Qué bonito es encontrarse en la vida con gente con la que sientes química casi al instante. Me refiero a ese momento donde empiezas a conversar y la magia parece danzar en cada palabra y termina por envolverlo todo.
Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo, acaba de publicar La levedad de las libélulas (Paidós), un libro de viajes al centro de la salud y de la vida que habla sobre todo de la fragilidad del ser humano.
Con enorme maestría, este científico, a veces poeta, a veces filósofo, nos recuerda que “aunque seamos criaturas imperfectas, frágiles y vulnerables, podemos llegar a ser artistas de nuestra propia vida y hasta pintar la leve estela que deja una frágil libélula cuando vuela”.
-En La levedad de las libélulas comienzas con una bella narración poética de la Fuente Médicis de París, un precioso lugar que atraviesas cada día de camino a tu trabajo. Entrada la primavera, un día se te acercó una libélula que te sirvió de inspiración para escribir este libro. Fusionas en cada página poesía, ciencia, filosofía, música y nos invitas a viajar contigo. ¿Dónde nos quieres llevar? ¿Todas estas disciplinas conviven en el mismo espacio?, ¿comparten también el mismo lenguaje?
-El libro invita a un viaje muy especial al centro de la vida cuyo objetivo es transmitir a los lectores la idea de que la salud es un don tan provisional como maravilloso, el mejor de todos los que podemos tener. Intenté escribir un libro que sirva para aprender, para pensar y para disfrutar. Lógicamente, si queremos afrontar un viaje tan profundo y emotivo necesitamos alguien que nos guie y para ello recurro a grandes sabios, pensadores y artistas de la historia que nos van contando desde la ciencia, pero también desde la poesía, la filosofía, la música o la pintura, cómo ha ido cambiando nuestro concepto de salud a lo largo del tiempo. La fusión de esta colección de disciplinas es posible porque los diversos lenguajes del conocimiento parecen muy distintos, pero acaban por ser los mismos, pues todos derivan de la curiosidad humana por tratar de explicar el mundo y la vida. Además, el texto escrito se acompaña con material adicional disponible para los lectores incluyendo numerosas fotografías que iba tomando y músicas que iba escuchando durante mis paseos por París, mientras el libro se iba gestando en mi imaginación.
“El libro invita a un viaje muy especial al centro de la vida cuyo objetivo es transmitir a los lectores la idea de que la salud es un don tan provisional como maravilloso, el mejor de todos los que podemos tener”
-Dices que este libro es el más profundo y personal de los que has escrito. Si tuvieras que escribir un mensaje a aquella libélula que te inspiró, ¿cuál sería después de todo el camino recorrido?
-Para escribir artículos científicos o libros de reflexiones personales hay que trabajar mucho con el fin de recoger e integrar información muy diversa, pero también es preciso que nos acompañen grandes dosis de inspiración e imaginación. A aquella leve libélula cuya mirada se cruzó con la mía en una mañana parisina de primavera le daría las gracias por mostrarme su fragilidad, la mía y la de todos, y encender así la magia de la creatividad que me impulsó a escribir La levedad de las libélulas.
-“La salud es una forma muy especial de cultura. La cultura de la responsabilidad y el cuidado de la vida”. ¿Quién nos debería de educar para ello?
-Es una labor colectiva y compleja, pero afortunadamente, la responsabilidad como la curiosidad y el altruismo se pueden enseñar y entrenar. En el libro se recogen algunas propuestas en distintos ámbitos, desde los más científicos hasta los puramente sociales y emocionales. Las estrategias médicas y científicas más avanzadas que anuncia el futuro serán difíciles de generalizar mientras no haya un mayor compromiso con la equidad social, pero las aproximaciones relacionadas con los estilos de vida son más fáciles de implementar. Por ejemplo, además de seguir insistiendo en las campañas que intentan promover la salud recordando los daños que causan las sustancias tóxicas como las drogas, el tabaco o el alcohol, debería informarse en positivo a la población de los factores que favorecen la salud física y mental. Algunas de las que menciono en La levedad de las libélulas son sencillas de recordar: nutrición austera, natural y equilibrada, ayuno digital, distancia de la toxicidad humana, control de estrés y respeto al descanso y al sueño.
