Cuando a finales del siglo XIX y principios del XX la crisis en la agricultura y el sector clavero trajeron la pobreza a Boal, muchos decidieron emigrar hacia las Américas. Desde allí los boaleses mandaron dinero para sostener su concejo, que se invirtió en la creación de escuelas y lavaderos, o el asfaltado de carreteras. Para que no se olvide su labor, se han publicado dos libros referentes al tema.
Aunque es difícil saber el número exacto de los boaleses que se fueron en busca de una vida mejor, se calcula que entre 1881 y 1931 se marcharon unos 2.500, y casi todos tenían entre once y quince años. Las familias solían enviar a su hijo mayor para que trabajase y les mandase dinero, y cuando estaba asentado iba el más pequeño a trabajar con su hermano. El destino fue mayoritariamente Cuba, seguido por Argentina, y en menor cantidad México, Uruguay y Tampa (EEUU), donde fundaron hospitales. Estos niños que casi no tenían estudios se buscaban la vida como podían sirviendo en casas, atendiendo «bodegas», en las fábricas de puros…
En la soledad de sus días, lejos de sus seres queridos, no olvidaron nunca la tierra que les vio nacer. En concreto, la filantropía de los emigrantes boaleses en Cuba les llevó a formar en 1911 la Sociedad de los Naturales del Concejo de Boal en La Habana, a través de la cual construyeron en Boal varios lavaderos, carreteras, llevaron agua a los pueblos alejados y levantaron veintiuna escuelas -sólo en tres de ellas el Estado colaboró económicamente-. Todavía las escuelas son fácilmente reconocibles porque tienen el mismo diseño de Francisco Bousoño, e incluían el aula y la vivienda del maestro. Pese a la sencillez del trazado en el que destaca el pórtico con columnas, él cuidó detalles como la orientación de cada edificio, la ventilación, la iluminación, o las dimensiones del aula y el patio de recreo. Sólo hay dos escuelas de diseño diferente: las impresionantes Escuelas Graduadas de Boal y la escuela de Dorias, que debido a la abundancia de alumnos tienen un ala para niños y otra para niñas.
Paralelamente, estos grandes trabajadores seguían enviando dinero a sus empobrecidas familias y los que volvieron construyeron las emblemáticas casas de indianos que hoy podemos apreciar en Boal. Tenemos bellos ejemplos en la colorista Villa Anita o en la funcional Villa Modesta, construida por Genaro Díaz en 1924 y recubierta con azulejos blancos y azules. Ambas pueden verse en el Paseo por la Arquitectura de la Emigración, una guía que explica ambas construcciones y también muestra un barrio donde se agrupa el resto de casas indianas como la imponente Villa Damiana, la casa de El Zanco o Villa María, con su galería acristalada.
La filantropía de los emigrantes boaleses en Cuba les llevó a formar en 1911 la Sociedad de los Naturales del Concejo de Boal en La Habana.
Todas estas actividades realizadas por los emigrantes están recogidas en el libro de José Manuel Prieto titulado «La Sociedad de los Naturales del Concejo de Boal en La Habana (1911-1934)». El año 34 marca el regreso de muchos de los emigrados al concejo, puesto que la construcción del embalse de Doiras supuso la creación de puestos de trabajo, aunque la mayoría se quedaron en las Américas. Entre los boaleses que no volvieron destaca sobre todo el periodista Celestino Álvarez, que escribió y dirigió la revista ilustrada «El Progreso de Asturias» de La Habana. Su vida y gran parte de sus escritos acaban de publicarse en un libro de Moisés Llordén Miñambres y José Manuel Prieto, financiado por el Ayuntamiento de Boal. Su lectura es imprescindible para conocer el Boal de entonces y las luchas de sus emigrantes.
-¿Por qué decidieron recopilar la obra periodística de Celestino Álvarez?
-Aunque a lo largo del último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX, fueron más de medio centenar los emigrantes asturianos que hicieron periodismo en América en publicaciones asturianas, fue Celestino Álvarez el que más tiempo se mantuvo escribiendo, más de cincuenta años. De ellos, casi treinta y ocho años en El Progreso de Asturias, revista ilustrada que el mismo creó y dirigió hasta su muerte, con la exclusiva finalidad de enaltecer a Asturias, divulgar la labor social de los Clubes y Sociedades asturianas constituidas en Cuba, y también para proyectar a las personalidades más brillantes por su inteligencia, virtudes o acción social de la colonia asturiana en La Habana. Además daba a conocer a los inmigrantes en Cuba los hechos corrientes y notables que sucedían en los distintos concejos asturianos. Consideramos necesario dar a conocer a la sociedad asturiana en general y a la boalense en particular, una selección de su obra periodística en La Habana.
