Empezó a practicar espeleología a los doce años y a los dieciocho conocía las cuevas del concejo como la palma de la mano. Un espléndido 11 de abril de 1968, él y su amigo Adolfo acompañan a otros chavales a explorar el Pozu’l Ramu. Les estaba esperando uno los conjuntos rupestres más importantes del Arte Paleolítico.
Varios miembros del grupo de montaña Torreblanca de Oviedo querían ir de cuevas y les comentaron que en el concejo de Ribadesella había bastantes y que un chaval alto, de gafas, era muy bueno y les podía ayudar. Se trataba del riosellano Jesús Fernández Malvárez. Era el rarito de su grupo porque mientras los demás iban al fútbol, él iba ‘de cueves’ y coleccionaba minerales y fósiles. Aquella Semana Santa, junto con su amigo Adolfo Inda, también riosellano, acompañan a estos montañeros al Pozu’l Ramu. Tras varias horas de dificultoso descenso, al fondo de una de las galerías, tiene lugar el histórico hallazgo.
-¿Fue fruto de la casualidad, como dicen algunos?
-A mí me molesta que digan eso. A pesar de mi juventud, llevaba muchos años yendo de cueves y me conocía las del concejo a la perfección. Me gustaba la geología, era muy observador, no es extraño que algún día pudiera encontrar algo. Así que sí es casualidad que después de haber entrado en varias cuevas diéramos con aquello… pero no tanto.
-¿Cuál fue la primera pintura que vieron?
-El Camarín de las Vulvas a varios metros de altura sobre el suelo. No distinguíamos qué era aquello, vimos colores y formas, pero no lo asociamos. Pensamos que si allí había pinturas podía haber más en la cueva, así que empezamos a mirar en otras paredes y encontramos la cabeza de caballo del Panel Principal. Temiendo que no nos creyesen, fuimos a por una cámara y flashes para sacar fotos.
-La cueva de Tito Bustillo es una joya del arte rupestre a nivel internacional. ¿Se sienten debidamente reconocidos por su descubrimiento?
-En el 68 la Diputación firma una resolución donde autoriza el nombre de la cueva y dice que se pondrá una placa o monolito recordando a sus descubridores. Pasa el tiempo y eso no sucede. Es en 2004 cuando la Sociedad Cultural y Deportiva de Ribadesella, dentro de los actos de su cincuenta aniversario, nos hace un homenaje y ponen la placa. De joven estuve siete años solicitando entrar como guía en la Cueva y al final solo conseguí trabajar allí algunos veranos. Hace diez años, cuando la cueva pasa a ser parte del Patrimonio Mundial de la Unesco, alguien propuso que a los descubridores se les nombrara Hijos Adoptivos de Ribadesella y a los dos riosellanos, Hijos Predilectos. En su momento se dijo que sí, pero aquello ha vuelto a quedar en el olvido.
-Dentro de los actos organizados para celebrar el cincuenta aniversario, se realizó una recreación del descenso por el grupo Torreblanca. ¿Qué le supuso ese reencuentro?
-Algunos nos hemos mantenido en contacto, hemos coincidido en algunas jornadas de montaña pero otros viven más lejos y no se prodigan mucho por la zona. Ruperto (Álvarez Romero) y Amparo (Izquierdo Vallina) volvieron a realizar aquel recorrido pero yo, aunque ganas las tenía todas, decidí quedarme arriba porque tengo dos prótesis en la cadera, estoy operado de la espalda y ando con muletas. Bajaron asegurados pero Ruperto después de hacer el trayecto, volvió a subir hasta el balcón que llamamos nosotros, para descender como lo habíamos hecho entonces, con la cuerda por la espalda y sin asegurar. Demostró que el que tuvo retuvo. Fue algo muy emocionante, la verdad.
-¿Se siguen descubriendo nuevas pinturas en la Cueva?
-En las últimas excavaciones se encontraron nuevas pinturas además de grabados pero en lugares un poco recónditos y poco visibles. No se descartan conexiones con otras galerías que puedan estar ahora obstruidas e incluso con otras cuevas de los alrededores.
«Hay una roca en la Cueva que tiene dibujados unos trazos que cuando los vi, lo primero que pensé era que se trataba de un mapa. Estaba haciendo bachillerato técnico, dibujo y topografía, sabía levantar un croquis y aquello me lo parecía. Además, conozco aquel terreno como la palma de la mano. Cuando lo planteo a los arqueólogos lo primero que me dicen es que se trata de algo imposible porque aquellos hombres primitivos no tenían capacidad de abstracción para hacer aquello. Así que cojo un mapa de la zona, de esos que te dan en la Oficina de Turismo y elimino autopistas, carreteras y pueblos, todo lo que no había en aquella época y ¿qué es lo que queda? El río, las cuevas de los alrededores perfectamente marcadas y las playas donde podían encontrar comida. Aquello era sorprendente, no podía ser una casualidad. Busqué la opinión de un catedrático de cartografía especializado en mapas antiguos y le mandé toda la documentación. Me dice que es un mapa minimalista pero que refleja tal cual el terreno y que podría tener razón. A día de hoy sigo convencido y mantengo esa teoría. Me consta que hay prehistoriadores que también la apoyan porque se han encontrado cosas muy parecidas en otras cuevas y han publicado artículos sobre ello».
Soy un investigador y divulgador sobre Historia de la Cartografía. He publicado un artículo sobre el mapa de la cueva de Tito Bustillo en una web internacional especializada, con gran difusión (academia.edu), bajo el título IS THIS PAINTING THE OLDEST TOPOGRAPHIC MAP?, en el que se cita al Sr. Fernández Malvárez como el primero que tuvo la intuición de reconocer un mapa. Me gustaría hacerle llegar un ejemplar (en español) en homenaje a su intervención. Desconozco su correo electrónico. Quizá puedan ustedes facilitarme el contacto.