Como si la crisis económica no estuviese ya trayendo bastantes zozobras a Asturias -por cierto, la comunidad con la cifra de mayor crecimiento de desempleo en 2012-, tenemos un gran interrogante pendiendo sobre el sector minero en su conjunto.
Viendo que la monarquía no pasa por su mejor momento, y que las instituciones están de capa caída, este año la carta tiene que ir dirigida a todos los que, en algún momento dado, han hecho magia o van a tener que hacerla en este año que empieza.
Ya lo sabíamos pero Cáritas nos lo ha dicho recientemente con cifras en su último informe: la pobreza crece. El número de personas que solicitan ayuda se ha multiplicado por tres en los últimos cinco años. Y no sólo eso: los pobres de hoy son mucho más pobres que los de hace un lustro.
Después de un verano en el que las llamas nos han dejado un país con olor a chamusquina y el ánimo calcinado por tanta pérdida, comenzaremos de nuevo el ciclo otoño/invierno y será entonces momento de decidir, una vez más, si se apuesta por prevenir o por curar.
La sangría que está teniendo lugar desde hace unos años en los medios de comunicación no conduce más que a agravar el empobrecimiento de una sociedad que ya anda bastante justa de alimento cultural y que necesita, como el comer, comprender el mundo en el que está inmersa.
Asturias tiene que luchar por su futuro. No esperar a que lluevan las soluciones, puesto que estamos en época de sequías. No aguardar a que nos digan, nos organicen, nos señalen el camino, sino proponer, inventar, avanzar, crear. Y defendernos ante las embestidas de un mundo cada vez más agresivo.
Por muchos motivos. Después de dos elecciones y demasiados meses desgobernados, iniciamos una andadura a destiempo y a la cola del resto del país, con la región desatendida y estancada, precisamente en unos momentos globales en los que los acontecimientos, lo estamos viendo, se precipitan de un día para otro.