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lunes 25, noviembre 2024

Cambio climático en Asturias

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Ya no hay dudas: Aumento de la temperatura y el nivel del mar, descenso de las lluvias, temporales y sequías conviviendo en una misma estación, cambios en las cosechas, en la agricultura y la pesca… Así nos afecta.

En 2009 se publicó el trabajo «Evidencias del Cambio Climático en Asturias» un exhaustivo estudio en el que se enumeraban ya diversas anomalías que se están produciendo en lo que considerábamos el hábitat natural asturiano. Ricardo Anadón era entonces Catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, uno de los pioneros en España en plantear el tema científicamente, y fue el coordinador de aquel trabajo que integraba colaboraciones de más de cincuenta investigadores. Hoy, ya retirado, continúa sus trabajos en la universidad colaborando con temas más puntuales.

El mar se calienta

«La evidencia es que en treinta años la temperatura se ha incrementado, en algunos sitios de forma sumamente importante. Si hace treinta años había diez o doce días en los que el agua en verano superaba los veinte grados, ahora hablamos de cuarenta o sesenta días», afirma Anadón.
Lo confirma Enrique González, más conocido como ‘Kike Inmersión’, con más de treinta años de experiencia en pesca submarina y en apnea. «Mi experiencia es que desde luego el agua está más cálida. En invierno el ordenador que llevo en la muñeca baja a diez grados poquísimas veces, cuando hace quince años era bastante habitual; y en verano hay veces que tenemos veintidós grados de temperatura en superficie. Ha subido como dos o tres grados».
Otra investigadora de la Universidad de Oviedo, Consolación Fernández, lleva ya tiempo estudiando las algas y los bosques atlánticos, que también han sufrido cambios evidentes: los famosos bosques de laminarias, tan característicos de los fondos submarinos asturianos y gallegos, han desaparecido. «Ocurre lo mismo que si se hubiese talado de pronto un bosque extensísimo. Ahora los fondos parecen de piedra lavada; el pescado no tiene donde meterse», describe Kike. Es un paisaje característico que ha cambiado radicalmente.

¿Qué ocurre con la pesca?

«Algo va mal con el tema del pescado». Se queja Juan Luis Fernández, Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores Nuestra Señora del Carmen, de Castropol: «Las épocas de invierno y verano están cambiando muchísimo». «Las variaciones en la flora y la fauna marina van a tener trascendencia económica -valora Ricardo Anadón-. Este año estamos teniendo una temporada de caballa excepcional, pero en Galicia se está empezando a pescar estornino, que es una especie de caballa muy conocida en el sur, de menor calidad y menor precio, que ya estamos encontrando en los mercados». Crece la presencia en nuestras costas de especies extrañas que suelen proceder de aguas más cálidas. «El pez ballesta, por ejemplo, característico del Mediterráneo, aquí hace pocos años que ha aumentado mucho, igual que las medusas», explica Juan Dimas, presidente de las Cofradías de Pescadores. «Los que buceamos estamos encontrando también peces que nunca se habían visto por aquí -sentencia Kike-. El corballo, un pez muy mediterráneo que ya está apareciendo en el País Vasco y Cantabria y que en Asturias se empieza a ver. El año pasado un vecino mío cogió un pez limón de quince quilos, y otro amigo pescó un lumpo, que es un pez que vive a muchísima profundidad».

«La evidencia es que en treinta años la temperatura se ha incrementado, en algunos sitios de forma sumamente importante». Ricardo Anadón

Grandes temporales

Los expertos en clima lo estaban advirtiendo: serán más frecuentes y más intensos. Y lo estamos viendo. El cambio climático ya está provocando el anunciado aumento de fenómenos meteorológicos extremos.
La Oscilación del Atlántico Norte, conocida por sus siglas en inglés (NAO) marca la variabilidad del clima invernal en esta zona del planeta. Es el equivalente a El Niño o La Niña en el Pacífico, responsables de los grandes huracanes en EEUU. Las oscilaciones naturales de estos índices han variado en los últimos treinta años, con notables consecuencias. Una, los inviernos inusualmente suaves y secos que se vienen sucediendo en España y que difuminan las fronteras entre las estaciones. Otra, los temporales, que crecen en número e intensidad. Las olas gigantes son uno de los efectos más visibles. El norte está registrando un aumento inédito de la altura de las olas, como la registrada en 2009 a 22 millas de Santander, de más de 26 metros de altura, la mayor de la que se tiene constancia en España.
En los ciclos naturales de ocho años que marca la NAO, los fenómenos extremos no han dejado de aumentar en las últimas décadas y se espera que continúen haciéndolo. Eso está condicionando ya tanto la programación de las infraestructuras cercanas a la costa como el modo de vida en las zonas más afectadas. Los expertos no esperan que remita. Mejor, nos vamos acostumbrando.

