A la conservadora y restauradora Gema Puente nunca le ha faltado vocación para sumergirse en el mundo de la cultura custodiada en salas y bibliotecas, aquella que espera pacientemente su momento para salir a la luz y relatar una historia a través de su observación. Porque, al final, es lo que todo experto en esta materia consigue: que la obra hable por sí misma con palabras inaudibles. Y que lo haga hoy pero que también pueda hacerlo en un futuro, ante nuevas generaciones.
No pasan desapercibidos los Indiana Jones que realizan grandes descubrimientos, pero no se puede decir lo mismo de las personas encargadas de llevar a buen puerto dichos hallazgos. El oficio de esta mierense afincada en Gijón desde los seis años es más bien un trabajo anónimo que no destaca por su remuneración, pero que sí requiere de grandes dosis de técnica y cierta creatividad, pero sobre todo de un gran amor por el patrimonio y la memoria.
Gema, que lleva muchos años restaurando obras dañadas, apuesta ahora por una estrategia de conservación diferente, la que plantea eliminar o minimizar los riesgos de deterioro actuando en sus orígenes.
-¿Qué le llevó a dedicarse al sector del patrimonio y su conservación?
-Estudié Geografía e Historia en Oviedo por la rama de Historia del Arte, y en Madrid cursé los estudios de Conservación y Restauración en la especialidad de Documento Gráfico, porque entonces no existía en Asturias la Escuela de Arte del Principado. El contacto con el arte desde la mirada del estudio teórico y la inquietud por los libros y por el mundo del papel en general desde el punto artístico fue lo que me hizo acercarme a esta profesión. Ese gusto por los libros, por verlos, por tocarlos, por ojearlos es el origen de mi inquietud por la restauración; aunque en nuestra profesión llega un momento en que lo que vas a ver son los deterioros que sufren y cómo puedes solucionarlos.
“Ese gusto por los libros, por verlos, por tocarlos, por ojearlos es el origen de mi inquietud por la restauración”
-¿Se puede decir que de algún modo la suya es una profesión de riesgo?
-Sí, es arriesgada, porque sinceramente es complicado vivir de ella y más en esta comunidad autónoma. Pero yo tengo un compromiso con el patrimonio, y no solo con el que más trabajo en mi labor de restauradora que es el documental y el fotográfico, si no con todo el patrimonio. Creo que hay mucho por hacer y tenemos que intentar aportar, esto es algo vocacional.
-¿Cómo ha sido su recorrido profesional?
-Estuve diez años trabajando profesionalmente en Asturias por cuenta propia, luego otros diez dedicada a la enseñanza en la Escuela de Arte de Avilés impartiendo lo que es mi especialidad: la conservación y la restauración, y ahora he decidido volver otra vez al campo profesional abordando la conservación desde el punto de vista de la prevención. En esta comunidad autónoma, como ocurre también en otras, se invierte poco en la conservación y restauración del patrimonio documental, y esta nueva estrategia de conservación, la preventiva, trata de evitar que se deterioren las piezas hasta el punto en que sea necesaria una restauración.
“Es complicado vivir de de esta profesión y más en esta comunidad autónoma”
-¿Es necesaria tener cierta sensibilidad artística para conseguir una buena restauración?
-La sensibilidad artística puede aportar un plus de calidad en determinadas fases o aspectos de la de restauración, como por ejemplo en la reintegración cromática final de un dibujo, pintura o escultura. En estos casos, evidentemente la sensibilidad, la mano o el ojo entrenado que tengas en el color puede favorecer, pero esta es sobre todo una profesión muy técnica.
-¿Qué pasos hay que acometer cuando se inicia un trabajo?