“Además de seguir insistiendo en las campañas que intentan promover la salud recordando los daños que causan las sustancias tóxicas, debería informarse en positivo a la población de los factores que favorecen la salud física y mental”
-Pedimos, -como el artista Diego Rivera refleja en su mural, “El pueblo en demanda de salud”- que alguien nos cure cuando estamos enfermos. Pero la ausencia de salud empieza mucho antes…
-Efectivamente, siempre digo que prevenir es vivir. Los grandes logros médicos que han permitido el considerable aumento de la esperanza de vida en los últimos cien años se cimentaron en el desarrollo de estrategias eficaces e inteligentes diseñadas por los profesionales de la Medicina Preventiva y Salud Pública. Sus fundamentos siguen vigentes y no deben olvidarse en esta era de rápido desarrollo tecnológico. En todo caso, en el libro recuerdo que la demanda de salud es de muy difícil o imposible cumplimiento porque es un don que nadie puede garantizarnos, por lo que creo que es mucho más sensato demandar atención y cuidado a la salud personal y colectiva, incluyendo la salud mental. Sin duda, la armonía molecular de nuestro cuerpo y la cohesión social del entorno se beneficiarán si prestamos atención sincera y comprometida al cuidado y preservación de la salud.
-“La salud es el silencio del cuerpo”. ¿Qué descubriste en esos dos años de silencio absoluto autoimpuesto?
-En una sociedad como la actual en la que impera el ruido en todas las esferas que podamos considerar o imaginar, saber o aprender a alejarse de la toxicidad ambiental y humana y recuperar la calma, la tranquilidad, la serenidad y, en definitiva, el silencio, es un gran elixir de salud y de creatividad.
“La demanda de salud es de muy difícil o imposible cumplimiento porque es un don que nadie puede garantizarnos. Es más sensato demandar atención y cuidado a la salud personal y colectiva, incluyendo la salud mental”
-En tu libro críticas a los negacionistas de la salud mental y abogas por medidas preventivas contra la ola de ansiedad y tristeza que nos asola (más de mil millones de personas padecen hoy algún tipo de desorden emocional). ¿Qué acciones propones poner en marcha para abordar este problema?
–La levedad de las libélulas es un libro organizado en dos partes, y es en la segunda de ellas, titulada “Salud mental, metáfora y verdad” donde se abordan en profundidad estas cuestiones. Entre las conclusiones de mi reflexión particular a este respecto podría señalar que la salud física y la salud mental son partes indisociables de una misma ecuación, cuyos términos deberemos conocer con precisión para poder ofrecer soluciones concretas. No es una mera cuestión médica o científica, es necesario integrar la información generada en campos tan diversos como la medicina, la biología, la filosofía, la economía, la sociología y la psicología, si queremos afrontar un problema que ya no admite excusas ni retrasos. En el libro se ofrecen algunas guías sencillas al respecto. La definición de cada una de las nueve claves de la salud sugiere medidas concretas para mejorarlas. Por supuesto, los lectores no encontrarán soluciones mágicas, ni exageraciones que tanto daño hacen a la medicina rigurosa, ni promesas que luego no se pueden cumplir.
-La pandemia resaltó la importancia de la salud mental, ¿qué hemos olvidado por el camino?
-La verdad es que fui uno más del colectivo de seres ingenuos que pensamos que tras la llegada del SARS-Cov2, el virus del miedo, cambiaríamos nuestras costumbres sociales para acercarnos de nuevo a un mundo más sensato y equilibrado. Nada de esto sucedió, olvidamos la dramática lección recibida de un minúsculo virus venido de China, y volvimos a los viejos usos de egoísmo y arrogancia frente a la naturaleza y contra las sociedades menos favorecidas.
