Esta filósofa asturiana, además de a la enseñanza, dedica buena parte de su tiempo a luchar contra la mal llamada, gestación subrogada: ‘Un eufemismo bajo el que se esconde un negocio degradante para las mujeres al rebajarlas a meras máquinas reproductivas. Nunca un deseo puede sustituir o violar los derechos humanos de las mujeres o de la infancia’.
-¿Por qué han visto necesaria la creación de esta plataforma?
-La plataforma «No Somos Vasijas» surge hace casi cuatro años cuando vimos que no había una voz pública argumentada en contra de un magma emocional que iba creciendo y fomentando que cualquier medio es legítimo para acceder a un recién nacido o menor. «No Somos Vasijas» es quien abre el debate público al decir que no estamos a favor de la práctica del alquiler de vientres, mal llamada gestación subrogada o gestación por sustitución. Y creo que logramos situar el debate donde tenía que estar, a nivel público y a nivel de conceptos, porque sabíamos que teníamos que salir con un armazón argumental muy poderoso, cuanto menos que incitara a la duda, porque sino era un debate perdido. Las emociones parece que siempre se imponen por encima de los argumentos y yo, siendo honesta y sin pretensiones de nada, veo que resituamos el debate a nivel conceptual lo suficiente como para introducir dudas.
«En el fondo, la práctica del alquiler de vientres lo que busca es, mediante un contrato, acceder a un recién nacido. El fin es un recién nacido que se utiliza como objeto de relación contractual «
-Desde que nacieron como plataforma sabían que iban a tener todo en contra, ¿les frenó esto en algún momento?
-No, nunca nos frenó. Somos seres humanos y todos tenemos tendencia a empatizar con el hecho de que alguien pase por una serie de procesos vitales dramáticos por los que no puede tener hijos y vea supuestamente una práctica por la cual sí puede tenerlos. El problema está en que ese deseo específico de tener hijos acaba con derechos fundamentales de las mujeres y de los recién nacidos. Este no es un debate de emociones, este es un debate de derechos. ¿Como sociedad estamos dispuestos a transigir por una práctica contractual que elimina de facto derechos fundamentales de las mujeres y los recién nacidos? Y decimos no, ningún deseo puede acabar con eso.
-¿A qué se han tenido que enfrentar en estos años?
-A partidos políticos, sobre todo para hacerles ver que no podían aceptar una regulación favorable a la práctica del alquiler de vientres. Esa es una esfera que hemos trabajado en reuniones con ellos, luego se han posicionado claramente en contra, como hizo en su momento el Partido Socialista en una resolución del Congreso. Sabíamos que teníamos que luchar también contra un amplio colectivo, el LGTBI, donde algunas personas -varones fundamentalmente-, veían en esta práctica una posibilidad de acceso a un recién nacido. Es decir, sabíamos que estábamos luchando contra todo lo que se podría calificar como izquierda política y que había que hacerles entender que esto era una barbaridad. Sabiendo también que, dentro de la derecha política, con aquellos partidos con un ideario más neoliberal -como es el caso de Ciudadanos-, esta era una tarea imposible. Pienso que Ciudadanos apuesta por ello sin haber indagado en el fondo de la situación.
«Es un negocio brutal, por eso en último extremo sabemos que también luchamos contra una nueva industria, la reproductiva»
-¿Cree que esta es también una forma de violencia machista?
-Claro, obviamente es una forma de explotación reproductiva de las mujeres y también afecta a los menores en lo que podríamos considerar trata y tráfico de menores. Todos los códigos civiles de la mayor parte de los países recogen que las personas no pueden ser objeto de transacción comercial o contractual. Y en el fondo, la práctica del alquiler de vientres lo que busca es, mediante un contrato, acceder a un recién nacido. El fin es un recién nacido, al que estás utilizando como objeto de relación contractual. Es horrible. Si uno profundiza en ello se da cuenta de la cantidad de derechos que se están vulnerando y de la cosificación que significa esta práctica.
-Según vamos hablando, parece que en todo este tema existe una interesada manipulación del lenguaje…
-Sí, la trampa del lenguaje hace que las personas no tomen conciencia de lo que se debate. Si utilizo eufemismos de difícil comprensión para la inmensa parte de la ciudadanía, tales como gestación subrogada, la gente no sabe de qué estamos hablando. La utilización de esos eufemismos es una manera de tomar distancia, para que las personas no piensen que estamos hablando de una mujer, del embarazo de esa mujer, del parto, de que es la madre y de que estamos hablando de un hijo.
Empieza por esta trampa y luego deriva en otra serie de ellas. Nadie habla de que es un contrato abusivo porque a una de las partes se le exige todo y a la otra nada. A las mujeres se les exige la renuncia a un derecho y a la otra parte, los benefactores, los que van a recibir el beneficio del menor, no se les exige nada.
-Dentro de este debate hay quien habla de la gestación subrogada como una técnica de reproducción asistida… ¿Es otra manipulación del lenguaje?