-El proceso inicial es el examen de la obra desde el punto de vista organoléptico, a través de los sentidos; también te apoyas en pruebas y análisis que puedes realizar en tu estudio y en ocasiones en analíticas encargadas a laboratorios especializados. Una vez que conoces los materiales y las técnicas con los que está hecha, lo que haces es observar los deterioros, los problemas que tiene. El conocimiento de los materiales te permite distinguir si esos daños proceden del propio envejecimiento natural de esos materiales o si, por el contrario, se debe a causas externas. Al saber cómo se ha conservado la obra, cómo se ha manipulado, las condiciones ambientales en las que ha estado e identificas los daños y sus causas, ya puedes hacer un diagnóstico y una propuesta de intervención para estabilizar y poder recuperar la integridad de la obra.
-¿Es este es un sector en constante evolución?
-Sí, sobre todo a nivel de técnicas con nuevos materiales, como por ejemplo los geles de limpieza. Esto es algo revolucionario y la mayoría de restauradores estamos en constante formación tratando de ver cómo funcionan en las obras en las que estamos trabajando.
También hay otras técnicas revolucionarias relativas a cómo afecta el pH y la conductividad del agua en los tratamientos acuosos, este es otro campo que está ahora en desarrollo. Son técnicas y materiales con los que tienes que trabajar y vas aprendiendo por tu propia experiencia, haciendo pruebas controladas en materiales tuyos porque, lógicamente, las obras a restaurar son sagradas y no debes cometer errores.
-¿La tecnología puntera está sustituyendo al trabajo tradicional de los primeros restauradores?
-Sí, porque realmente es a partir de los años 70 y 80 cuando la restauración se convierte en una técnica científica, antes los antiguos restauradores eran artesanos. Ahora, evidentemente, introduces una serie de tecnologías durante el proceso. En algunos centros como museos o archivos tienen unos equipos super sofisticados que a lo mejor los profesionales autónomos no tenemos, pero ahí es cuando surge la creatividad para buscar soluciones a problemáticas complejas de la obra. Puedes suplir ciertos equipos técnicos utilizando otros recursos o máquinas diseñadas y, a veces, construidas por ti misma.
También es necesario el conocimiento de técnicas tradicionales, como la encuadernación y el dorado, e incluso la incorporación de técnicas tradicionales llegadas de otras civilizaciones. En mi campo, el documento gráfico, hay actualmente una tendencia muy interesante a utilizar las técnicas orientales de la restauración del papel adaptadas a nuestro tipo de obras, tendencia introducida por dos restauradores de la Biblioteca Nacional de España: Arsenio Sánchez y Luis Crespo.
“En Asturias todavía hay pocos talleres equipados; algunas instituciones ni siquiera tienen un espacio donde se pueda, de forma temporal, hacer un trabajo”
-¿Cuentan las instituciones asturianas con los recursos necesarios?
-En Asturias todavía hay pocos talleres equipados; el Museo de Bellas Artes y el Museo Arqueológico tienen su propio taller de restauración montado, pero otras instituciones ni siquiera tienen un espacio donde se pueda, de forma temporal, hacer un trabajo. A veces tienes que llevarte las obras a tu estudio porque no disponen de un lugar adecuado para trabajar.
-Por lo que comenta, ¿nuestra comunidad tiene mucho margen de mejora en este terreno?
-Mucho, y no solo en recursos, también de cara a subirse al carro de una nueva estrategia de conservación, la conservación preventiva. Si en la mayoría de las instituciones hubiese un asesoramiento continuado, unas líneas claras sobre cómo trabajar, habría un avance importante.
El documento que tenemos de referencia los conservadores, el plan nacional de conservación preventiva, es del año 2011 y aunque han pasado más de diez años, aquí falta casi todo por hacer. Tenemos que trabajar mucho en ello y por eso también estoy haciendo una labor de difusión en los centros que visito. Les proporciono los enlaces a la información, porque creo que hay que convencer para que reflexionen sobre sus propias necesidades y sobre cómo pueden mejorar sin importar el presupuesto que se tenga, por pequeño que sea. Pero esto es algo que hay que hacer de forma continuada cada año, y para eso hay que tener una asignación presupuestaria anual continuada.
