A pesar de la concepción general de que en Asturias “hay agua de sobra”, cada día se pone más en evidencia la necesidad de una cultura del agua diferente, con un conocimiento más profundo de los recursos disponibles, de la relación del hombre con el medio ambiente y su proyección en el futuro. De ello habla Miguel Angel Alvarez García, en su calidad de director del Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (INDUROT) de la Universidad de Oviedo.
-¿Es lógico que Asturias, siendo una región rica en agua, sufra restricciones en época estival en algunas poblaciones?
-Asturias es una región húmeda. Existen precipitaciones significativas a lo largo de todo el año, pero la capacidad natural de regulación del territorio es muy escasa. Es normal que en ciertas épocas del año, especialmente en verano, haya una disminución muy importante de agua. En esa época la demanda del agua es mayor pero también lo es el número de personas que circulan o viven en Asturias, lo cual hace que la disponibilidad de ese recurso sea menor. Por otro lado, hay variaciones muy significativas de precipitaciones entre los distintos años, al igual que las precipitaciones en forma de nieve, que al final son una reserva de agua para otras épocas.
-Asturias posee un sistema de embalses para el abastecimiento de la población y la industria, además de la producción hidroeléctrica. ¿Son suficientes los recursos actuales para atender la demanda existente?
-Hay que matizar. Asturias tiene, por las características de su relieve, embalses de escasa capacidad y la mayor parte de los mismos no son para conseguir recursos hídricos para la población. Sólo se están utilizando para eso tres embalses: el sistema Tanes-Rioseco, el más importante para abastecer de agua a la zona central de Asturias; el embalse del Navia, que se ha puesto recientemente para abastecer a una parte del occidente y el pequeñísimo embalse de Alfilorios. Por lo tanto, nuestra capacidad de regulación en relación a embalses es muy limitada con respecto a otras regiones.
“El agua es un recurso escaso con carácter general, un bien extraordinariamente valioso no sólo para el suministro humano, sino también para los procesos naturales”
-¿Hasta qué punto afectan los problemas en las redes y cañerías a la hora de calcular las pérdidas de agua?
-Asturias está en una situación parecida a la mayor parte de las regiones de España, aunque en los últimos años se ha hecho un esfuerzo muy significativo en la mejora de la red hídrica de los distintos municipios. En Asturias, como región donde el regadío es casi inexistente, el volumen total que se pierde por ineficiencia técnica de las redes es mucho menor que en otros ámbitos de España, aunque los porcentajes de rendimiento de las redes urbanas está en niveles similares.
-El precio del agua en Asturias es artificialmente bajo. ¿Contribuye eso a no fomentar el ahorro?
-Asturias es una de las regiones en donde los costes del servicio de abastecimiento en alta son de los más bajos de España y eso es debido a las condiciones de las infraestructuras y el territorio. Sobre todo en la zona central, el abastecimiento se basa en un sistema que funciona por gravedad, y por tanto hay pocos mecanismos que encarezcan de manera significativa el proceso. Por otro lado, la existencia de CADASA como organismo que suministra en alta la mayor parte del agua a las grandes ciudades hace que exista una racionalización en ese recurso.
Hoy el grado de concienciación social respecto al uso responsable del agua es bastante alto en general, y también el grado de conocimiento de los usuarios respecto a lo que deben hacer para no derrochar. El ajuste de los precios del agua para que refleje de forma más realista sus costes es conveniente, pero por si sólo no basta para conseguir una reducción del consumo final.
-El área central asturiana se está convirtiendo en una urbe que puede albergar a más de 800.000 ciudadanos. ¿Es necesario replantear la cultura del agua ante los cambios que se están produciendo en la sociedad asturiana?
-El agua es un recurso escaso con carácter general, un bien extraordinariamente valioso no sólo para el suministro humano, sino también para los procesos naturales. Que nuestros ríos tengan una calidad que no tenían hace diez o quince años, constituye un bien para una región que presume de ser paraíso natural, y además en muchos aspectos lo es.
Por otra parte, desde la Unión Europea se han desarrollado una serie de directivas para que el conjunto de la Unión disponga de agua de calidad, y que además, los ecosistemas o los sistemas naturales puedan disponer del agua necesaria para su funcionamiento. Eso es un cambio de paradigma, porque la antigua Ley de Aguas tenía como filosofía fundamental exclusivamente el abastecimiento humano. Ahora hay una nueva planificación hidrológica, que está en fase de revisión y de información pública, en la que todos los ciudadanos podemos intervenir y opinar.
Se empieza a ver el agua como un elemento clave de futuro. Todos los autores indican que el siglo XXI no va a ser el siglo del petróleo, sino del agua, porque la demanda global va a ser considerablemente mayor.