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domingo 24, noviembre 2024

Alberto Suárez Laso, atleta paralímpico. Una plata llamada París 2024

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Celebró el Día de Asturias tirando de épica en la maratón y subiendo al podio de París 2024 a recoger su medalla de plata. Y ya es la tercera que el riosano Alberto Suárez Laso ha conseguido tras participar en cuatro Paralimpiadas.

Los giros inesperados de la vida le condujeron por caminos que nunca había imaginado transitar, y no precisamente por senderos fáciles, sino más bien todo lo contrario. Una degeneración macular transformó su forma de vida obligándole a renunciar a algunas de las cosas que habitualmente consideramos importantes: trabajo, independencia… Alberto se aferró al deporte como salvavidas y a cambio este le enseñó que con tesón y esfuerzo podría conseguir los objetivos que se propusiese. El oro en Londres 2012 fue un comienzo increíble y, aunque ya con títulos importantes, la plata de Río 2016 rubricó su talento. Desde entonces, y solo frenado en ocasiones por las lesiones, no ha dejado de competir y de luchar por seguir superándose, siempre acompañado por un entorno con el que comparte sus triunfos, porque en realidad también les pertenecen.

-En los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 las lesiones te impidieron subir al podio, ¿qué sensaciones tuviste en París? ¿Llegabas allí al nivel deseado?
-Las sensaciones eran buenas durante todo este año. Ya en diciembre habíamos conseguido la marca mínima necesaria en el Maratón de Valencia, aunque a finales de ese mes tuve unas molestias en el pie derecho, algo tipo fascitis que no se acababa de curar, y estuve varias semanas con tratamiento médico para poder quitarlo. Pero una vez que empezamos a entrenar ya iba bien, y eso me permitió hacerlo de forma constante sin molestias, así que llegamos a París con el trabajo bien hecho. Sí que es verdad que -aunque vayas a tu 100%- en el maratón pueden pasar mil cosas, pero el trabajo estaba bien hecho y había que reflejarlo el día de la carrera. Afortunadamente salió bien y pudimos conseguir la medalla de plata.

-Durante la maratón hubo un momento en el que algunos de tus rivales más fuertes se quedaron, ¿fue un momento de subidón?
-Nosotros teníamos un poco de incertidumbre sobre cómo iban a salir los rivales y, dependiendo de cómo lo hicieran, íbamos a optar por una forma u otra de correr. Desde el pistoletazo de salida lo que me sorprendió fue que salieran tan fuerte dos de mis competidores directos, yo no quise arriesgar y me quedé en un grupo secundario hasta el kilómetro 6 o 7. Íbamos a un ritmo que era el que me gustaba para poder entrar en carrera, pero luego este bajó un poco y decidí poner el que tenía pensado. El corredor ruso y uno de los corredores tunecinos me siguieron, y en el avituallamiento del 35 me dijeron que un rival que iba delante y que estaba cerca estaba pinchando. Precisamente a esta altura de carrera es cuando debes ir pensando en guardar fuerzas para poder acabar, pero decidí seguir incrementando el ritmo para ver si lo podía coger. Como a nosotros nos cuesta ver lo que tenemos delante, era difícil imaginar que iba a estar a 100 o 200 metros y en el kilómetro 38 tuve la suerte de poder adelantarlo. Era el marroquí Amon El Chentouf, que supuestamente era el más fuerte y que no creí que iba a poder superar; ese plus de fuerzas que da el adelantamiento hizo que siguiera en ese ritmo, pude alejarme de él y llegar a meta en el segundo puesto.

-Se dice que el kilómetro 30 suele ser la bestia negra de los maratones, ¿en este caso te favoreció?
-La verdad es que cuando conocimos el recorrido de este maratón teníamos un poco de miedo, sobre todo en este kilómetro, porque a partir de ahí había una subida importante y bastante larga. La verdad es que al depender de mí el ritmo desde el kilómetro 7 tenía dudas de si al final me iban a poder adelantar los que seguían pegados a mí, pero tuve fuerzas y eso quiere decir que el entrenamiento estuvo bien. Luego está que tengas esa pizca de suerte del día, de que te salga todo bien y de que cuando llegues lo hagas con las fuerzas suficientes para incrementar un poco el ritmo y acabar más fuertes, que fue lo que hicimos. La primera media maratón fue 1h 12: 09 segundos y la segunda, que en teoría es cuando más cansado estás, la hice por debajo de 1h 12′. Y eso fue lo que permitió poder adelantar al segundo clasificado.

