Finalizamos la entrevista a la neuróloga Nuria Riesco, especialista en migrañas y cefaleas en el Hospital Central de Asturias (HUCA), con esta segunda parte.
Hace hincapié en que se debe perder el miedo a decir que sufres dolores de cabeza por la importancia de un diagnóstico temprano. «El tiempo es cerebro. Cuanto antes consulte el paciente y se le paute el tratamiento, tiene más posibilidades de que le funcione y mejore notoriamente».
-¿Migraña y soledad son dos términos que suelen ir juntos?
-El otro día lo hablaba con una compañera: la gente que viene a las consultas por dolor de cabeza o migraña son personas que, en gran mayoría, vienen solas. Es algo que me llama mucho la atención. Cuando son pacientes con demencias, meningitis, ictus, epilepsia, etc. vienen, en su mayoría y aunque se hayan recuperado, acompañados. Cuando les digo que la próxima vez intenten venir con alguien, muchas me han dicho: «¿cómo va mi marido a faltar al trabajo por acompañarme a esta consulta?». Y esto es lo que tenemos que intentar cambiar porque es el propio paciente el que no le da importancia y entiende que es normal que a otras consultas, que consideran más importantes, vayan con alguien de la familia o algún amigo. Me da pena que esto no cambie porque a todos nos gusta vivir estos momentos acompañados. Es bueno que su pareja o su familia sepan y oigan de voz del médico que cuando les pase eso, además de tomarse la pastilla, es importante que se queden en un sitio en el que estén tranquilas, tumbadas a oscuras, con poco ruido o que descansen, aunque sea media hora. Seguramente tu entorno, si sabe lo que pasa y lo que necesitas, puede que cambien su actitud y te ayuden para que todo vaya bien.
-Diagnóstico y tratamiento son un binomio fundamental. ¿Es tan sencillo como parece?
-Algunas veces es complicado. Los que nos dedicamos a ello muchas veces nos sorprendemos de que lleguen diagnósticos tan tardíos. En neurología usamos mucho, sobre todo para los ictus, pero para otras muchas enfermedades también sirve, el mensaje de que: “el tiempo es cerebro”. Cuanto antes consulte el paciente y se le paute el tratamiento, tiene más posibilidades de que le funcione y mejore más. Hacer un diagnóstico no es complejo, los criterios son sencillos y, en atención primaria, que es el primer eslabón por el que pasa el paciente, lo hacen muy bien. En esa consulta es importante que ellos le pongan un nombre y un apellido y que le administren los tratamientos. No todos los pacientes con migraña tienen que acabar en el neurólogo. Nosotros, cada cierto tiempo, intentamos hacer una o dos jornadas formativas al año de actualización, tratamientos, resolver dudas, hacemos charlas online y también presenciales… Intentamos tener esa conexión con el médico de primaria porque son el primer filtro y eso tiene que hacerse bien. Ellos pueden hacer el diagnóstico y empezar los tratamientos, luego, los pacientes más graves, más complejos o con los que las cosas no van bien, los derivan a la consulta de neurología. Muchos pacientes con dolor no van a tener una migraña complicada, sino que se va a poder manejar con cosas sencillas.
“Se ha visto que las pastillas que compras en la farmacia y que sirven también para otros dolores, consumidas más de un número de días al mes, en el caso del dolor de cabeza favorece que a la larga se cronifique y tengas más días de dolor, aunque en el momento te lo quiten o te mejoren mucho”
-El hábito de «me duele la cabeza habitualmente, me tomo un analgésico», ¿es positivo?
