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sábado 12, octubre 2024

‘Escribir es algo que escapa a mi voluntad’. Ángeles Caso. Escritora

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Tres mujeres en una casa, en plena Inglaterra victoriana. Se ocupan de las tareas domésticas, lidian con los problemas familiares, buscan la forma de ganar dinero… Y, en sus ratos libres, las tres escriben a escondidas sendas novelas para evadirse de una realidad hostil. Con todo en contra, las hermanas Brontë alumbran tres obras cumbre de la literatura: Charlotte escribe Jane Eyre, Emiliy Cumbres Borrascosas y Anne Agnes Grey. Deslumbrada por la intensidad y la tragedia de sus vidas, Ángeles Caso cuenta su historia en su última novela, Todo ese fuego (Ed. Planeta).


-La historia de las Brontë, efectivamente, da para una novela. ¿Por qué se decidió a escribirla?
-Yo tardé mucho en leer a las Brontë porque tenía un prejuicio sobre ellas. Pensaba que eran unas escritoras lacrimógenas y ñoñas, pero cuando las leí, ya pasados los treinta, me quedé deslumbrada. Y cuando me interesé por sus vidas me parecieron personajes extraordinarios. Hace tres años, visitando la casa en la que vivían, que ahora es un museo, sentí tanta emoción y tanto asombro al ver que de aquel modesto espacio habían salido esas grandes obras, que pensé que tenía que escribir este libro.
-Es un homenaje a tres mujeres que encontraron una voz propia a pesar de tenerlo todo en contra. Muchas de las batallas que ellas libraron a nivel personal están hoy vigentes.
-Sí, aunque evidentemente nuestras condiciones han mejorado muchísimo. Lo que a mí me impresiona de la vida de estas mujeres, como tantas otras en su época, es que no tenían prácticamente posibilidades: lo único que podían hacer era casarse, que no fue el caso de las Brontë, o trabajar para ganarse la vida. Y el único trabajo accesible o «decente», como hijas de un pastor, era ser institutrices o profesoras. Que esas mujeres tan inteligentes y tan cultas pudieran vivir en esa estrechez, en esa limitación absoluta, me parece demoledor. Y casi entiendo que muriesen tan jóvenes porque ¿cómo sales adelante con ese peso dentro de ti?
-En la novela hay un ejemplo muy práctico: un hombre puede encerrarse a escribir sin que nadie le moleste. En cambio, una mujer escritora ha de ser «multitarea» y compatibilizarlo con otras obligaciones, como las domésticas.
-Seguir ocupándonos de lo doméstico es una experiencia que compartimos casi todas las escritoras. Mientras los hombres se encierran en su despacho, nosotras podemos escribir en mitad del salón, o en la cocina, mientras nos ocupamos de la casa, de los niños, o de los mayores. Hacemos la literatura compatible con mil y una actividades de la vida cotidiana, cosa que los escritores suelen evitar y casi siempre tienen alguien cerca que organiza, para que ellos se dediquen exclusivamente a su arte y a su talento.

«Seguir ocupándonos de lo doméstico es una expreriencia que compartimos casi todas las escritoras. Hacemos la literatura compatible con mil y una actividades de la vida cotidiana, cosa que los escritores suelen evitar»