-Tras el diploma de Tokio, ¿fue grande la repercusión de tu plata en París?
-En Tokio era complicado luchar por las medallas porque no habíamos podido correr durante las últimas tres semanas previas al maratón, así que el diploma fue un premio apreciado por el esfuerzo. Aun así, es verdad que te quedas con una sensación agridulce porque te vas de unos Juegos que habías preparado durante cinco años, uno más por causa de la pandemia, sin poder subir al podio. Esa sensación hizo que quisiéramos prepararnos para París con muchas ganas y la medalla fue la recompensa. Y sí que es verdad que esta plata tuvo más repercusión al venir de ese diploma. Hubo muchas celebraciones y reconocimientos, todo superbonito y estoy muy agradecido porque te das cuenta de toda la gente que te sigue y que aprecia todo el trabajo que hacemos.
Para un asturiano como yo fue un día muy especial porque corría el Día de Asturias, y además de un trabajo bien hecho tuve esa pizca de suerte y la Santina nos pudo ayudar.

-Van pasando los años y llevas cuatro Olimpiadas, algo nada fácil porque siempre hay competidores más jóvenes. ¿Saben mejor por ello los triunfos?
-Llevamos tantos años intentando estar al máximo nivel, intentando ser competitivo y estar entre los tres mejores del mundo, que la sensación es de esfuerzo y eso al final se paga. Yo tengo 46 años y como me dicen a veces, a lo mejor no puedo entrenar tanto como los demás jóvenes, pero tengo esa experiencia que hace falta, sobre todo en este tipo de pruebas de larga distancia. Compaginando la experiencia con el buen entrenamiento pudimos volver a ser competitivos, que es lo que todo deportista quiere.

-Me parece durísimo entrenar durante cuatro años para una prueba que puede decidirse en un instante por pequeños detalles. ¿Se está más preparado para ganar que para asumir una derrota? ¿Existe una preparación para el fracaso?
-Bueno, eso depende mucho de cada uno, y está claro que siempre hay esa pizca de frustración de que no te haya salido como tú pensabas, pero al final, las lesiones son impredecibles, no dependen de ti. Tú puedes buscar estar en las mejores manos, con los mejores cuidados de fisios, médicos, de nutrición, que es también una pieza importante, entrenando como habías hecho hasta ese momento y consiguiendo tus objetivos, pero si ese día tu cuerpo responde de mala forma y tienes una lesión más o menos grave que te impide ser competitivo, no hay que buscar más frustraciones, sólo asumirlo e intentar recuperarse lo antes posible.
Es verdad que es duro porque en unas Olimpiadas es donde más repercusión puedes tener, tanto si lo haces bien como si lo haces mal. Los medios de comunicación se centran mucho en ellos y, si encima, como es mi caso, vienes de tener éxitos importantes, cuando tienes un resultado algo inferior te preguntan qué pudo haber pasado y si lo planteaste bien o no, pero al final, yo creo que depende de esa suerte.

Alberto Suárez Laso, atleta paralímpico. Medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de París 2024

-Aunque su papel no es ni de lejos tan mediático como el de los deportistas, los entrenadores juegan un papel relevante a la hora de obtener triunfos. El tuyo, Jesús Álvarez, lleva contigo desde el principio. ¿Es necesaria una fusión para tener resultados?
-Así es. A Jesús lo conozco desde 2008, cuando empecé a correr lo hice con él, no conozco a otra persona y en este caso ya llega a ser no solo entrenador, es una persona tan cercana que prácticamente con solo verme la cara ya sabe hasta dónde puede exprimirme ese día o en esa ocasión. Es un psicólogo, es familia, es entrenador, es todo y tengo la suerte de que somos muy parecidos en la forma de ser y en esa tranquilidad. Nos compaginamos muy bien y también es gracias a esto que podemos conseguir estos objetivos. Y al final es una pena que no se acuerden más de los entrenadores porque son una pieza fundamental y, en mi caso, al ser un deportista con discapacidad, todavía más, porque está todos los días cerca de mí. Si tiene que coger el coche para llevarme a cualquier lado es el primero que lo hace, y aunque él no está tan acostumbrado a hacer tanto esfuerzo físico me acompaña en bici a los entrenamientos largos, es el primero que se apunta a ayudarme. Siempre digo que las medallas, aunque me las cuelguen a mí, son parte de él y también de otra gente que me ayuda a entrenar y de mi familia, que es una parte fundamental para que yo pueda dedicarme a esto al cien por cien.