-Pasa una cosa: cuando a alguien le duele la cabeza lo normal es que se tome un analgésico. Eso que te tomas, dependiendo de qué dolor de cabeza tengas, a veces, no te quita el dolor y sólo te lo calma. Es importante tomar fármacos que, en un tiempo prudencial, eliminen el dolor. Si no lo quitas del todo y atacas de raíz, tiene más posibilidades de que te vuelva y te dé más fuerte. Pero, además, se ha visto que el tomar pastillas que tú compras en la farmacia de venta libre y que sirven también para otros dolores, consumidas más de un número de días al mes, en el caso del dolor de cabeza, aunque en el momento te lo quiten o te mejoren mucho, a la larga, favorece que se cronifique y que tengas más días de dolor. A veces, hacemos reuniones con farmacias de calle porque ellos atienden a personas que van a comprar con relativa frecuencia analgésicos y, en un momento dado, les pueden preguntar qué les pasa. Muchas veces hacemos proyectos conjuntos para que sean ellos los que los animen a consultar.
-¿Cuál es el mito que más veces tienes que desmentir?
-Si tuviera que elegir uno sería: que la migraña no es un simple dolor de cabeza. Si desmontásemos eso, creo que entenderíamos la complejidad y la gravedad que puede llegar a alcanzar esta enfermedad. Podríamos ponerle solución antes porque la gente se lo tomaría en serio y la sociedad también entendería el mensaje principal de que a esto hay que darle valor y es una enfermedad de primera. Otro de los mitos que muchas veces desmiento en la consulta es que sólo afecta a mujeres. Siempre cuento la anécdota de un paciente varón que, cuando venía y me pedía un informe para el trabajo en el que justificase que había estado en la consulta, siempre se aseguraba de decirme que no le pusiera el motivo por el que venía ni la enfermedad que tenía. Estoy convencida de que si este mismo paciente fuese a una revisión del cardiólogo, no insistiría tanto en que no apareciese ni el diagnóstico. Ese mito se va rompiendo, pero todavía está arraigado. Otro caso muy significativo fue el de una paciente migrañosa que era jueza y también lesbiana. Imagínate lo que era esa mezcla para esa persona. Ella reconoció que le costó mucho más salir del armario de la migraña que del de su identidad sexual. Reconoció antes abiertamente que su pareja era otra mujer, que que sufría dolores de cabeza y que, a veces, tenía que ausentarse. A mí me parece tremendo. Quien no lo vive puede decir que soy una exagerada y pensar que esto no pasa, pero es la realidad.
“La migraña no es un simple dolor de cabeza. Si desmontásemos este mito, creo que entenderíamos la complejidad y la gravedad que puede llegar a alcanzar esta enfermedad”
-¿Cómo es de importante la comunicación de la persona que convive con el dolor con las personas de su entorno?
-Entiendo que la enfermedad forma parte de la intimidad de la persona y cada uno cuenta lo que quiere. Pero sí que es verdad que muchas veces, si decimos las cosas a los compañeros de trabajo, a los amigos o a tu círculo más cercano, todos vamos a normalizarlo y va a ser más fácil. Si llega un momento en el que tú sabes que va a afectar en ese ámbito en el que te mueves, lo mejor es que con naturalidad lo digas. Por lo general, el que está al lado, agradece saber qué te ocurre y, además, lo va a entender y le va a ser más fácil la relación. A veces la cuestión es que los pacientes, al verbalizar y compartir algo, tienen la sensación de que el problema toma vida. Si no lo dices es como si no pasase, el silencio es como un reducto seguro en el que te puedes esconder. Es totalmente normal que haya un tiempo en el que nos cueste asumir ciertas cosas o prefiramos no decirlo, pero pasada esa etapa creo que es al revés. Además, puede ayudar a muchos que están en tus mismas circunstancias. Hay que hablar las cosas con la gente de confianza y hacerlo con naturalidad. Y con esto gana el paciente y todos los que están alrededor. A todos nos gusta sentirnos acompañados, el médico o la familia lo pueden hacer, pero con quien más afín te puedes sentir es con quien está viviendo algo similar. Por eso en enfermedades crónicas, tanto las asociaciones de pacientes como los grupos hacen una labor importantísima, entre ellos hacen mucha terapia no pagada. Es maravilloso lo que pueden ayudar y siempre les animo a que vayan porque además cuentan con profesionales especializados en esas patologías y hacen cosas dirigidas. Eso tiene muchísimo valor.
