas estrategias y establecer mecanismos de transformación social.
Da igual que seas oriundo de la zona rural o que vayas a trabajar o vivir en la zona rural, al final acabarás haciendo peregrinación a los Santuarios capitalistas situados en Oviedo o Gijón, de hecho, ya hay rutas preestablecidas con sus propias normas de relación. De las pedradas del franquismo se pasó a los guetos capitalistas en los que uno o una puede satisfacer sus necesidades animales con una sola condición: serás libre si dejas aquí “los cuartos”. Discotecas, puntos de encuentro, saunas… todo un sistema complejo que se vincula a una realidad: la no aceptación social de la diversidad sexual. El gaypitalismo “marica” se sustenta por mecanismos de homologación identitaria como las aplicaciones como Grindr o Wapo, pero también por aquellos modelos autoimpuestos que se crean. ¿Qué eres de Tineo? ¡Madre! ¡Si allí estáis atrasados! (Nota: Cabe indicar que da igual decir que eres de Tineo, Cangas del Narcea o Pola de Allande: muchos exiliados de la Aldea parece que olvidan quién es su vecino o vecina. Y reconozcámoslo, casi nadie conoce el Suroccidente como tal, al estar tan lejos).
Y sí, todo tiene su lógica. El sistema social sigue condenando a la diversidad LGTBI y tapándose los ojos con una venda capitalista que deja al libre albedrío la iniciativa privada interesada. Pasar de los cuartos oscuros (como los espacios de “anonimato” y clandestinidad) al ágora pública exige compromiso, formación, empoderamiento y romper con las normas autoimpuestas.
Las redes sociales, en líneas generales, dividen más que unen y esto también afecta al colectivo LGTBI rural. Somos pocos y si encima no nos conectamos… El sistema gaypitalista sin duda está apoyado en dos pilares: los “Tecnoseñores del Aire” (aplicaciones específicas) y los/as absudigays (concepto de Shangay Lily). Lily los define como aquellas personas egoístas que miran para su propio beneficio. Paco Vidarte sería más directo y afirmaría “miran para su puto culo”.
La juventud no siempre está concienciada en esta materia, hay abuel@s, madres y padres, más inclusivos que muchos de los referentes LGTBI de Asturias.
Admitiendo que en el mundo rural somos pocas personas LGTBI y estamos mal conectados/as… ¿qué está fallando en todo esto? Pues un elemento que le falta al rural asturiano y al mundo en general: la cooperación honesta y sincera respetando las identidades propias y definitorias. En el Suroccidente de Asturias no tenemos una asociación que nos sirva de apoyo y las agrupaciones que podrían “echar una mano” están a otros temas, quizás porque cuantitativamente no da mucho rédito. “Ye lo que hay manín”. Asumiendo el sistema en el que vivimos no nos queda otra que las pequeñas acciones coordinadas a escala local.
Las leyes y estrategias son eso, documentos normativos y/o legislativos. La igualdad real que es tan necesaria en el medio rural es un logro para conseguir. Si se nos ha concedido el derecho a casarnos es por un interés estatal y capitalista, que nadie se engañe. El siguiente derecho exigido por los sectores más liberales (incluso en partidos de izquierdas como puede ser el PSOE) es la oportunidad de tener un vientre de alquiler. ¿Realmente vamos así a alguna parte? Las personas LGTBI rural tenemos que plantearnos unas metas específicas, unas estrategias y establecer mecanismos de transformación social. ¿Quién serán nuestros/as compañeros/as de viaje? Gran pregunta. Siempre aquellos/as que quieran una vida mejor para todas las personas LGTBI rural. Porque vivir con miedo no es vivir, que nos quede claro.
Al igual que pudiera pasar con la tan citada Oficialidad del Asturiano, los grandes movimientos del movimiento arcoíris se encuentran en la ciudad y miran poco para el mundo rural. Los problemas y los conflictos entre ellos suelen ser frecuentes por una cuestión: visibilidad política. A estas alturas de la película me da igual la argumentación de vinculaciones o aspiraciones políticas, debe primar el bien común y no el interés particular. A este respecto la “Marcha Chueca” ha llegado a Galicia y ya hay varias voces críticas respecto al movimiento agrogay de Monterroso. Para este viaje no necesitábamos estas albardas. Creía que Asturias podía salvarse de esta invasión homogeneizadora LGTBI, pero no, ha llegado y también tenemos un movimiento concreto. A todo esto, la folixa nos gusta a todos/as (incluso a los más caseros/as) pero tenemos que saber que los derechos que pedimos no se consiguen en encuentros de similares donde consumimos y dejamos al libre albedrío la esencia humana y natural. Esas nuevas “folixas” no dejan de ser la adaptación arcoíris de las “caravanas de mujeres” que tan chabacanamente se promocionaban hace años.
Por muchas leyes y normas que actualmente tengamos, la calidad de vida del colectivo LGTBI rural (especialmente en el Suroccidente) no es nada digna. Lograr la visibilidad política implica que salga contigo toda tu casa a la par y que tú tienes que identificarte como tal en cada situación social, directa o indirectamente. Nuestros ansiados derechos deben protegerse y promocionarse, pero… ¿a quién le importa esta cuestión? Respóndase usted mismo/a que acertará.
Antes de acabar quiero agradecer a aquellas personas que día tras día nos apoyan incluso cuando vean rupturistas nuestros modos de actuar. La gente que te apoya cuando más pedradas recibes es aquella que merece la pena. Abandonemos de una vez la situación de pasividad social y conquistemos de nuevo nuestro espacio social. Crear alternativas al gaypitalismo implica romper con sus normas y sus negocios, pero también apostar por la cooperación y la competición. La juventud no siempre está concienciada en esta materia, hay abuelos/as, madres/padres más inclusivos que muchos de los referentes LGTBI de Asturias. Escuchémoslos, dialoguemos y hagamos de nuestra causa un movimiento más para transformar la sociedad en beneficio de la justicia y así derrocar el capitalismo que nos utiliza y explota. Que nadie se lleve engaños, con el capitalismo “marica” todos/as somos mercancías. De cada uno depende co-crear alternativas ecosociales. “El salero se demuestra andando”.