Este 8M en Asturias, como viene haciendo últimamente la administración regional y ayuntamientos han preparado distintos actos. Será una jornada reivindicativa, abierta a la participación de todas y todos. Otra realidad es posible y juntos podemos construirla.
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Las movilizaciones previstas para este 8M pondrán el acento en las cuidadoras, las mujeres ocultas que sostienen la vida. Las invisibles cuyo trabajo no es remunerado, no existe para los indicadores económicos, y tampoco lleva aparejado ningún tipo de derecho laboral. Pero sin su labor, la sociedad se pararía.
Volver visibles las desigualdades de género es una condición necesaria para hacer de la nuestra una sociedad más justa y democrática.
El 8 de marzo de este año será domingo, y se espera que este hecho contribuya a una mayor movilización. Los preparativos para que todo salga perfecto empezaron el 25 de enero con una asamblea a la que asistieron más de cien mujeres representantes de colectivos feministas de toda la región. Ahí se tomaron tres decisiones. La primera, que este año el foco de atención se fijaría en las cuidadoras, que desarrollan un trabajo fundamental pero invisible. La segunda, la manifestación central se traslada de Gijón a Oviedo. Y tercera, se mantienen las movilizaciones del mediodía en las plazas de todos los pueblos, para dar protagonismo a las distintas asociaciones.
Y es que, aunque se comente que los cambios ya son visibles y que poco a poco la sociedad va siendo más igualitaria, las cifras hablan de otra realidad. Según datos de la Asociación de Técnicos de Hacienda, las mujeres cobran una media de 6.274€ menos al año que los varones y su salario no llega a los 17.000€ anuales, una clara muestra de que el actual mercado laboral sigue siendo un motor generador de desigualdades.
En los últimos años al aumentar el número de personas dependientes, también lo ha hecho el de cuidadores que en la mayoría de casos, son mujeres que han de abandonar sus trabajos.
Las asturianas solicitaron el año pasado 9 de cada 10 excedencias para cuidar a hijos y familiares, lo que supone que unas 1.600 dejaron su trabajo para realizar estas tareas. La mayoría, un 94%, son mayores de 45 años.
En los últimos años al aumentar el número de personas dependientes, también lo ha hecho el de cuidadores que en la mayoría de casos, son mujeres que han de abandonar sus trabajos. Unas veces, por cuestiones económicas: el sueldo que perciben no da para pagar los servicios profesionales que necesitaría ese familiar. Otras, por dificultades para conciliar ambas cosas. Y un tercer grupo lo formarían mujeres que están en paro o buscan empleo, y optan por renunciar a la vida laboral cuando surge una situación familiar que lo requiere.
La corresponsabilidad en las tareas de cuidados es una cuestión aún pendiente que urge afrontar. Dar visibilidad a esta discriminación puede ayudarnos a luchar mejor contra las causas que la producen, pero sobre todo contra los valores que la generan que aparentemente parecen inofensivos y hasta naturales.