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sábado 23, noviembre 2024

No al desperdicio de comida

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La publicidad intenta promover que compremos mayor cantidad de comida, aunque no la necesitemos. Se produce más comida que la que se consume: en Asturias cada año acaban en la basura 130.000 toneladas de alimentos, mientras 25.000 personas no tienen qué comer.

Quien más, quien menos, recuerda haber escuchado en su casa que la comida no se tira, que había que comer todo lo del plato y que las sobras se aprovecharían al día siguiente. El pan duro se rallaba para hacer los rebozados, el pollo o la carne sobrante se aprovechaba en unas ricas croquetas, las legumbres se podían convertir en puré, con la fruta madura se hacía mermelada… Nuestras abuelas pondrían el grito en el cielo al saber que, según datos de Unicef, hoy casi dos millones de niños pasan hambre. Y eso a pesar de que un estudio de la Comisión Europea afirma que en nuestro país se tiran a la basura 163 kilos de alimentos por persona al año: 7,7 millones de toneladas a lo largo de la cadena alimentaria, desde el campo hasta nuestros hogares. Se calcula que con esa cantidad se podría alimentar durante un año a diez millones de personas, es decir, no habría hambre en España.
Según ese mismo estudio el 42% de la comida que se tira proviene de los hogares, un 39% de la industria alimentaria, un 14% de restaurantes y servicios alimentarios y un 5% de comercios y distribución. Las razones por las que estos alimentos terminan en la basura doméstica -según un informe realizado por Toluna, compañía de investigación independiente- son en un 47,6% de los casos por una mala conservación (mal empaquetados), un 29,41% por olvidos en la nevera y un 25,3% por no saber qué hacer con las sobras. Sólo un 15% de personas encuestadas asegura no desperdiciar ningún alimento.

La mayor parte de la comida que se tira en España proviene del consumo doméstico.

Empecemos por el primer eslabón de la cadena: productores e industria agroalimentaria. Los agricultores normalmente entregan todo su producto a los mayoristas, salvo en el caso en que los precios estén por debajo de los costes de producción. Si es así, les resulta más rentable dejar el producto en la planta como abono que arrancarlo y asumir los costes derivados. En una segunda fase, son las centrales hortofrutícolas las que realizan otra selección, una especie de «concurso de belleza» donde sólo pasan los mejores ejemplares, que luego veremos en las estanterías y mostradores de las tiendas o en los menús de cualquier restaurante.
Un ejemplo: hay verduras que, una vez cortadas, duran muy poco verdes y muestran unas pequeñas manchas amarillas que afean sus hojas. El producto sigue siendo apto para el consumo pero lamentablemente no llegará al mercado. No se trata de casos puntuales, sino de unas pérdidas ya calculadas que el consumidor paga cuando va a comprar un determinado producto, porque ya está incluido en el precio. Increíble pero cierto. Algunas cadenas de alimentación han puesto en práctica distintas estrategias para reducir al mínimo esas pérdidas -rebajando al 50% alimentos próximos a caducar- o creando originales campañas.