-¿Importancia de la terapia psicológica?
-Antes del Covid (después se cortó, aunque estamos en aras de recuperarlo otra vez), una de las terapias que hemos visto como adyuvantes -que no quita que el tratamiento farmacológico sea fundamental- es la terapia psicológica. Había unas reuniones que eran para pacientes muy seleccionados en las que se juntaban con un psicólogo y hacían reuniones de grupo para pacientes con migraña. Se reunían, conversaban y yo creo que era como su círculo de confianza o su espacio de seguridad porque ahí hablaban libremente. Luego el psicólogo les daba pautas, consejos, recomendaciones de cómo actuar. O les enseñaba a controlar uno de los desencadenantes más reconocidos de crisis de migraña que es el estrés. Les enseñaba cómo manejarlo y evitar esa crisis. Esa terapia que se ha puesto tan de moda, que es la cognitiva conductual, es fundamental y a los pacientes les viene fenomenal. Estamos intentando retomarla porque era muy interesante.
“A veces la cuestión es que los pacientes, al verbalizar y compartir algo, tienen la sensación de que el problema toma vida. Si no lo dices es como si no pasase, el silencio es como un reducto seguro en el que te puedes esconder”
-¿La educación como mejor método de prevención?
-En esto, la educación lo es todo, y tiene que partir desde los niveles más inferiores, como el cole, y luego seguir en los niveles superiores. Yo recuerdo que en la facultad nos enseñaban cosas muy complejas que, a veces, costaba seguirlas. Sin embargo, sobre cosas sencillas pero importantes, no incidían. Pienso lo mismo respecto a tener una asignatura en la carrera o algo similar en la que aprendamos a dar malas noticias. Los médicos siempre vamos a tener que darlas en algún momento. Habrá gente que lo haga mejor y otra peor, pero nadie te enseña a hacerlo.
A mi modo de ver, también es importantísimo que nuestros niños sepan lo que tienen que hacer porque lo ven en sus papás, es decir, no porque se lo digamos, sino porque lo hagamos nosotros.
-Lo que tanto se habla de una vida saludable, ¿es el fondo una vida lógica y equilibrada?
-Te pongo un ejemplo: nueve de cada diez ictus, se pueden prevenir. Y cuando miras cuál es la manera de hacerlo, más allá de la medicación, las medidas no farmacológicas son: caminar, hacer ejercicio, comer saludablemente, evitar el estrés, dormir… Y resulta que, esas mismas cosas, son las que ayudan a prevenir el dolor de cabeza, el Alzheimer, un infarto o que se sufra depresión. Así que al final, hay muchas cosas que si las hiciésemos o le diésemos la importancia que tienen, nos ayudarían a estar mucho más sanos y también a prevenir muchas enfermedades. Ya no te digo nada del estrés, que lo hemos normalizado tanto; que no podamos parar nunca, que tengamos que estar todo el rato haciendo cosas y que, incluso, uno se sienta mal cuando dice que una tarde no va a hacer nada. Deberíamos ser conscientes de todas aquellas cosas que si las cambiásemos en el día a día, tendrían muchísima repercusión positiva sobre nuestra salud global.
-Si tuvieses el poder de cambiar algo que fuese significativo para mejorar nuestra calidad de vida, ¿qué escogerías?
-Muchas veces nos autoexigimos un ritmo demasiado alto y esto hay que cambiarlo. Tenemos que darle la vuelta a los términos ‘urgente’ e ‘importante’. A veces, queremos todo para antes de ayer y las cosas tienen su tiempo y su momento. Al final, lo que en el fondo es importante no tiene hueco y tu vida se ve afectada en un montón de campos y eso también se lo transmitimos a los niños. Si tuviese que elegir algo para cambiar, esto es lo primero que pondría. Seguro que el día de mañana se harán estudios y esto se verá traducido en la aparición de patologías. Hay que bajar revoluciones, no hemos venido aquí para estar todo el día corriendo.
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