Hubo una época en la que a mí esto me pesaba mucho, yo empecé a publicar cuando mi hija acababa de nacer y me pasé un tiempo escribiendo en condiciones difíciles. Y envidiaba a amigos escritores que me decían: «estoy atascado con esta novela, me he alquilado un apartamento en una isla griega y me voy un mes a aislarme y a escribir». ¿Un mes? ¡Yo no podía hacer eso ni un día! Pero luego me di cuenta de que al final ese tipo de vida, responsabilizarte del cuidado de la gente a la que quieres, es bueno para un escritor. Lo digo en la novela, a través de Charlotte: quizá las nuestras no sean las obras perfectas que escribe un hombre, pero seguramente están más vivas.
-Precisamente por decir cosas como ésta, ¿le sigue acompañando el estigma de escribir «literatura de mujeres»?
-Por supuesto. El otro día vi que en Amazon habían colocado mi novela dentro del género de novela romántica: una mujer que escribe sobre otras mujeres del siglo XIX, ¿dónde la vas a meter? Yo soy muy consciente de que a mí, como a muchas otras escritoras, me acompaña esta etiqueta, por los temas que he escogido en muchas ocasiones. Sobre todo por mi empeño en iluminar la vida de las mujeres, que parece que eso no interesa a los hombres, y no es cierto. Pero a veces es como si la nuestra fuera una literatura hecha por mujeres para mujeres, mientras que la que hacen los hombres no tiene género y está dirigida al universo.
-¿Es correcto decir que en su obra hay un trasfondo feminista?
-Sí, siempre lo digo: soy inevitablemente feminista. Y digo inevitablemente porque creo que cualquier mujer con un poco de consciencia termina ahí. Cuando somos jóvenes casi todas tendemos a pensar que esa batalla ya está terminada, pero cuando empiezas tu vida de adulta y sales al mundo te das cuenta de que eres mirada de otra manera por el hecho de ser mujer. Y ni te cuento lo que les ocurre a otros millones de mujeres que no gozan de nuestra misma situación.
A veces me preguntan esto con miedo: «perdona, espero no ofenderte, ¿eres feminista?» Pues por supuesto que sí, con mucho orgullo y mucha consciencia de que sigue siendo necesario. Basta pensar en lo que significa la violencia de género todavía en nuestro país para entender que hay que estar ahí.
-Muchas de estas reflexiones, más reivindicativas, se ponen en boca de Charlotte Brontë. ¿Es el personaje con el que más se identifica?
-Bueno, yo admiro enormemente a Emily, como autora de una poesía extraordinaria y de Cumbres Borrascosas, que es su única novela.
Y también como ser humano, porque era un genio que no le daba ninguna importancia a su propia condición, cuando los genios suelen estar muy pagados de sí mismos. Pero ella nunca quiso ser conocida e hizo jurar a sus hermanas que jamás revelarían su nombre.
Lo que pasa es que Charlotte es la más cercana a nosotros porque es la que tiene un comportamiento más activo. Sus hermanas se pliegan a las circunstancias y se limitan a vivir sus vidas interiores sin quejarse, pero Charlotte no se resigna y lucha por tener una vida propia, una carrera como escritora. Y por eso es la que conduce la novela, porque realmente las decisiones importantes que se toman en esa familia las asume ella.

«A veces es como si la nuestra fuera una literatura hecha por mujeres para mujeres, mientras que la que hacen los hombres no tiene género y está dirigida al universo»

-Usted ha dicho que la fama no le resulta agradable. Pero es fácil identificarse con esa búsqueda de reconocimiento de Charlotte Brontë.
-Yo esto lo vivo como una contradicción. Me encantaría ser una persona secreta como Emily, que no me conociese nadie. Pero al mismo tiempo, cuando haces algo que tiene que ver con la comunicación lo que buscas es el reconocimiento, sobre todo en el mundo actual. Probablemente Charlotte, por muy famosa que llegase a ser, podía andar por la calle sin que nadie la reconociese, pero eso ahora es imposible. Si publicas, si de alguna manera tu vida se basa en la publicidad o en la repercusión hacia el exterior, no hay más remedio que entrar en ese juego. Es algo que asumo como inevitable.
-Esa visibilidad ha aumentado con su reciente entrada en política activa, dentro de las listas de Somos Oviedo. ¿Por qué decidió dar este paso?
-Bueno, yo la visibilidad ya la tengo, no creo que esto me añada más. En cambio es una manera de responder a un compromiso y a una necesidad que yo siento, a mi creencia que hay que cambiar este país. En ese sentido yo soy muy parecida a Charlotte, cuando surge un problema no me limito a pensar en él y quejarme, sino que intento resolverlo. Yo llevo años observando y criticando el panorama político español, y en el momento en el que tengo la oportunidad de contribuir al cambio, colaborando con un grupo humano en el que en principio creo, considero que es mi obligación como ciudadana estar ahí.
-Una vez dado este salto, ¿es la política lo que esperaba?
-Pues en contra de lo que muchas veces pasa cuando alguien se suma a un proyecto político, que es que en seguida se siente decepcionado, mi experiencia hasta ahora es la contraria. Yo no conocía a nadie del grupo en cuya cercanía me estoy moviendo, que es Podemos y en particular Somos Oviedo, pero me he encontrado a gente muy valiosa, inteligente, preparada, y muy honesta, que me parece algo fundamental en este momento. Y para mí, la sensación de estar haciendo algo útil es muy satisfactoria, aunque mi colaboración en este terreno es entre bambalinas, salvo en determinados momentos que puedo acompañar dando la cara.
-Entra a formar parte del consejo rector de la OSPA. ¿Qué va a aportar en este terreno?
-Bueno, el mundo de la música culta o de la música clásica no me es lejano. Y no creo que sea nada especialmente trascendente, se trata simplemente de representar al grupo político en ese puesto y en la medida en la que sea posible defender ciertas cosas. Y hay que decir que esto no es pagado, es voluntariado absoluto, no hay ni dietas ni nada porque además desde nuestro grupo hemos renunciado a esa posibilidad.

