Tiene talante innovador y transmite energía positiva. Este joven emprendedor asturiano mitad economista, mitad filósofo, ha conseguido poner en marcha una empresa global con fuerte arraigo local y además comprometida con su tierra. En Somiedo, Reserva Natural de la Biosfera, ha instalado la base de operaciones de Zapiens. Desde ahí mira al mundo, su segunda casa.
No esperó a terminar la carrera para empezar a experimentar en el mundo de la empresa y le fue bien. Su espíritu inquieto, su curiosidad le llevaron a plantearse sobre todo preguntas. Al final de ese camino surge Zapiens, un grupo de “amigos del conocimiento” que unen esfuerzos para sacar provecho a la inteligencia colectiva. Un proyecto que encandila a grandes multinacionales.
Mientras, se siente orgulloso de ser reconocido en su tierra y también fuera de ella. Ha recibido multitud de premios a lo largo de su trayectoria entre ellos a la mejor startup a nivel europeo, a la más innovadora, a la mejor empresa de transformación de RRHH, Premio Impulsa Visión RTVE o Top 25 a nivel mundial. Su última experiencia: unir el mundo de los robots con el de los humanos.
-Acabas de publicar junto con Manuel Valera Sócrates y la econología. ¿Qué tiene en común Daniel Suárez con Sócrates?
-Pues que me hago muchas preguntas y no escribo, eso se lo he dejado a mi compañero Manuel que es quien ha dado forma a todo este rollo que iba saliendo de dentro de mí. Son textos sencillos que sobre todo plantean preguntas. Hemos querido crear un espacio para pensar, reflexionar, plantearse cosas y eso vale tanto para la vida como la empresa.
“La filosofía nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y lo que nos rodea. Te lleva sobre todo a hacerte preguntas”
-¿Y lo de econología, de dónde sale?
-Es una filosofía de vida. Si nos atenemos al origen de la palabra eco-logía que significa conocimiento de la casa y eco-nomía, gestión de la casa. La fusión de ambas es econología: Conoce y gestiona la casa y las únicas dos casas en las que vivimos son nuestro cuerpo y el planeta. Regreso al pueblo y me empiezo a fijar más en la ecología que en la economía, empiezo a explorar y eso me lleva al conócete a ti mismo para poder gestionarte y gestionar lo que conocemos de nosotros.
-Eres economista, trabajas en el mundo de la empresa y sin embargo dices que para moverse aquí es necesario saber filosofía. ¿Por qué?
-La filosofía nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y lo que nos rodea. Nos lleva al origen de las cosas y a plantearnos preguntas, incentiva nuestra curiosidad. En el mundo en que vivimos es fundamental dar más espacio a la filosofía, al pensar antes de hacer. Entre los profesionales te puedo asegurar que hay mucha diferencia entre quienes se hacen preguntas y los que no.
-Habéis desarrollado un programa puntero que va sobre todo de eso, de hacerse preguntas.
-Hace cuatro años estaba en una consultora y mi trabajo consistía en meterme dentro de las ‘tribus’ (empleados) para encontrar a los agentes de cambio, los rebeldes, las personas de esa organización que tenían ganas de cambiar las cosas, ilusión, curiosidad. Mi labor consistía en canalizar esa energía para transformar la empresa. En uno de los talleres se me ocurrió hacer un experimento. Que cada persona apuntara en un post-it preguntas que no sabía y debería de conocer; y también cosas que sí sabía, pero creía que sus compañeros de alrededor no conocían. De allí salieron cientos de preguntas y me di cuenta de que, si éramos capaces de crear una aplicación que pudiera mover preguntas y respuestas entre humanos, podían cambiar mucho las cosas. De aquella se utilizaban los grupos de WhatsApp, pero imagínate el ruido que produce un grupo de mil personas interactuando. Así que se nos ocurrió inventar un robot, en nuestro argot, un bot basado en inteligencia artificial que hiciera las veces de telefonista de los años sesenta, que pusiera en contacto solo a las personas implicadas. Zap que así se llama nuestro robot, recoge datos y averigua quién tiene el conocimiento. Es como el Google particular de la empresa. Mezcla la información de las bases de datos (algo que se hacía tradicionalmente) con el conocimiento humano, eso es lo que hace a este robot distinto. Con ello conseguimos crear un cerebro colectivo.
-Pasar de competir a colaborar es todo un cambio de filosofía en el mundo de la empresa.
