El 24 de septiembre de 1905 nacía en Luarca uno de los grandes científicos de nuestro país. Su infancia en la villa despertó en él la curiosidad que luego se traduciría en unas investigaciones que le hicieron ganar en 1959 el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.
“Mi vida en la aldea me hizo entusiasta observador de la Naturaleza desde niño y mis andanzas por las escarpadas y accidentadas playas de las cercanías me hicieron enamorarme de la misma. Durante la bajamar pasaba las horas muertas observando la enorme variedad de vida animal y vegetal que poblaba los innumerables pozos formados al retirarse el mar de las oquedades de las rocas. Tal vez fuese éste el despertar de mi futura afición a la biología”. Así describía Severo Ochoa la importancia que tuvo su entorno en la activación de su espíritu científico. Aunque luego la familia se iría a vivir a Málaga, por motivos de salud de su madre, la casa familiar siguió siendo el lugar de vacaciones al que volvía siempre que podía.
Pasó gran parte de su vida en el extranjero, porque era el único lugar donde podía desarrollar su labor científica
Ese niño curioso e inquieto, se vio estimulado posteriormente por las publicaciones del neurólogo Ramón y Cajal, y realizó con el tiempo estudios de Medicina en Madrid, puesto que era la carrera que en aquel momento más le acercaba a las informaciones existentes sobre biología. Obtiene varias becas, de modo que amplía sus conocimientos en las universidades de Glasgow (Escocia), Berlín, Londres y Heidelberg.
A los treinta años ya es ampliamente reconocido por sus descubrimientos en todo el planeta, pero la guerra le persigue: en 1936 tiene que irse de España debido a la Guerra Civil, posteriormente se va de Alemania tras el auge de los nazis, y más tarde abandona Oxford por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Se instala en Estados Unidos, donde pasará gran parte de su vida y desarrollará investigaciones que le llevarán a obtener el Premio Nobel en 1959, compartido con su discípulo Arthur Kornberg. Con él se quiso reconocer su gran labor en el descubrimiento del enzima Polinucleótido fosforilasa, gracias al cual se sintetizó por primera vez el ácido ribonucleico (RNA) en un tubo de ensayo. Esto fue fundamental a la hora de descifrar el código genético.
Severo Ochoa pasó gran parte de su vida en el extranjero, porque era el único lugar donde entonces podía desarrollar su labor científica, pero su gran sueño era crear en nuestro país un gran centro de investigación científico. Su objetivo se vio cumplido cuando en 1975 se inauguró en Madrid el Centro de Biología Molecular “Severo Ochoa”.
Gracias a su descubrimiento se sintetizó por primera vez RNA en un tubo de ensayo.
El científico es muy recordado en la villa, no sólo por sus logros sino también por su gran humanidad. En su honor llevan su nombre la plaza cercana a su lugar de nacimiento y el instituto de Luarca, se le han dedicado dos monumentos, y cada año se celebra en octubre la Semana de la Ciencia, promovida por su discípula Margarita Salas, también valdesana, concretamente de Canero. Científicos de prestigio nacional y mundial acuden en esas fechas a dar conferencias a todos los interesados, con las cuales se mantiene vivo el espíritu inquieto y buscador de este valdesano ilustre y se alimenta la llama de futuros investigadores de la zona. Paralelamente, el Ayuntamiento convoca cada año los Premios Severo Ochoa entre el alumnado que mejores notas obtiene.
Este verano el reconocimiento al maestro se completará con la apertura de un museo con su nombre, en la Plaza Alfonso X El Sabio, que acogerá una exposición permanente que acerca su perfil científico al público general.
Severo Ochoa es muy recordado en Luarca no sólo por sus logros, sino por su gran humanidad.
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