«La gente no es consciente de lo terrible de la piratería. Tengo amigos que me dicen: ‘la cultura, gratis’. ¿Y entonces por qué no la comida, la casa, el teléfono, la luz?»

-«Los intelectuales, los artistas, las personas creativas, nunca deben afirmar que el dinero es su prioridad», afirma en la novela. Sin embargo, usted misma ha roto el tabú de hablar de dinero, contando las dificultades de ser autónomo en España y sus problemas con Hacienda.
-Está muy mal visto que los escritores hablemos de dinero. Se supone que escribimos por amor al arte, y en parte es así, porque si no nos dedicaríamos a otras cosas en las que se gana más. Pero yo cuando dejé otras actividades para dedicarme a esto lo hice porque no me daba tiempo a todo. Hay quien puede trabajar en otra cosa y escribir en sus ratos libres, yo no. Y por tanto reivindico el derecho a vivir de la obra literaria, para poder dedicarme totalmente a ello. Lo que pasa es que tenemos el mito, una vez más, de los escritores varones, sobre todo en el siglo XIX, que en muchas ocasiones eran ricos por familia, con lo cual escribir era para ellos una actividad al margen de lo monetario. Pero en el caso de las Brontë, por ejemplo, la situación económica fue fundamental: se pusieron a escribir porque necesitaban dinero, tan prosaico como eso.
-El 21% de IVA cultural, las nebulosas en el epígrafe de autónomos… ¿En España es especialmente complicado dedicarse a la literatura?
-Bueno, si tú revisas un poco la historia de la literatura en España, las biografías de los grandes escritores han estado acompañadas demasiadas veces de precariedad y de problemas, incluso de persecuciones, de cárcel, y hasta de fusilamientos. Es decir, ser una persona que levanta la voz en este país, que expresa ideas libremente, es algo que ha sido incómodo a lo largo de los siglos. Creíamos que lo habíamos superado, pero me temo que en este momento ha habido un paso atrás, bajo el gobierno actual y bajo esta situación de crisis.
Y a eso se añade también una cierta indiferencia social, no sólo porque somos un país en el que finalmente se lee poco, sino porque incluso la gente que lee se está acostumbrando a esta cosa terrible que es la piratería. Yo he discutido con amigos íntimos que me dicen: «la cultura, gratis». ¿Y entonces por qué no la comida, la casa, el teléfono, la luz? Mientras haya que pagar por vivir, creo que es injusto condenar a los creadores de cultura a no recibir económicamente nada a cambio de nuestro trabajo. Sé que dicho así suena muy poco idealista, pero es que es la realidad de cada día.
-Internet es el medio que ha posibilitado la piratería. ¿Será parte también de la solución? Al menos están surgiendo nuevas iniciativas que eliminan intermediarios entre el creador y su obra.
-En ese sentido yo creo que estamos en un momento de crisis. Se está desbaratando el modelo que hemos conocido durante siglos en el que el escritor escribe, el editor publica, el librero vende y el escritor es el que menos se lleva de todo esto. Porque un escritor, en el mejor de los casos, se lleva el 10% de cada libro que vende. Pero aún no se ha encontrado una nueva vía, y estamos en un punto intermedio en el que somos víctimas de todo esto. Y a mí me duele ver como muchos lectores, que presumen de amar la literatura, piratean libros sin ser conscientes de que están robando. Porque cuando tú robas un jamón en el supermercado sabes lo que estás haciendo, pero cuando la gente se baja un libro gratis se niega a asumir que le está robando al autor el euro o los dos euros que cobraría si lo comprase. Yo sólo intento que la gente sea consciente de ese hecho, y luego que actúe según su conciencia le diga.
-Históricamente, y frente a las dificultades, el escritor sigue escribiendo. ¿La literatura sigue siendo «ese fuego» que pese a todo tiene que arder?
-Por supuesto. Yo no puedo evitar escribir, para mí no es un deseo sino una necesidad. Creo que es una de las cosas con las que juegan los que obtienen beneficio de los escritores, el hecho de que finalmente va a dar igual, y vamos a seguir escribiendo bien o mal pagados, incluso no pagados en absoluto. Si yo no escribiese creo que me marchitaría, es algo que escapa a mi voluntad y que siempre seguiré haciendo.

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