-Lo es, porque ¿en serio un embarazo y un pacto son una técnica? Previo a la transferencia embrionaria a esa mujer, sí que estamos hablando de una técnica de reproducción asistida, que es la generación de un embrión. Pero en el momento en que tú hablas de una transferencia embrionaria al cuerpo de una mujer, no estamos en ninguna técnica, estamos en un embarazo y en un parto. Y a día de hoy y en la mayor parte de los países, madre es la que pare. Por lo tanto, tampoco estamos dispuestas a aceptar que madre no es quien pare. Pero bueno, ¿dónde estamos? ¿En serio que me vas a homologar el embarazo y el parto a la donación de semen? Tú puedes donar mucho semen o muchos óvulos, pero si la mujer, que es la que tiene la capacidad de transformar esos gametos masculino y femenino en un embrión, después en un feto y luego en un ser humano, no accede a estar embarazada, nada es posible. Quieren conducir a la irrelevancia precisamente a aquello que tiene la capacidad biológica transformadora. Estamos hablando de la vida y del concepto de dignidad humana. Porque en cierto sentido, la vida es un término muy peculiar y muy difuso. Como bien sabemos, las religiones hablan de la vida en el momento de la concepción, pero el concepto de vida que estas personas favorables a la práctica de alquiler de vientres manejan, es alucinante, porque para ellos la vida comienza en un contrato y meses antes incluso de que podamos estar hablando de un embrión.
-Usted asegura que detrás de esto hay un negocio. ¿A quién beneficia y a quién somete?
-¿Cuáles son nuestros últimos objetivos a nivel nacional? Prohibir la publicidad, prohibir las agencias de intermediación -que son las que se quedan con la parte fuerte de este negocio- y volver a la situación anterior a 2010, donde no se permitía el registro de aquellos menores que habían sido introducidos en el país por esta práctica. Esos son los objetivos y el negocio es evidente: ¿quién se lleva los beneficios económicos? Las agencias de intermediación y también las clínicas, no las mujeres que acceden a estar embarazadas, parir su hijo y cederlo a terceras personas. Es un negocio brutal, por eso en último extremo sabemos que también luchamos contra una nueva industria, que es la industria reproductiva, lo que lo complica más, claro.
«¿Como sociedad estamos dispuestos a transigir por una práctica contractual que elimina de facto derechos fundamentales de las mujeres y los recién nacidos? Nosotros decimos no, ningún deseo puede acabar con eso»
-En alguna ocasión ha comentado que en España existe un lobby que amenaza los derechos de las mujeres. ¿Puede explicarlo?
-Sí, hay un lobby. Muchos de los retardos hacia la igualdad han venido históricamente desde determinados sectores, pero ahora también vienen desde la izquierda, a los que les parece maravilloso estar a favor de la prostitución como un trabajo o de la práctica del alquiler de vientres. En el fondo es terrible luchar contra sectores que supuestamente deberían estar a favor de la igualdad y que sin embargo respecto a las mujeres esgrimen discursos reactivos, porque el objetivo no deja de ser la apropiación del cuerpo de las mujeres, bien con fines de explotación sexual -la prostitución- o bien con fines de explotación reproductiva -la práctica del alquiler de vientres-. Este es el nuevo escenario.
-España es el país de la UE con mayor tráfico de compraventa de óvulos. ¿Por qué no se habla de este tema?
-Así es. De toda Europa, España es el país que aporta el 50% de los óvulos, que están en el comercio internacional ya que debido a nuestro fenotipo esos óvulos sirven para nórdicos, asiáticos… El resto de los países europeos suman el otro 50%. Es una aberración lo que está sucediendo. Y además son óvulos buscados. Los que tanto confían en la genética, creen que hay un gen de la inteligencia. Lo digo porque la mayor parte de los anuncios para donar óvulos están en nuestras universidades. A las mujeres jóvenes universitarias se les paga -depende de las clínicas- de mil a tres mil euros sin explicarles a fondo el problema ginecológico que puede conllevar ser donante de óvulos, por la bomba hormonal que te meten en el cuerpo para generar, no un óvulo, sino seis o más, para extraerlos. Cuando conoces todo el proceso, ves una aberración en todos los términos. Por lo tanto, yo tomaría el camino de Alemania, la prohibición de la donación de óvulos, porque además se están aprovechando de nuestras mujeres jóvenes universitarias con situaciones de precariedad económica.
-Esto se asemeja al escenario de una película futurista donde el ser humano parece que camina más hacia una deshumanización que a una evolución…
-Como se vaya a una regulación favorable del alquiler de vientres, la distopía de El Cuento de la Criada se ha hecho realidad. El único asunto es que no te ponen una capa roja y no te dicen que bajes los ojos, pero lo otro encaja exactamente en ese relato. Cualquiera que tenga una capacidad mínima de análisis ve que se haría realidad, tristemente.