-¿Cree que las dificultades que pasó en soledad como emigrante determinaron gran parte de sus escritos?
-Como todo inmigrante en Cuba, Celestino pasó dificultades, pues nada más arribar a su destino su objetivo inmediato, que era formarse como carpintero trabajando en el municipio de Yaguajay, se vio frustrado. Por ello hubo de iniciar un peregrinaje por diversos trabajos de corto tiempo que le ayudaron a formarse, primero leyendo literatura e historia, luego hablando desde una tribuna de tabaquería y posteriormente escribiendo en la prensa periódica.
-¿Cuál es la característica de Celestino Álvarez como periodista?
-Una característica singular que destaca en su sección «Andanadas», durante las dos primeras décadas de existencia de El Progreso de Asturias, es su lenguaje críptico en sus comentarios sobre el Centro Asturiano, sólo legible para los iniciados. §
Un reconocimiento a los emigrantes
Los boaleses emigraron principalmente a Cuba y allí crearon la Sociedad de los Naturales del Concejo de Boal en La Habana. Bajo esta agrupación construyeron escuelas, lavaderos o carreteras entre los años 1911 y 1934. Un libro escrito por José Manuel Prieto Fernández del Viso recuerda su labor.
Prieto estuvo durante los cursos 2002-03 y 2003-04 destinado como profesor de secundaria en el CEPB Carlos Bousoño de Boal. En ese tiempo se interesó por la emigración en el concejo. Su investigación se convirtió primero en un trabajo académico y posteriormente en el libro «La Sociedad de los Naturales del Concejo de Boal en La Habana».
-¿Qué impulsó a los boaleses emigrados a crear esta Sociedad?
-La necesidad de mejorar la educación en el concejo, que presentaba un panorama ciertamente desolador, con pocas escuelas, en locales generalmente alquilados y condiciones casi siempre lamentables. En ocasiones lo que se arrendaba eran pajares o cuadras a los que se hacían las reformas indispensables para que el maestro pudiese dar clase.
-¿Por qué ese interés especial en la educación?
-El emigrante, con independencia del beneficio que evidentemente pueda obtener, siente la necesidad de hacer algo por los suyos, de ayudar a los que no han tenido su suerte. En el caso concreto de la educación el propio emigrante ha padecido las deficiencias del sistema educativo español. De esta manera decidieron fomentar la construcción de escuelas para que los jóvenes emigrantes salieran de España con la formación suficiente y no sufriesen las dificultades que pasaron ellos para abrirse paso en el mundo laboral cubano.
-A pesar de su juventud y la distancia, ¿por qué no olvidaron nunca sus raíces?
-En general el emigrante nunca olvida su pueblo, pero no es menos cierto que los habitantes de Boal se muestran especialmente apegados a su tierra. Esta cuestión que ya señaló el escritor Acevedo y Huelves, es algo que comprobamos todos los que conocemos esta zona. Boal tiene algo especial que te atrapa, que hace que no lo puedas olvidar nunca. Hasta la gente como yo, que sólo ha vivido una pequeña temporada aquí, siente esa atracción que hace que cuando estás lejos tengas un gran sentimiento de añoranza.
«El emigrante siente la necesidad de hacer algo por los suyos, de ayudar a los que no han tenido su suerte»
-¿Qué debe agradecer Boal a sus emigrantes?
-Boal como prácticamente toda Asturias, le debe mucho a la emigración. No sólo en lo que se refiere a la construcción de escuelas u otras infraestructuras como el lavadero de la villa o la carretera de Villanueva a Boal, sino que durante mucho tiempo las remesas de los emigrantes dinamizaron la vida económica local. En cierta medida la llegada de Fidel Castro, que supuso el fin de de las mismas, a lo que se unió el cierre de las minas de Penouta, marcó el inicio de la decadencia del concejo.
-En 2011 será el centenario de la formación de la Sociedad de los Naturales. ¿Tienen previsto algún acto conmemorativo?
-Sí, se están barajando varias posibilidades, entre ellas realizar un congreso en el que participarán reconocidos especialistas sobre el tema de la emigración, tanto de España como de países iberoamericanos. §