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sábado 9, noviembre 2024

El complejo mundo de las emociones

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“Hay fuerzas en marcha. Es preciso crearlas y las soluciones aparecerán”
(Antoine de Saint–Exupéry)

Según algunas definiciones una emoción es “una respuesta organizada a un acontecimiento externo o un suceso interno (pensamiento, imagen)”
En toda emoción hay implícita una tendencia a la acción porque la emoción afecta al estado de ánimo, al equilibrio del cuerpo y a la voluntad de hacer.

Cuando estamos enojados, por ejemplo, se incrementa el flujo sanguíneo, el ritmo cardíaco y la tasa hormonal; siendo así que estas variables predisponen al organismo para la acción, qué hacer para solventar esa emoción.
En el caso del miedo la sangre se retira del rostro, palidecemos y fluye a la musculatura esquelética para favorecer la huída o la lucha.
Cuando estamos tristes por la circunstancia que sea, también debemos actuar, en la medida posible, buscaremos soluciones, acudiremos a terapia, saldremos en busca de un amigo, etc.

Y es que las emociones tienen una influencia determinante en nuestra vida, construyen nuestra vida, es por ello que nos ayudan en la misma medida que nos perjudican. Pueden modificar nuestra conducta, nuestro estado de ánimo y hasta nuestra voluntad de actuar en uno u otro sentido. Sin embargo ¿qué da lugar a qué?, ¿el pensamiento da lugar a la emoción o viceversa? El pensamiento, sin ninguna duda, es para mí el eterno determinante porque las circunstancias, sean las que sean, siempre están sujetas a nuestra interpretación, a nuestra forma de afrontarlas. El lenguaje construye el pensamiento y el pensamiento media entre nosotros y las circunstancias. El cristal con que se mira…

A los pocos meses de nuestra vida adquirimos algunas emociones como son el miedo, el enfado, la alegría. Otras, se aprenden merced a la experiencia. Entendemos, pongamos por caso, que la envidia surge de un pensamiento de inferioridad; el envidioso odia a otras personas porque tienen bienes o cualidades de las que él carece o así lo estima. En este caso su estado de ánimo sea tristeza, rabia, rencor, etc., es consecuencia de sus pensamientos, de sus valoraciones, lo cual a su vez esta realimentará pensamientos cada vez más negativos.

Las emociones son como los colores (a partir de los primarios se crea una amplia gama). Según el Psicólogo Robert Plutchik que ideó la “rueda de las emociones” habría ocho emociones básicas: miedo, tristeza, ira, alegría, sorpresa, confianza, desagrado y anticipación. A partir de éstas y sus combinaciones obtendríamos lo que llama emociones avanzadas como el amor, el desprecio, el optimismo, etc.
En cambio, otros autores (Ekman, Goleman) sostienen que son seis las emociones básicas y universales en todas las culturas: miedo, tristeza, ira, felicidad, sorpresa y aversión.

Las emociones son reacciones psicofisiológicas que ocurren de forma involuntaria, automática, mientras que los sentimientos son la evaluación (interpretación) consciente de esas respuestas emocionales. La emoción, por tanto siempre va primero.

El mundo de las emociones es un complejo laberinto, pero ¿qué importancia tienen en nuestra salud mental y física? Sin ninguna duda que contribuyen en gran medida. Si las emociones negativas son emociones breves, sea por ejemplo miedo ante una circunstancia pasajera, sirven para preparar al organismo para actuar a fin de salvaguardar nuestra existencia. Pongamos por caso que nos atracan en la calle, surge automáticamente la emoción de miedo y en segundos el cerebro hace una interpretación que determina la acción. El organismo se recupera y aquí no ha pasado nada. Pero, pongamos por caso, que esa persona le dé vueltas al suceso, de forma rumiativa y comience a salir a la calle con miedo o quizás desarrolle una fobia. Casos hay…

Existen por tanto emociones positivas y emociones negativas, según contribuyan a nuestro bienestar o malestar. Es por ello que para aprender a controlar nuestras emociones debemos aprender a observarnos y analizar con objetividad ¿qué me ocurre?, ¿por qué?, ¿qué siento?, ¿por qué estoy triste?, ¿por qué siento miedo sin una causa? No dejemos que las emociones negativas aniden en nuestro interior.

Airear las emociones, hablar de ellas, compartirlas con alguien que nos pueda comprender, orientar y no juzgar. La expresión verbal de las emociones es terapéutica, sin embargo, requiere una reflexión previa acerca de con quién se van a compartir y cómo se va a proceder. No se deben expresar las emociones sin tino, con cualquiera y en el momento de mayor intensidad de la emoción, pero tampoco se debe prolongar la rumiación y la represión porque el organismo pasará factura.

Sobre las emociones, en líneas generales, se puede actuar de dos formas: actuando sobre sus manifestaciones fisiológicas o conductuales. Ejemplo, en el caso de Ansiedad la respuesta fisiológica se ralentizará a través de relajación, ejercicio, ansiolíticos, etc. lo cual modificará nuestra forma de vivenciar esa ansiedad o bien sobre los pensamientos que estimemos la producen. Evidentemente la terapia demandará intervención sobre ambas variables.
A través de la voluntad podemos cambiar pensamientos, creencias e ideas. La actitud mental positiva es algo que con entrenamiento se puede adquirir.
No es fácil pero es posible.

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