-Con 27 años conociste la enfermedad de la mácula y sus consecuencias futuras, pero lejos de hundirte te repusiste y sacaste partido de ello. No todo el mundo lo consigue, ¿cuál fue tu clave para lograrlo?
-A mí me gustaba el deporte desde pequeño, y eso fue la pieza fundamental para que en aquel momento decidiese seguir haciendo deporte, aunque fuera uno que entonces no me gustaba. Esto me sirvió para olvidarme en un primer momento del diagnóstico y luego, una vez que entré en el mundo del deporte adaptado, fue una vía de escape para hacerme ver que había muchísima gente, incluso con problemas peores que el mío, que estaban haciendo deporte y siguiendo con su vida. Está claro que hay una barrera que separa el deporte que haces por salud, por conocer a gente y pasar el rato del deporte de alto nivel, porque eso ya lo marca las cualidades que uno tenga, pero fundamentalmente se trata de poder hacer una cosa que te sirva para seguir motivado. Y que te sirva no solo a ti, también a la gente que está contigo y que está sufriendo por lo que tú estás pasando, porque si mi entorno ve que no me quedo en casa pensando en el diagnóstico, que sigo adelante, no van a estar preocupados por qué va a ser de mí.

-¿Cada persona tiene que encontrar aquello que lo motive?
-Claro, a mí me sirvió el deporte, pero seguramente hay muchas personas que se apoyan en otras formas de pasar el rato y es lo fundamental, que rápidamente hagan borrón y se motiven con pequeñas cosas que les lleve a seguir hacia adelante. Esas pequeñas cosas, cuando las consigan, les llevarán hacia otros objetivos mayores y cuando se den cuenta habrá pasado el tiempo y tendrán normalizada la enfermedad, la discapacidad o el problema que tengan en ese momento.

-Aún así, imagino que los primeros años tuvieron que ser muy duros.
-Sí, en los primeros es complicado, en mi caso porque como es una enfermedad degenerativa te vas dando cuenta de que según pasa el tiempo te van quitando, o tú mismo lo haces, cosas que antes hacías con normalidad. Hasta los 26 años yo era portero de un equipo de fútbol, y para este deporte la vista es una parte fundamental y, aunque seguí vinculado al equipo como entrenador y como directivo, ya no pude seguir en la portería. Después me dieron una incapacidad para el trabajo para el cual me había preparado durante mi vida académica y en el que manejaba piezas muy voluminosas, con mucho peso, máquinas de precisión para las cuales una buena visión era imprescindible. Otra parte fundamental fue dejar de conducir, porque pierdes esa independencia que te permite ir a un lado u otro; depender de otros fue un paso que te pone limitaciones. Los primeros años los iba supliendo con el deporte y cumpliendo pequeños objetivos como ser medallista en los Campeonatos de Europa, de España… esto me iba ayudando a solventar el hecho de ir perdiendo algunas cosas.

-Te oí contar la anécdota de que en tu época de portero correr no era precisamente lo que más te gustaba.
-Sí, así era. Ahora todo esto ya cambió, porque la forma física es fundamental para cualquier disciplina y los entrenadores y monitores están más preparados, pero en nuestra época cuando querían castigarte te hacían dar vueltas al campo corriendo y era algo que todos odiábamos. Y sobre todo los porteros, que sólo queríamos que nos tirasen balones para lanzarnos a por ellos. Es paradójico que ahora no pueda pasar un día sin correr cuando antes era un castigo.

-¿Cuál ha sido la carrera más difícil de tu vida porque hayas tenido que superar tus propios demonios internos?
-Al final, todas tienen su porqué en una preparación. Echando la mirada atrás hasta Londres, verás que pasó muy poco tiempo desde que empecé a correr hasta que conseguí la medalla de oro, y por eso parece fácil, pero es verdad que al año siguiente tuve una lesión en el Mundial que me impidió acabarlo, y luego tocó recuperarse y volver a ser campeón del Mundo y medalla de plata en Río de Janeiro después de pasar por el quirófano. En este tipo de preparación todo tiene su espina, pero ahora lo que valoro es el hecho de que me pude reponer de todas esas situaciones y seguir siendo competitivo, hasta el punto de poder ir a París y conseguir la plata en unos Juegos Paralímpicos en los que el nivel de mis rivales era mayor que ninguno de los anteriores.