Nuevas especies para nuevos climas

Cambio climático en Asturias.
Trachipterus articus. / Foto: CEPESMA

El Cepesma (Coordinadora para el Estudio y la Protección de las Especies Marinas), ha registrado hasta 16 especies, de las que no había constancia en épocas anteriores, en algunos casos procedentes de hasta tres mil millas de distancia. Son por ejemplo el gigantesco Trachypterus Arcticus, desconocido en la zona hasta el año 2003, que ha experimentado un importante incremento. También el Regalesnus Glesnes, otro gigante marino, está aumentando su presencia; o el Lagocéphalus Lagocéphalus, una especie mediterránea considerada tóxica. “También podemos hablar de cefalópodos, e incluso de mamíferos marinos. Nosotros ya hemos constatado el primer nacimiento de una foca común en la Península Ibérica, que se dio en Tapia de Casariego. Esto es totalmente inédito”, explica Luis Laria, responsable de Cepesma.

La costa se redibuja

Nuestra costa está experimentando cambios en los últimos años como consecuencia de la fuerza de los embates del mar y la subida del nivel de las aguas. Hay muestras a la vista de todos: playas que desaparecen porque el mar gana terreno, derrumbamiento de muros y paseos costeros, acantilados que se desploman. En pleno centro de Llanes, la Playa del Sablón está en un estado lamentable desde hace meses, debido a los desprendimientos del Paseo de San Pedro, y en conjunto las playas del concejo se encuentran en una situación inestable. La Playa de Arra (Ribadesella) lleva al menos cinco veranos cerrada por el mismo motivo, pendiente de una obra compleja y cara. Ayuntamientos como el de Muros de Nalón saben que en invierno han de esperar problemas con los argayos en la franja costera, como el sucedido en la Playa de Aguilar. En el occidente, la playa de Torbas ha estado casi tres años cerrada al público tras el desplome de 40 toneladas de acantilado. También el concejo de Tapia de Casariego ve con cierta frecuencia cómo su costa se desmorona sin que puedan afrontarse los importantes gastos de semejante reparación.
Por otra parte, la suma de los temporales y la acción humana está restando arena a las playas asturianas, en algunos casos de forma difícilmente reparable. La edificación cercana a la rasa costera en zonas dunares complica todavía más la recuperación, o la imposibilita si no es con medios artificiales. La playa de Salinas, en Castrillón, es una de las que acusa la pérdida de arenales.

Los famosos bosques de laminarias, tan característicos de los fondos submarinos asturianos y gallegos, han desaparecido.