“Nuestro trabajo también tiene una serie de riesgos implícitos, y la experiencia te permite controlar mejor los riesgos, conseguir trabajos más satisfactorios y tener una mayor seguridad para la obra”
-Dado nuestro clima ¿es la humedad un importante enemigo de la conservación?
-Sí, es uno de los agentes de deterioro que más estragos causa en combinación con la temperatura.
Dentro de nuestra región hay diferencias dependiendo de la situación, la altitud, de si está en el interior o en la costa, pero es uno de los problemas más importantes y está estrechamente relacionado con el desarrollo del deterioro biológico, en concreto con la aparición de hongos y bacterias. Las popularmente conocidas como manchas de “piado” en el papel y en tejidos de algodón y lino antiguos, y que técnicamente se conocen como manchas de “foxing”, se deben a la acción de esos microorganismos en ambientes húmedos, poco ventilados y en combinación con algunos otros factores, como la acidez y la presencia de partículas metálicas.
-¿Cómo se lleva a cabo en este y otros casos una conservación preventiva?
-Empezando por el control de la humedad. Si no se disponen de sistemas de climatización, que a veces son complicados de ajustar y producen peligrosas oscilaciones de temperatura y humedad, se pueden utilizar deshumidificadores y controlarla con la ventilación. En este caso, hay que utilizar determinados filtros y revisarlos periódicamente para evitar que entren esporas, partículas contaminantes u otros elementos que puedan generar problemas en la atmósfera interna del espacio dedicado a conservar objetos.
También tenemos que tener en cuenta que conservamos este patrimonio para poder disfrutarlo, y dentro de su uso y gestión se encuentran las consultas y las exposiciones. Todos esos usos requieren una manipulación y a veces un traslado, y la conservación preventiva es fundamental en esos casos. Hay que establecer protocolos para su manipulación y no solo por parte de las personas especialistas en museos, si no también transmitirlo a los posibles usuarios en la exposición, a las empresas de montaje, etc. Imagínate una exposición con material etnográfico en la que hay muebles, la tentación de abrir las puertas y curiosear es grande pero hay que ser conscientes y no dejarnos llevar, porque si todos los visitantes lo hacen sería muy desgastante para esas piezas. Es tener esa sensibilidad por la conservación, saber que lo que tenemos es algo que ha durado durante mucho tiempo y lo podemos ver y disfrutar gracias a que hay un trabajo detrás. Tenemos el compromiso de cuidarlo, de no deteriorarlo y que las generaciones venideras puedan seguir disfrutándolo. Todo esto tiene que estar controlado y regulado para hacerlo con unas determinadas condiciones que deberían estar asesoradas por algún especialista en conservación.
“Hay que adaptarse, hay que sumarse a esta nueva forma de ‘consumir,’ de disfrutar de la cultura para que este patrimonio material del pasado no se vea como algo ‘embalsamado’ y obsoleto”
-¿Cuál ha sido el trabajo que más satisfacción le ha producido?
-Durante varios años, estuve trabajando para el Muséu del Pueblu d’Asturies y fue muy satisfactorio porque tuve tiempo de conocer las colecciones, de planificar y de incorporarme a muchas de las actividades apoyando a los técnicos de museos de los distintos departamentos; fue quizás la experiencia más satisfactoria. Luego, a nivel de restauración, uno muy complicado fue la restauración del plano parcelario de la villa de Mieres, una obra del Ayuntamiento que está expuesta en el Salón de Plenos. Ese fue quizás el mayor reto por su gran formato y también por la problemática que tenía.
-¿A mayor dificultad, mayor es la satisfacción?
