Poco ha durado el break dance y parece que el boxeo, como tal, tiene sus días contados en los Juegos Olímpicos o eso dicen y ya era hora; he visto un montón de horas de los Juegos en televisión y – hasta por aburrimiento hice zapping – no encontré una retransmisión de este sistema de baile; igual me perdí, pero creo no haberme perdido nada excitante.
El boxeo
Como la mayoría de los deportes nació en el entorno del Nilo. Un estudio reciente dice que en Etiopía y más o menos hace unos seis mil años, para derivar al norte, río arriba hacia lo que actualmente conocemos como Egipto, donde ya se encuentra algún documento gráfico y jeroglífico: Tumbas de Beni Hassan (2000 a.C).
Fueron pues los egipcios los primeros en dar sentido al término deporte tal y como lo entendemos en la actualidad o con diferencias no muy relevantes; en un principio se trataba de ejercitarse para la supervivencia, más tarde para la defensa de otros agentes que pudieran agredirlos, luego la injerencia en asuntos externos y por fin el placer y consumo de las endorfinas almacenadas en épocas de bonanza: calidad de vida de las clases dirigentes. De Egipto a Sumeria, Creta y la Hélade, unos cientos de años y ya tenemos el deporte instalado en la escala superior de la sociedad.
Pero fueron los griegos quienes dieron sentido a las prácticas deportivas añadiendo el “agón”, la competencia entre los deportistas. En el libro XXIII de La Ilíada, de nuestro Homero querido, se narra la competición del “pugilato” entre Epeo y Euríalo (sobre el año 1200 a.C.) que tuvo lugar la Guerra de Troya. De aquí al nacimiento de las Olimpiadas en el 776 a.C., a los gimnasios de la Grecia Clásica y la batalla de Maratón como últimos instantes de la lucha inter pares; luego el Helenismo, más después vinieron los romanos y degradaron todo lo que era deporte en pro del espectáculo: los Gladiadores sólo son un ejemplo. A los boxeadores les ponían – o se los ponían ellos – unos guantes para hacerse más daño; eran correas de cuero atadas a las manos y con salientes metálicos y cristalinos que se unían al cuero seco.
Más tarde, por mor del cristianismo donde todo lo pagano era pecaminoso, vino la suspensión de los Juegos por el hispano emperador Teodosio (año 393 de nuestros tiempos), la dilatadísima Edad Media y sus guerras continuas hasta la modernidad (y también sus guerras continuas, que no aprendemos). El “BOXEO” fue algo así como la preparación para el combate entre iguales, cuerpo a cuerpo, y se entrenaba para ello. Eran los “ciudadanos” que podían pagarse una educación particular los que tenían posibles para ir a los gimnasios, estudiar y cuidar cuerpo y alma.
El “BOXEO” fue algo así como la preparación para el combate entre iguales, cuerpo a cuerpo, y se entrenaba para ello.
Hasta aquí, o hasta que ya no se necesita la preparación para el combate cuerpo a cuerpo, todo correcto. Pero cuando alguien paga para desfogarse viendo cómo dos individuos se rompen el cuerpo a golpes, hay tres mundos y esto lo logran los ingleses, siempre bárbaros con los demás y con ellos mismos, e idean – para no alargarnos – un cuadrilátero con cuerdas al que llaman “Ring”, meten gente a pelearse y hacen apuestas sobre quien se rompe más huesos a golpes, sobre quien cae primero al suelo o sobre quien sobrevive. Lógicamente, el que controla estas peleas se ganaba unas libras y concluyen que los que se pelean deben ganar algo también para así hacer que se mantenga la emoción: las revanchas, las apuestas, la rueda del vicio, hasta unos combates rarísimos actuales, en jaulas hexagonales, con redes cerrando el recinto y donde vale todo menos matarse, hombres y mujeres – por ahora separados, por ahora – zurrándose de lo lindo y una muchedumbre embravecida desgañitándose alrededor. Patético.
¿Es legal? Desde luego eso es una minucia y si todo el mundo gana dinero, se hace legal, se le da publicidad y aparecen o, mejor diría, reaparecen, las caras magulladas, los “fuera de combate”, los estados comatosos e incluso las muertes en el “coso”, las apuestas falsas y las verdaderas, el submundo y todo tipo de amaños personales, las caras entumecidas, las caras rotas y sanguinolentas, los traumas craneales, las embolias cerebrales y todo ello para que un grupo de personas se lo pase bien observando como dos individuos (o dos individuas) se destrozan por cuatro euros.
¿Esto es deporte? Unos dicen que sí, pero la mayoría decimos que no y en breve – se rumorea a la luz pública – estos Juegos parisinos habrán sido los últimos del BOXEO y del break dance.
Estimado Alejandro: Siempre es un gusto leerte, más con este tema. No se puede llamar deporte a una actividad cuyo fin es hacer todo el daño físico posible a otro ser humano. Me indigna ver a las corporaciones municipales fomentándolo y, particularmente, a la de Laviana patrocinando competiciones infantiles. Mi voto por su abolición.