-Si entendemos la organización de cualquier empresa como una tribu, la manera que tenemos de evolucionar es compartiendo. Y es verdad que, a día de hoy, es algo que genera miedo porque se piensa que si comparto lo que sé puedo perder valor cuando la realidad es muy distinta porque los que comparten conocimientos son los líderes, los que ayudan a evolucionar a los demás. Para conseguir esto hacemos una cosa que se llama gamificar, hacer divertida la experiencia y además obtener beneficios. Por ejemplo, se premia cuando alguien contesta un ‘no lo sé’ porque muestra su vulnerabilidad y a partir de ahí puede aprender; se premia cuando se ayuda a un compañero, cuando se atreven a hacer preguntas y en cambio no se recompensa cuando se saben las cosas. Con todos estos puntos conseguidos cada empresa luego hace lo que considera, unas los canjean por días de vacaciones, otras por dinero.
-Parece ser también una herramienta muy útil para formar a los empleados.
-Sí porque la gestión del conocimiento que es lo que nosotros hacemos es mucho más que formación. Las empresas por lo general nos contratan para formar, para hacer llegar la información de arriba a abajo. Los mánager de recursos humanos crean los contenidos o las preguntas que consideran importante que todo el mundo debería saber, luego se envían a los móviles de los trabajadores todos los días. Si acierta, estupendo, si no la sabe, no pasa nada porque el robot se la va a repetir, en realidad le está ayudando a formarse. A la par el trabajador también puede hacer preguntas, aclarar dudas tanto de la empresa como de otros trabajadores. Al final la conexión no solo es solo de arriba a abajo, sino con todo el entorno.
“Lo más valioso en una empresa son las personas, las relaciones entre ellas, las emociones. De hecho, siempre digo que las empresas no existen”
-Las empresas que utilizan este sistema ¿han mejorado sus resultados?
-Cuando una empresa trabaja para otra como es nuestro caso tiene tres cometidos: Primero, ayudar a que el cliente venda más. Así que si mi equipo de ventas conoce mejor el producto será más fácil que venda mejor. Segundo, ahorrar dinero. Cada vez que el robot aprende y responde una pregunta se ahorra tiempo, un montón de emails de ida y vuelta y eso se traduce en millones de euros de ahorro. Y tercero, les ayudamos a transformar su cultura y eso es fácil de medir. Una empresa media suele tener un 0,05% de personas que hacen preguntas, después de utilizar este programa y entender su lógica, llegamos a conseguir un 5% que puede parecer poco, pero es casi multiplicar por cien el número de curiosos.
-Llegar hasta aquí es resultado de un largo camino de emprendimiento a pesar de tu juventud…
-Un camino lleno de experiencias porque a mí, sobre todo, me gusta aprender. Trabajé durante cuatro o cinco años en la Thyssen de Mieres. Empecé haciendo fotocopias, pero luego pasé por todos los departamentos y cuando dejé de aprender cosas, me fui. Monté con un amigo una tienda online de pistas de pádel. De aquella era fácil posicionarse en Internet y en un solo año facturamos casi un millón de euros. En 2008 me fui a Inglaterra y monté con otro amigo la Asociación Española del Vehículo Eléctrico e intentamos montar una fábrica de baterías eléctricas en Asturias, cosa que no funcionó. Luego monté una consultora, pero un chaval de veintinueve años que todavía no peinaba canas daba poca credibilidad a las empresas, así que empecé a impartir talleres de formación donde contaba mis ideas, mi filosofía y empecé a vivir de ello. En 2012 me frustré conmigo mismo porque estaba ayudando a los demás a innovar y en cambio yo no me aplicaba el mismo cuento. Así que monté una casita de emprendedores en Oviedo, la Freehouse, y se nos fue de las manos porque de allí surgieron cientos de empresas. Aunque de aquella no le pusimos nombre, habíamos creado una incubadora de talento. Nos juntamos en una casa una panda de frikis para crear cosas y compartir las tres C (casa, comida y comunidad). Fue una locura preciosa. En la parte de arriba llegamos a convivir doce personas, dormíamos en literas. Luego teníamos una huerta con cabras holandesas que comían el césped, gallinas. La gente que pasaba por allí nos preguntaba si éramos hippies y la verdad es que no sabíamos que decir, solo que estábamos allí. El garaje era nuestro centro de trabajo donde cada año sacábamos adelante cuatro o cinco proyectos. Nuestro sueño era crear una incubadora orgánica pero no nos daba el dinero para todo, así que apostamos por las empresas más potentes y me entregué a Zapiens al 100%. Hace tres años que estoy casado con ella en régimen de exclusividad y monogamia. Ahora mi intención es abrir otra Freehouse aquí en Somiedo.
