Ya lo sabíamos pero Cáritas nos lo ha dicho recientemente con cifras en su último informe: la pobreza crece. El número de personas que solicitan ayuda se ha multiplicado por tres en los últimos cinco años. Y no sólo eso: los pobres de hoy son mucho más pobres que los de hace un lustro.
Después de un verano en el que las llamas nos han dejado un país con olor a chamusquina y el ánimo calcinado por tanta pérdida, comenzaremos de nuevo el ciclo otoño/invierno y será entonces momento de decidir, una vez más, si se apuesta por prevenir o por curar.
La sangría que está teniendo lugar desde hace unos años en los medios de comunicación no conduce más que a agravar el empobrecimiento de una sociedad que ya anda bastante justa de alimento cultural y que necesita, como el comer, comprender el mundo en el que está inmersa.
Asturias tiene que luchar por su futuro. No esperar a que lluevan las soluciones, puesto que estamos en época de sequías. No aguardar a que nos digan, nos organicen, nos señalen el camino, sino proponer, inventar, avanzar, crear. Y defendernos ante las embestidas de un mundo cada vez más agresivo.
Por muchos motivos. Después de dos elecciones y demasiados meses desgobernados, iniciamos una andadura a destiempo y a la cola del resto del país, con la región desatendida y estancada, precisamente en unos momentos globales en los que los acontecimientos, lo estamos viendo, se precipitan de un día para otro.
La Asturias que hoy habitamos es el resultado del paso de decenas de generaciones que han sabido cuidar y a la vez modelar el paisaje, conservando sus rasgos característicos. También han creado esa huella única, que es precisamente la que atrae al turismo, que no se cansa de alabar el estupendo estado de conservación de bosques, praderías, montañas y ríos.
No nos tocaba, pero ahí vamos de nuevo a depositar el voto. ¿Por qué? Básicamente por malgobierno, por los intereses de unos sumados al desinterés de otros.