Alberto Suárez Laso, atleta paralímpico. París 2024

-En lo que es la preparación para una prueba importante, ¿qué peso tienen la parte física y cuánto la mental?
-Van de la mano. La preparación mental sirve para cualquier prueba, sea o no de fondo, pero en el caso de las carreras de largas distancia todavía un poco más porque durante esas dos horas y pico que estamos al máximo rendimiento pueden pasar muchas cosas, y si no tienes la fuerza mental para afrontar un momento de bajón, te puede jugar una mala pasada. Sí que es verdad que a mí me tienen como una persona tranquila y esto puede ayudarme en los momentos de dificultad. Está muy de moda el entrenamiento con psicólogos deportivos, y aunque yo no lo trabajo con un profesional, sí creo que es una parte fundamental que hay que tener en cuenta dependiendo de cómo seas.

-Cada vez se conocen más casos de deportistas de alto nivel con problemas de salud mental debido a la presión tan grande que soportan.
-Claro, porque la presión no viene sólo de lo que te pongas tú a ti mismo, también de la que te puedan poner alrededor de ti, sean managers, entrenadores, etc. En mi caso es la que me pongo yo a mí mismo por querer estar en lo más alto posible en las competiciones en las que participo. Cuando preparas una carrera popular, si te sale mal, no es algo que te guste, pero no pasa nada, pero si quieres estar entre los mejores del mundo, esa presión te puede jugar malas pasadas. Y si te lesionas y en esos momentos no eres mentalmente fuerte, te puedes venir abajo y decir: “hasta aquí llegué, no voy a poder llegar. ¿Para qué voy a seguir sufriendo si ya tengo cierta edad?”. Por eso, en ese momento hay que saber parar y rodearse de gente que te ayude a superar esa frustración, y si se necesita un apoyo más profesional ¿por qué no buscarlo? Es un trabajo que suma, nunca resta a la hora de afrontar esos momentos.

-¿En París también competías contigo mismo?
-Sí, no deja de ser una competición conmigo mismo sabiendo la preparación que tengo, porque cuando salen dos rivales por delante de mí me planteo para qué salir con ellos si no es el ritmo que me interesa. Si en la línea de salida tienes la conciencia tranquila de que te has preparado al máximo y hay rivales que te ganan, hay que darles la enhorabuena porque son mejores que tú. Yo sé que soy competitivo a cierto ritmo y no puedo ir a un ritmo más rápido del que hemos trabajado. Y si no sabes enfocar ese momento, no podrías llegar a meta o conseguir el objetivo.

-¿Qué te ha enseñado el atletismo que es trasladable a la vida misma?
-El deporte siempre te da esos valores que se necesitan en el día a día. Es una parte fundamental y la gente joven debería practicar algún deporte para darse cuenta de la importancia que tiene el esfuerzo, el sacrificio, porque, aunque sea algo que te guste a veces hay que sacrificar cosas. Ese esfuerzo y esa constancia se pueden trasladar a los estudios o a un ámbito laboral; por ejemplo, el hecho de tener que madrugar para poder entrenar antes de ir al trabajo o a estudiar, todo eso al final te sirve.

“En estos Juegos hemos tenido la gran noticia de que se igualaba el premio de la medalla de los olímpicos con los paralímpicos, algo que hasta ahora no había sucedido y por lo que se llevaba trabajando desde hace mucho tiempo”

Alberto Suárez Laso, atleta paralímpico. París 2024 -Todas las pruebas son inolvidables, pero ¿cuál vas a recordar siempre con más cariño?
-Todas fueron muy especiales, pero sobre todo esta de París, y no por haber conseguido la medalla de plata o porque todo saliera bien, si no porque fue la primera vez que mi hijo me vio en directo en unos Juegos. En Londres era muy pequeño para estar allí, en Río además de ser pequeño se sumaba que era una ciudad complicada a nivel de seguridad y cuando iba a ir a Tokio fue cuando ocurrió lo de la pandemia y tampoco pudo ser.
Él estuvo en la villa paralímpica y pudo ver que hay personas con grandes discapacidades que son capaces de tirar hacia adelante y seguir en su día a día haciendo cosas increíbles, ya sea en el deporte o en otras cosas. Habría que hacer algo para que todas las personas pudieran asistir durante los Juegos a la villa, para que se den cuenta de todo lo que hay dentro. Mi hijo, hasta ahora, no había podido vivirlo y creo que eso le va a servir. Eso y que, acompañado de mi mujer, Paloma, me viera cruzar la línea de meta es lo que más me satisfizo de esta competición.

