Reconozcámoslo: no son tiempos fáciles. Prácticamente todos los medios de comunicación nos bombardean con terribles noticias que hablan de crisis globales, primas de riesgo, rescates económicos, ajustes sociales...
Porque vivimos donde vivimos, nos gusta el ciclismo. Como bien se cuenta en las siguientes páginas, la Vuelta Ciclista a España nos ha permitido lucir nuestra tierra en todo su esplendor: montaña dura, clima impredecible, tremendo paisaje.
Septiembre es mes de comienzos, de proyectos, de intenciones y de objetivos. Es la vuelta a la cotidianidad y hasta los que no se han marchado tienen la sensación de regreso.
Eso es lo que nos auguran para un verano que ha llegado precedido de lluvia y temperaturas frescas. Después de eso viene por fin el calor, mucho calor, nos advierten los responsables de descifrar las isobaras.
Cuando estas líneas se escriben estamos aún en plena resaca electoral, asimilando los resultados y haciéndonos una composición de lugar de cómo quedan las cosas. Son muchos datos que analizar y en realidad uno sólo que digerir: la ciudadanía ha pedido un cambio.
La temporada alta para el turismo comenzó el mes pasado, en una Semana Santa tardía que nos tuvo a todos con el corazón en vilo: que si llueve, que si no llueve, con todo lo que eso supone para las cancelaciones de última hora.
Durante el pasado mes el mundo vivió pendiente de lo que sucedía en la central nuclear de Fukushima. Y todavía seguimos, porque aún no está nada claro que la situación esté bajo control.
El anuncio del cierre de las minas en 2018 ha sido un mazazo para la ya maltrecha economía tradicional asturiana. Tras una reconversión de la siderurgia que aún colea, decir adiós a la minería es despedirse de una forma de vida que durante años ha definido a esta región, en un cambio que promete ser duro.