“Más de mil millones de personas padecen hoy algún tipo de desorden emocional. Estamos hablando de pacientes individuales con nombres concretos que necesitan atención y apoyo”
-En el libro propones una medicina de la salud que vaya más allá de tratar enfermedades, ¿cómo visualizas eso en la práctica diaria médica?
-La medicina de la salud es una propuesta científica integradora que persigue analizar en positivo los mecanismos moleculares y celulares que determinan que la vida transcurra en relativa armonía. Además, pretende ir más allá de los actuales métodos reduccionistas y formular nuevos marcos de pensamiento humanista que adopten miradas amplias en cuestiones tan complejas como las relacionadas con la salud y las enfermedades. Por supuesto, la medicina de la salud y la de la enfermedad son aproximaciones absolutamente complementarias. La levedad de las libélulas nos muestra que además de cuidar la salud, hay que atender y tratar de curar las más de 17.000 enfermedades distintas que se recogen en el último censo de los males del mundo. Para mejorar la salud de todos, nada mejor que empezar por mostrar el máximo apoyo y respeto a los profesionales sanitarios que se ocupan de tratar las enfermedades. No olvidemos que la enfermedad es consustancial a la vida, y tras cerca de cuatro mil millones de años de evolución biológica y cultural, hemos tenido que asumir una serie de riesgos moleculares que nos distanciaron de la aparente simplicidad bacteriana y nos regalaron una vida larga y rica, pero a cambio nos abocaron a la enfermedad y a la muerte. Por eso, siempre recuerdo a mis estudiantes que lo asombroso no es envejecer y morir sino vivir, ese es el verdadero milagro cotidiano.
-Has destacado la importancia de la humildad ante las adversidades, especialmente en contextos de crisis como las inundaciones de Levante, ¿cómo podemos prepararnos para esos desafíos que anuncias están por venir?
-El arte de vivir y mantener la salud es sin duda una tarea muy compleja. Por eso, lograr el equilibrio físico y mental no resulta nada sencillo en el mundo actual en el que pesa mucho más la arrogancia que la humildad. El gran progreso tecnológico en diversos ámbitos creó la falsa idea de una presunta invulnerabilidad, que no se corresponde en absoluto con la realidad. La educación en el cuidado de la salud, la nuestra y la del planeta que todavía nos acoge generosamente, aunque no sé por cuanto tiempo, puede facilitar el desarrollo de una hipotética pero necesaria adicción social a la salud. Siempre digo que unas buenas dosis de educación y respeto, junto con el necesario componente de altruismo y solidaridad son estrategias adecuadas para prepararnos ante los desafíos del futuro. También insisto en que, como no suele haber soluciones simples para problemas complejos, hay que evitar las exageraciones en torno a posibles remedios para curar enfermedades hoy incurables.
Curiosamente, a muchos les siguen fascinando las historias de eterna juventud o los augurios de una próxima inmortalidad humana y sin embargo, las crecientes cifras relativas a los eclipses de alma siguen sin impresionarnos lo suficiente. Antes decíamos que más de mil millones de personas padecen hoy algún tipo de desorden emocional, pero lo verdaderamente triste es que más allá de estos números abrumadores y de las frías estadísticas, estamos hablando de pacientes individuales con nombres concretos que necesitan atención y apoyo. En el libro discuto en profundidad las claves que subyacen a este incremento de casos de ansiedad y tristeza que se dan cita en nuestro planeta, e invento la palabra trisbiosis, la disbiosis causada por la tristeza, para definir los desequilibrios biológicos causados por los eclipses de alma.
“Escribir es, para mí, una actividad cotidiana que me ayuda a pensar, a sentir y en algún caso también me sirvió para sobrevivir a algunos naufragios personales”
-No es que hables especialmente de espiritualidad, pero sí está rodeando todo lo que escribes. ¿Qué lugar tiene en esta ecuación que propones entre la salud física y la mental?