-Os relacionasteis con deportistas que tenían detrás historias increíbles, pero al final, ¿toda dificultad se normaliza?
-Sí, estás allí paseando con gente con esas grandes historias y se normaliza la enfermedad o la discapacidad de tal manera que a lo mejor no te das ni cuenta que a esa persona le faltan dos brazos o dos piernas o que tiene una parálisis cerebral importante, porque son deportistas y durante quince días estás caminando a su lado. Pero cuando esas personas que han pasado por la villa tengan un momento malo en su vida, podrán acordarse de cuando vieron comer sola a una persona sin dos brazos, o vieron nadar a otra sin los dos brazos. Ver que ellos fueron capaces puede motivarles para un momento difícil en sus vidas.

-Alberto, acabas de llegar y necesitas descansar y disfrutar del éxito conseguido, pero ¿tienes ya alguna competición en mente?
-Lo que vaya surgiendo a nivel internacional, porque se supone que el año que viene va a haber un mundial, no sé si de maratón o de pista. Una vez que esté planificado el calendario intentaremos ir planificando los entrenamientos.
Respecto a los próximos Juegos, ya estoy en una edad en la que mirar hacia cuatro años es complicado por todo lo que pueda pasar, pero la idea es seguir entrenando, seguir teniendo objetivos. Y si esos objetivos van saliendo bien y estamos cerca de esa marca mínima que hay que hacer para estar en esos Juegos, pues lo intentaremos, pero a día de hoy es difícil. No se sabe la realidad de lo que va a pasar.

-La medalla de plata es un impulso económico importante. ¿Este tipo de resultados son un balón de oxígeno?
-En estos Juegos hemos tenido la gran noticia de que se igualaba el premio de la medalla de los olímpicos con los paralímpicos, algo que hasta ahora no había sucedido y por lo que se llevaba trabajando desde hace mucho tiempo. El Comité Olímpico Español estaba en negociaciones con la ministra de Deporte y Cultura y se consiguió, y esto también es importante para las becas que nos puedan dar, que permiten a las personas dedicarse al cien por cien al deporte con más tranquilidad.

-A pesar de las diferencias que todavía hay con el deporte olímpico ¿hay que reconocer los logros conseguidos?
-Sí, en todos los ciclos siempre hubo pasos hacia adelante y eso es lo bueno, que siempre vaya creciendo esa igualdad que tanto buscamos, tanto sea en el deporte como en el ámbito de igualdad de sexos, y en este caso se está mejorando. Desde Pekín, que fue cuando empezó el Plan Apoyo al Deporte Objetivo Paralímpico (Plan ADOP), hasta ahora fue todo in crescendo y eso es lo que buscamos. Ahora necesitamos -aunque ya ocurrió en estos Juegos muchos más que en los anteriores- que haya más minutos en televisión para el deporte paralímpico, porque es importante que la gente nos vea, nos conozca, y porque de esta forma también puede llegar algún patrocinador privado.

-A tu regreso a Asturias pudiste sentir el cariño de la gente reconociendo tu trabajo, ¿has encontrado también ese reconocimiento por parte de las administraciones?
-Bueno, ahí quedaron un poco flojos en ese apoyo. Yo soy una persona que nunca me gustó dar palos, porque entiendo que las circunstancias son las que son y que a veces es complicado, pero sí que es verdad que paso envidia cuando hablo con deportistas de otras comunidades. Ellos me hablan del apoyo que tienen tanto en becas como en estar atentos a los deportistas y aquí quedamos por detrás de todas esas comunidades. Yo ya estoy en mi recta final, pero es una lástima que la gente que pueda venir detrás de mí se sienta como me pude sentir yo hasta ahora. En todos estos ciclos nunca he cobrado ninguna beca o ayuda de la administración asturiana, aunque sí algunas ayudas no muy grandes a nivel de Oviedo. A nivel de Gobierno del Principado ni siquiera recibí ninguna enhorabuena, ningún ‘gracias por representar a Asturias de la mejor forma posible’, e imagino que igual que yo estarán muchos otros deportistas. Entiendo que el presidente tiene otras muchas actividades, pero otros cargos en consejerías o direcciones generales deberían estar más atentos a los deportistas que tienen. Y eso no cuesta dinero, es solo tener un minuto para hacer una llamada telefónica.

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