Actualmente existe un gran interés por volver a la Luna, pero quizá más aún por poder quedarnos. El problema reside en que la superficie lunar es un entorno hostil, con temperaturas que rondan los 150 grados de día y los mismos bajo cero de noche, además de estar sometida a importantes radiaciones solares. Es por ello que investigar las posibilidades de vida en este satélite se ha convertido en el objetivo de muchos proyectos que se están llevando a cabo en EEUU y Europa.
Tras la creación en 2019 del Instituto Universitario de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias (ICTEA), el Gobierno asturiano junto con la empresa Hunosa y la Universidad de Oviedo, han anunciado hace unos días la puesta en marcha de un proyecto para estudiar la habitabilidad de la Luna que se desarrollará en las galerías subterráneas del antiguo Pozo Santiago en Aller.
En las instalaciones donde antes se sacaba el carbón se pondrá en marcha un estudio sobre la habitabilidad de la Luna, un proyecto que busca poner a Asturias en el foco de la investigación espacial internacional. En las viejas galerías se pretende crear un laboratorio I+D, un equipamiento de altas prestaciones donde se pueda trabajar en condiciones especiales sobre nuevos materiales, impresión 3D, técnicas de fabricación o producción de energía.
El primer paso será realizar un estudio de viabilidad del proyecto, con cargo al presupuesto Sekuens, que fijará tanto el espacio que se podría usar del pozo como el equipamiento que sería necesario.
El Gobierno asturiano tiene los ojos puestos en el cielo, pero con los pies en la tierra. Su objetivo es atraer industria aeroespacial a la región, potenciar actividades espaciales, atraer financiaciones europeas y de la Agencia Espacial Europea para con ello fomentar no solo la industria en la comunidad sino también reconvertir parte de la industria del metal para estos fines, como por ejemplo utilizar la calderería pesada para el desarrollo de nuevos cohetes.
La apuesta del Gobierno es fuerte. La consejería de Ciencia ha reservado en su presupuesto de 2024 unos 600.000 euros que irán destinados a crear bancos de pruebas, uno para nanosatélites que permitan realizar simulaciones orbitales completas y otro para motores cohete para lanzamientos de pequeña escala. El nicho de mercado que se abre puede ser infinito.
El ICTEA, por ejemplo, con la colaboración de la NASA, el Instituto de Astrofísica de Canarias y la financiación de Hunosa, estudia desde hace unos meses una veintena de asteroides próximos a la Tierra con la idea de poder explotar recursos minerales fuera de la estratosfera de forma sostenible y saludable para nuestro planeta. Dicen que el desarrollo de la tecnología para las minas extraterrestres, aunque parezca ciencia ficción, podría ser una realidad en veinte años.
La Universidad de Oviedo lidera en estos momentos un consorcio, en el que también participa la Universidad de Leicester (Reino Unido) y la de Vigo, que tiene como objetivo el desarrollo de sistemas de potencia para vehículos lunares no tripulados, más conocidos como rovers lunares. Trabajan en el diseño de sistemas eléctricos que puedan combinar tres fuentes de energía -solar, baterías y generadores- para que estos vehículos funcionen de manera independiente tanto en la parte de la Luna donde brilla el sol continuamente como en la otra donde nunca llegan sus rayos. El proyecto que se extenderá hasta septiembre del próximo año, está financiado con 340.000 euros de la Agencia Espacial Europea.
Tenemos talento. Si conseguimos atraer proyectos, empresas, atraeremos también proveedores y eso generaría una importante cadena de valor en la región. Asturias debería de mirar con esperanza hacia este futuro que se abre marcado por la ciencia, la investigación y la innovación. Podemos situarnos en primera línea.