En el corazón de Asturias late un pulso silencioso, un trabajo constante que permite mantener en pie todo nuestro engranaje social, pero en cambio no aparece en los medios de comunicación, no forma parte de los titulares económicos. Es la Economía del Cuidado. Ese entramado invisible de tareas domésticas, atención a dependientes, crianza… lo que permite que el resto de cosas puedan funcionar. Esa fue una de las mayores lecciones de la pandemia y, sin embargo, estos trabajos siguen siendo menospreciados.
La invisibilidad estadística y también política del trabajo de cuidados (en la mayoría de los casos, no remunerados), sigue siendo una de las mayores paradojas de nuestro tiempo y, aun así, se despunta como un sector que podría beneficiar a la economía en general. Más teniendo en cuenta la situación que atraviesa nuestra comunidad autónoma con un índice de envejecimiento que supera el 249%, es decir, hay 249 personas mayores de 64 años por cada 100 menores de 16 años.
Dicho de otra forma, debemos de priorizar la economía del cuidado, darle el valor que se merece, elevarlo a niveles macroeconómicos, políticos y culturales porque si no, no podremos crecer como sociedad y nuestro crecimiento nunca podrá ser sostenible. Además, el trabajo del cuidado en sí mismo puede ser una fuente de empleo aún no explorada, pero que está en crecimiento. Invertir en cuidados crea empleos, no es un gasto si no una inversión y así lo ha visto el Gobierno del Principado que sitúa a la economía del cuidado como un sector estratégico para generar empleo e impulsar la innovación y cohesión social. Para ello cuenta con la colaboración de las Cámaras de Comercio de Oviedo, Gijón y Avilés porque para desarrollar este proyecto es necesaria la colaboración pública-privada.
Esta iniciativa lleva en marcha desde 2022 y se ha consolidado como uno de los proyectos más transformadores en el ámbito de los derechos sociales por su capacidad para cambiar el modelo de cuidados en Asturias desde una perspectiva centrada en la persona, en la comunidad y en la innovación; un proyecto en el que se han invertido casi cuatro millones de euros de fondos europeos.
La consejera de Derechos Sociales y Bienestar, Marta del Arco, afirmaba hace unos días que este sector aporta más de 500 millones al PIB en Asturias y genera más de 1.500 empleos que propician una recaudación fiscal de casi 180 millones.
En estos días se ha firmado el segundo convenio con las Cámaras de Comercio, el cual promueve sistemas de negocio innovadores y de calidad: «Esperamos que respondan a las expectativas de las personas que queremos envejecer de un modo activo y saludable con un modelo que combine tecnología, formación, bienestar y participación comunitaria», ha señalado la consejera.
La carga de trabajo del cuidado, tanto remunerado como no remunerado, todos sabemos que recae desproporcionadamente sobre las mujeres y es uno de los principales pilares de la desigualdad. El cuidado se considera una responsabilidad de los hogares y, dentro de ellos, de las mujeres. Por lo que invertir en la economía del cuidado también ayuda a reducir la brecha de género, es decir, nos beneficia a todos. Transformar esta realidad no requiere sólo invertir en servicios e infraestructuras de cuidado sino redistribuir estas tareas equitativamente entre hombres y mujeres. Mover todos estos “palos” al tiempo traerá consigo una revolución del cuidado que nos llevará a dar un importante paso como sociedad. El reto lo tenemos ahí.