-La espiritualidad, el sentimiento de trascendencia, la idea del propósito vital, o el ikigai personal son aspectos fundamentales en la vida de muchas personas, aunque interpretados de muy diversas formas y maneras. Todas ellas merecen atención y respeto, ya que a menudo representan auténticos bálsamos de bienestar físico y emocional. La ecuación de la salud que se presenta en el libro deja espacio para incluir estos aspectos dentro del factor llamado Adaptación psicosocial, que hace referencia a la tensión permanente entre nuestra biología y el entorno social y emocional en el que vivimos y cuyas deficiencias están en el origen de la epidemia de soledad y ansiedad que se extiende por nuestra sociedad.
-¿Escribes para sobrevivir o por algo más?
-Escribir es, para mí, una actividad cotidiana que me ayuda a pensar, a sentir y que en algún caso también me sirvió para sobrevivir a algunos naufragios personales. La escritura de artículos científicos sigue ocupando la mayor parte de mi tiempo y eso lo hago por pura responsabilidad social y profesional. Además, de vez en cuando escribo libros que intuyo que cada vez van a tener un componente más personal y menos científico.
-“Asturias fue mi lugar en el mundo, pero el azar y la condición humana determinaron que tuviera que explorar otros territorios” ¿Te arrepientes de algo?
-La adversidad es consustancial a la vida, a todos nos alcanza en algún momento con mayor o menor intensidad. Cuando he tenido que enfrentarme a lo peor de la condición humana he procurado hacerlo con serenidad y tratando de entender los mecanismos que desatan la vileza y la envidia. En conjunto estoy satisfecho y agradecido con lo que he aprendido y disfrutado durante mi aventura biológica personal, tanto en la salud como en la adversidad. Estoy entrando en la edad tardía, “en la estación del tiempo rezagado”, y no espero ya grandes prodigios, incluyendo las disculpas sinceras de quienes, por cobardía, por acción o por omisión determinaron que Asturias dejara de ser mi lugar en el mundo.
-“El paraíso no es necesariamente un lugar físico sino formas de pensar, sentir o ser”. ¿Has encontrado el tuyo?
-Gracias por recordarme mi propia definición de paraíso, como ese conjunto de formas de pensar, sentir y ser, que va mucho más allá de un lugar concreto. Cuando expuse esta idea en una entrevista reciente, quise enmarcarla en el contexto de personas concretas que me generan profundos estímulos emocionales e intelectuales. Hoy me gustaría añadir que allá donde habiten el silencio, la inspiración y la creatividad seguirán siendo pequeños paraísos particulares para mí.
Píldoras para reflexionar:
“Nos cuesta mucho encontrar las palabras adecuadas para definir la idea de salud y solo reconocemos su verdadera importancia cuando se aleja de nosotros dejando tras de sí una rica gama de sonidos, desde un suave rumor a un ruido atronador. Definitivamente, la salud es el silencio del cuerpo”
“Hemos adoptado formas de vivir, de trabajar, que nos han convertido en víctimas del sedentarismo, malnutrición, de la toxicidad -tanto ambiental como humana-, y nos ha llevado a una epidemia de soledad y tristeza”
“Hoy, alrededor de mil millones de personas padecen algún tipo de desorden emocional y nada menos que un millón de seres humanos, incluido un número significativo de adolescentes, deciden quitarse la vida cada año”
“Recientemente, la Organización Mundial de la Salud ha declarado con prístina claridad que la depresión y otras modalidades de daños emocionales están llamadas a convertirse en el nuevo Gran Mal de la humanidad, sobrepasando a las enfermedades que habían llevado anteriormente este indeseable estigma: el cáncer y las patologías cardiovasculares”
“Factores que favorecen la salud física y mental: educación, respeto, empatía, ayuno digital, calidad del sueño, control del estrés”