Cosechas, las primeras afectadas

Los cambios afectan directamente a los agricultores y ganaderos, que ven cómo costumbres ancestrales están teniendo que adaptarse con rapidez a las nuevas circunstancias.
Joaquín López, presidente de la Unión de Campesinos y Agricutores (UCA), observa estos cambios con evidente desasosiego: «Antes en Asturias las cuatro estaciones estaban muy marcadas, pero ahora están desapareciendo la primavera y el otoño. En verano puede haber tanto inundaciones como sequías sin una lógica aparente. En invierno solía nevar tres o cuatro veces, llovía mucho en primavera y los ríos desbordaban agua; lo que no es normal es que eso pase en junio, como hace dos años».
Esto afecta de forma evidente a los prados y praderas, que son a su vez la base alimentaria del ganado asturiano, principalmente dedicado a la leche y la carne. «En estos últimos años, y en términos generales, se ha observado una tendencia a una disminución de la producción esperada a finales de la primavera y principios del verano», valora Antonio Martínez, técnico de la Consejería de Agroganadería y Recursos Autóctonos. Trastocar los ritmos de la naturaleza tiene un precio que se paga a corto plazo: «Que no haya agua es un trastorno para todo el mundo -explica López-. En nuestro caso por el riego, pero también da muchos problemas en el manejo del ganado, porque hay que transportar agua a manantiales que tradicionalmente la tenían, pero que ahora están secos». Con los cambios que se están produciendo, otro factor a tener en cuenta es el sanitario: «Las condiciones que tenemos actualmente de temperatura y humedad representan un freno para la proliferación de algunos patógenos, que podrían desarrollarse si esas condiciones se modifican, y para cuyos efectos los animales no están preparados», sentencia Martínez. Tampoco los cultivos se libran de la aparición de nuevas plagas, Joaquín López, por ejemplo, destaca la procesionaria de los pinos: «Antes era una imagen característica de la Meseta, pero hoy en día ha llegado a Asturias y afecta prácticamente a todos los pinos de la región».
La subida de la temperatura favorecerá la propagación de insectos como el mosquito tigre, que llegan de zonas más cálidas. «Ésto exigirá actualizarse continuamente», explica Ricardo Anadón. Agilidad y flexibilidad, especialmente por parte de las administraciones: «En éste tema las fronteras administrativas me parecen un severísimo error, necesitamos estar con las demás regiones».

¿Podemos vivir sin abejas?

«Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres». Esta cita de Albert Einstein describe de forma muy cruda la importancia de estos insectos en el ciclo de vida del planeta. Sin embargo están en peligro: el año pasado el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicó un estudio en el que ya consideraba la desaparición de abejas como una crisis global.
Carlos Marín, presidente de la Federación de Asociaciones de Apicultores de Asturias (FAPI), conoce el tema de primera mano: «Hace unos quince años que estamos viendo cosas que los más viejos no recuerdan: inviernos que son menos inviernos, floraciones que se retrasan o adelantan hasta un mes… Las abejas, al depender directamente del medio que las rodea, acusan cada uno de estos cambios».
Según explica Marín, la mortalidad en las colmenas está aumentando alarmantemente.La imprevisibilidad de las estaciones ha trastocado el ciclo de las abejas y el calendario de los apicultores. Hay que improvisar cada vez más los cuidados de las colmenas. «Ahora mismo las abejas están recogiendo alimento en épocas que no corresponde, mientras que no pueden contar con las floraciones de las que han dependido siempre».

«Hace unos quince años que estamos viendo cosas que los más viejos no recuerdan»

Heather Stöll: “El sistema climático es delicado”Esta investigadora de la Universidad de Oviedo acaba de recibir una beca de la Unión Europea para trabajar en un estudio relacionado con el cambio climático, las emisiones de CO2 y los comportamientos de océanos y algas, desde el punto de vista de la paleonto geología.

-¿A qué se debe que los modelos predictivos pronostiquen un descenso de las temperaturas?

-Las borrascas que traen la mayoría de lluvia a nuestra zona se dirigen por una corriente atmosférica llamada la corriente de chorro. Esta corriente fuerte ocurre en el límite entre las masas de aire frías polares y las masas cálidas subtropicales. Con el calentamiento, la masa de aire polar va a retroceder hacia los polos, hacia más al norte. Con ello se desplazará la corriente y una parte importante de las lluvias que llegan a la península. Por este motivo se prevén condiciones más secas en el sur de Europa y más lluviosas en el norte (Escandinavia, etc.).

-¿Existe alguna similitud entre las condiciones climáticas actuales y algún periodo anterior, que pueda arrojar luz sobre cómo será el cambio del clima en un futuro? ¿Cómo podría afectar a Asturias?