“En Somiedo me puedo concentrar a las mil maravillas, pararme a pensar. Disfruto de fibra óptica y mi trabajo aquí es más productivo que en cualquier otro sitio”
-Desde este precioso rincón en el Parque Natural de Somiedo trabajas para grandes multinacionales como Microsoft, Volkswagen o L’Oreal…
-Sí, aquí paso seis meses y el resto fuera. Tenemos oficinas en Gijón, Madrid, San Francisco y Berlín. Somiedo es una especie de laboratorio de innovación donde me puedo concentrar a las mil maravillas, pararme a pensar. Ahora por ejemplo mientras hablo contigo calentito en mi casa tengo delante una panorámica increíble de montes nevados, es un lujo. Disfruto de fibra óptica y mi trabajo aquí te puedo asegurar que es más productivo que si estuviera en otro sitio.
-¿Qué es lo más valioso en una empresa?
-Lo único importante son las personas, las relaciones entre ellas, las emociones. De hecho, siempre digo que las empresas no existen. La parte cultural es fundamental, es lo que a mí me pone… a partir de ahí pueden surgir miles de proyectos para hacer.
-Se nota que piensas a lo grande, ¿qué valor tiene para ti la utopía?
-Es la Estrella Polar que me guía cuando me pierdo. No sabría vivir sin utopías. Es el motor de la pasión con la que me levanto cada mañana.
“Ni yo hace diez años era un friki loco cuando se me ocurrían todas esas cosas, ni ahora que voy a San Francisco y trabajo con Microsoft soy más listo”
-Además de trabajar e investigar también organizas actividades con los chavales del pueblo. Cuéntanos.
-Me divierte jugar con ellos. Desde hace dos años todos los lunes nos juntamos en un taller de emprendimiento. Han montado un gallinero, hemos creado equipos para gestionarlo y sobre todo les pincho para que se atrevan a soñar. Les animo para que a través de la empresa que han creado vendan la docena de huevos a seis euros y me dicen que quién les va a comprar los huevos a ese precio. Les enseño que hay gente que los vende ecológicos por 4,5€ y si los suyos son con fines sociales, se los podrían pagar ese precio. Si se atreven a soñar desde pequeños luego podrán cambiar las cosas. En el pueblo soy como una especie de marciano, pero como nací aquí, al final no dejo de ser Dany el de Guá, o el de Ricardo. Me lo paso genial y recibo de la gente mucho más de lo que doy.
-Con esa mente tan creativa ¿qué cosas se te han ocurrido para evitar que Somiedo forme parte de esa Asturias vaciada?
-Una vez al año organizo el Paraísu Startup, un evento de encuentro y aprendizaje colaborativo donde se dan cita emprendedores de toda España con perfiles muy diferentes. Con ello quiero visibilizar que este es un lugar fenomenal para emprender porque tienes de todo. Los sábados ayudo a poner en marcha proyectos reales que puedan crear puestos de trabajo. He invertido una pequeña cantidad de dinero en uno que se llama So Miedo de una chica asturiana que acaba de dejar su trabajo en una multinacional y se viene para aquí a poner en marcha esta empresa de ropa de montaña. Otra chica de La Coruña también se traslada a Somiedo para crear aquí un Call center. Y luego los domingos estoy haciendo mis experimentos para hacer queso, ¿cómo puede ser que un lugar como Somiedo no tenga su propia marca de queso? Esto es como un gran lienzo en blanco donde experimentar y divertirse.
-Tiene que estar encantado contigo el alcalde del pueblo, eres su mejor campaña de promoción.
-Mino es, además, amigo. Aunque estamos censados unos novecientos vecinos en el fondo vivimos de continuo unos pocos así que todo lo que podamos hacer por promocionar este lugar, genial. Yo soy feliz por poder ser embajador de mi pueblo.
-Por último y desde tú perspectiva, ¿cómo estamos de talento en Asturias?
-Muy bien, hay mucha calidad, buena formación, solo tenemos una asignatura pendiente: atrevernos a soñar. Fracasar es no atreverse. En el emprendimiento hay que quitar el miedo. Si algo no resulta quédate con lo bueno, con lo aprendido, con el camino recorrido. Ni yo hace diez años era un friki loco cuando se me ocurrían todas esas cosas, ni ahora que voy a San Francisco y trabajo con Microsoft soy más listo. En la vida hay que lanzarse sin miedo a experimentar.