-Sí, porque con cada experiencia aprendes muchísimo. Cada obra es diferente y, aunque alguna parezca similar a otras, hay que ver cómo reacciona cada una, cómo se comportan los materiales ante los tratamientos. Con esto vas ganando en seguridad y por supuesto en visión de lo que puede ocurrir, porque nuestro trabajo también tiene una serie de riesgos implícitos y la experiencia te permite controlar mejor los riesgos, conseguir trabajos más satisfactorios y ofrecer una mayor seguridad para la obra.
Además, también hay un trabajo de documentación previo sobre la obra con la que vas a trabajar. Se trata de una pequeña labor de investigación para ver qué otras obras hay similares, de dónde procede, y según el tipo de objeto haces un estudio histórico artístico con el que aprendes muchísimo.
-¿Por qué es necesario interesarse por el pasado?
-Conocer cómo vivíamos, cómo pensábamos, cómo trabajábamos nos hace entender cómo somos ahora. Es fundamental para saber de dónde venimos y quiénes somos; esa es la idea de la conservación del patrimonio.
-Estamos inmersos en una sociedad que propicia un consumo rápido y abundante y a la que le cuesta pararse y dedicar tiempo a la observación.
-Es cierto, y es un reto para los especialistas en difusión del patrimonio conseguir fórmulas para llegar y no cansar. En actividades y exposiciones, una posibilidad sobre la que hay que trabajar para captar la atención de las nuevas generaciones que están acostumbradas sobre todo a la imagen es poder combinar los objetos con montajes audiovisuales atractivos. Ahora mismo se están haciendo cosas muy interesantes y hay que adaptarse, hay que sumarse a esta nueva forma de “consumir”, de disfrutar de la cultura, para que este patrimonio material del pasado no se vea como algo “embalsamado” y obsoleto.
“Lo ocurrido con el Ecce Homo nos sirve para reafirmar la necesidad de que se valore nuestro trabajo y que se exija una capacitación para llevar a cabo determinadas intervenciones de restauración”
-¿Hay que ampliar la idea que cada uno podamos tener del patrimonio?
-Sí, porque por ejemplo, a veces tenemos patrimonio familiar, tenemos libros que hemos heredado de nuestros abuelos o que han utilizado nuestros padres durante su formación, libros muy curiosos que hay que llegar a valorar y quien dice libros, también dibujos, fotografías, ropas antiguas o del ajuar de casa. No se trata solo del valor sentimental que tiene para cada uno, es que también forman parte de la memoria de tu familia y del núcleo social donde vivían, reflejan cómo se vestían, lo que gustaba en aquella época, etc.
Me parece muy interesante y tengo en mente transmitir información sobre conservación muy básica para poder conservar fotos familiares y evitar daños. Por ejemplo, en los años 70 y 80 se usaban los típicos álbumes de hojas adhesivas, pues resulta que son bombas delos relojería porque el adhesivo se descompone y daña las fotografías a través del reverso.
-¿Cómo repercuten en un sector como el suyo noticias como la polémica restauración del Ecce Homo de Borja ?
-Esta práctica de repintes, sobre todo en obra religiosa realizada por personas voluntariosas pero sin ningún conocimiento, ha existido desde hace muchísimos años. Pero claro, ahora hay una disciplina de restauración con una base científica y en nuestro colectivo nos llevamos las manos a la cabeza por cómo se ha podido permitir esto, porque se supone que los responsables de estas piezas tienen que tener una formación para poder distinguir entre lo que es un mantenimiento de limpieza de una iglesia y lo que es dejar un objeto con valor patrimonial en manos de alguien que no tiene conocimientos o que es un pintor amateur. Esto nos sirve para reafirmar la necesidad de que se valore nuestro trabajo y que se exija una capacitación para llevar a cabo intervenciones de restauración, que sean avaladas con una experiencia y una titulación. Es triste que se difunda una noticia así, aunque al final se convierte en un reclamo turístico por que la gente va a visitar el lugar donde se encuentra el Ecce Homo; es lo único que tiene de positivo.