-En este caso los cambios climáticos del pasado más relevantes pueden ser los de los últimos 1.000 años. Hubo un periodo ligeramente más frío en Europa entre los siglos XVII y XIX, denominado la “pequeña Edad de Hielo” por dar inviernos fríos en el norte de Europa, provocando por ejemplo la congelación invernal de los canales de Amsterdam. Pues en Asturias este periodo era más lluvioso. Lo hemos detectado mediante análisis de la química de estalagmitas de cuevas de Asturias que crecieron en ese tiempo. Se nota que hubo más lluvia y más agua entrando en las cuevas y alimentando las estalagmitas. En el periodo medieval entre 1000 y 1300 AD, en cambio, aquí en Asturias las temperaturas eran más cálidas que en la pequeña Edad del Hielo, y había condiciones más secas. Estos datos son muy coherentes con los pronósticos de un futuro cálido y más seco. Las pequeñas oscilaciones en temperaturas observadas entre el periodo medieval o pequeña Edad de Hielo pueden ser causadas en parte por oscilaciones en la energía que recibimos del Sol, debido a ciclos en las manchas solares. Al observar alguna oscilación climática natural en el pasado, no deberíamos concluir que nuestra actividad no contribuiría a cambios climáticos. Realmente indican que el sistema climático es delicado, que si pequeños cambios en la energía solar nos pueden cambiar las lluvias, también nuestro aumento del efecto invernadero las podría cambiar.

¿Adiós a la sidra?

Cambio climático en Asturias.
Foto: Fusión Asturias

Si el cambio es inevitable, el secreto parece estar en la capacidad de adaptación de los humanos y de nuestro modo de vida a las nuevas condiciones. Los cultivadores de la tradicional faba asturiana, por ejemplo, han tenido que instalar riego por goteo, según explica el presidente de UCA: «Hay quien sólo vive del cultivo de las fabas y no se puede arriesgar a que un año una sequía le quite todos sus ingresos».
También la manzana puede verse afectada, y con ella uno de los signos de identidad asturiana: la sidra. Ricardo Anadón advierte: «Los años de verano muy seco se estaban traduciendo en peores cosechas, las manzanas quedan como acorchadas en el interior, por lo tanto pierden no sólo precio sino calidad para hacer sidra. A lo mejor resulta que dentro de veinte años la manzana aquí ya no se da bien, o hay que cambiar las variedades y plantar una que necesite menos agua, o poner riego por goteo para que los árboles no noten el problema… las condiciones cambian».
Fabada y sidra: cambios como éstos pueden llegar a alterar la percepción que los asturianos tienen de sí mismos. Son imágenes típicas que se van sustituyendo por otras, se lamenta desde UCA Joaquín López: «se nota especialmente en la zonas de media y alta montaña. Un día está todo encharcado, y en dos semanas está totalmente seco. Esas imágenes con la arcilla rajada, que uno identifica por ejemplo con Andalucía, ahora se ven aquí. ¿Cómo puede ser eso en Asturias?».
Temperatura y precipitaciones son los dos factores básicos a la hora de hablar de cambio climático, posiblemente los más estudiados, los que tienen registros más exhaustivos y los que muestran una tendencia al cambio más clara.
Si hace unos pocos años se ponía el énfasis en tomar medidas para evitar este cambio, hoy en día ya sólo se habla de ralentizarlo, y de intentar ver esos primeros signos para adaptarnos a ellos. «Tenemos evidencias clarísimas de lo que está pasando -resume Ricardo Anadón-. Si uno mira con atención, claro».

Si hace unos pocos años se ponía el énfasis en tomar medidas para evitar el cambio, hoy en día ya sólo se habla de ralentizarlo, y de intentar ver esos primeros signos para adaptarnos a ello.

Ciclogénesis y borrascas por el surEn febrero de 2010 estuvimos en alerta ante la amenaza de rachas huracanadas que llegaban desde los trópicos. Comenzábamos a familiarizarnos con el término «ciclogénesis explosiva»: una tremenda borrasca -según nos explicaron desde la AEMET- que se crea de forma muy rápida y genera vientos de gran velocidad. El fenómeno no era desconocido para nosotros, ya que en enero de 2009 se registraban vientos de más de 180 km por hora, que dejaron a más de doscientas mil personas sin luz en el País Vasco. En ambos casos las borrascas entraron por el sur de la península y activaron el nivel rojo de alerta en toda la cornisa cantábrica. Se trata de un fenómeno anormal, pero ya lo hemos vivido en varias ocasiones.
Por otro lado, las borrascas que normalmente se formaban al oeste de la península -los frentes que entraban por Galicia-, también han cambiado de dirección. Se forman a la altura de las Islas Canarias y entran en la península por el Golfo de Cádiz y son las causantes de las graves inundaciones que se han vivido en Andalucía en los últimos años. El porqué de estos cambios y sus consecuencias es algo que aún está por explicar.

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