Mostrador de verduras de supermercado
Foto: SXC3
Hace unas semanas la cadena de supermercados Eroski lanzaba con éxito la campaña «Frutas y hortalizas diferentes. La calidad está en el interior» en la que ponen a la venta estos productos ‘feos’ pero en perfectas condiciones, con un descuento en el precio. María Jesús V., ama de casa, ha ido al supermercado de Mieres: «Aprovecho estas ofertas para comprar de más y hacer conservas. Hoy traigo pimientos y tomates. No hacían más que reponer porque la gente se los quitaba de las manos. Ya podían hacer esto con más frecuencia».
Eroski asegura que entre el 20 y 40% de frutas y verduras que se producen en Europa se tiran antes de llegar a las tiendas, solo por ser ‘feas’. La cadena dona además alimentos con el envase dañado pero en buen estado al Banco de Alimentos y organizaciones socialmente responsables. En 2015 entregaron más de 2.300 toneladas de alimentos, convirtiéndose así en la primera cadena de distribución en España que alcanza el desperdicio cero en toda su red comercial. ¿Es una práctica habitual en España? No. Facua preguntó a veintiocho cadenas de alimentación qué hacían con los productos que no vendían. Sólo nueve de ellas contestaron (Caprabo, Consum, Covirán, Dia, Leclerc, Eroski, El Corte Inglés, Lidl y Mercadona) y aportaron información del destino de estos productos: comedores sociales, bancos de alimentos y ONGs solidarias. El resto dio la callada por respuesta.
En los restaurantes españoles también se desperdicia comida: 63.000 toneladas al año que suponen unas pérdidas de 255 millones de euros para el sector, según cifras del estudio realizado por Unilever Food Solutions y avalado por la Federación Española de Hostelería y Restauración. El 60% de los desperdicios se generan por una mala previsión a la hora de hacer la compra, mientras que el 30% se produce durante la preparación -caducidad, cortes en la cadena de frío, etc- y el 10% restante es lo que deja el comensal en el plato.
Para reducir la cantidad de desperdicios, algunos hosteleros bajan el precio de los productos frescos que no tienen devolución -pinchos, sándwiches, ensaladas, pastelitos- a partir de una hora; otros los transforman en tapas de cortesía que reparten entre los clientes, y hay quien al final del día los regala a la gente que lo necesita. Es lo que viene haciendo Eduardo López, responsable de la cafetería Positano en Oviedo, desde hace más de un año. Los pinchos que no se venden en el día se empaquetan y se ponen en una bandeja para que puedan ser recogidos y consumidos por personas que lo necesiten. Su iniciativa ha tenido gran difusión dentro y fuera de Asturias, y ha provocado que otros negocios lo imiten. Objetivo: ningún pincho a la basura.

Logo coomida


Coomida. Donar excedentes. Una iniciativa asturiana

Con la misma política, la comida no se tira, nace Coomida, una plataforma que lucha contra el despilfarro.

Con la política de ‘la comida no se tira’ nace en Asturias Coomida, una innovadora plataforma tecnológica y de cooperación que tiene como objetivo facilitar la donación de alimentos en general, incluidos los excedentes de comida, poniendo en contacto a donantes con el Banco de Alimentos y las organizaciones sociales que lo necesiten. Este proyecto ha sido posible gracias a la colaboración del departamento de I+D+i de Cogersa, Sadim Ingeniería -responsables del desarrollo de la web de Coomida y la app para móviles-, junto con el Banco de Alimentos, que realiza una importante labor de gestión sobre el terreno. José Manuel González, jefe de I+D+i de Cogersa explica cómo surge esta iniciativa: «Aquí recibimos todos los residuos urbanos de Asturias, y comprobamos que el gran caballo de batalla es lo que llamamos la ‘bolsa negra’ -residuos domésticos y materia orgánica todo mezclado-, unas 400.000 toneladas al año que acaban en el vertedero. Mientras, las políticas europeas nos obligan a desplegar estrategias de prevención de residuos y reducir la eliminación orgánica en el vertedero. Todo esto, metido en una coctelera, acaba encendiendo bombillas: el resultado, crear una plataforma para recuperar estos alimentos».

Esta iniciativa pone en contacto a pequeños donantes con receptores, para que no se pierda nada.

En estos momentos las grandes donaciones de alimentos vienen de grandes supermercados y Mercasturias al Banco de Alimentos; con esta iniciativa se pretende llegar también al sector minorista y los particulares. Sadim Ingeniería es quien ha desarrollado el soporte tecnológico de Coomida: «Imaginemos que una tienda de ultramarinos de Mieres tiene disponible un excedente, por ejemplo 20 litros de leche», explica Nuria Baragaño desde Sadim. «A través de la app móvil indica este hecho y el contenido de la donación. La ubicación de esta tienda queda registrada y se envía una notificación a las entidades receptoras más próximas, por ejemplo la Cocina Económica de Mieres, que iría a recogerlo. Para ello ambos, donante y receptor, tienen que estar registrados en la web de Coomida. En resumen, aprovechando las nuevas tecnologías pretendemos convertirnos en un medio para conectar donantes y receptores, complementando al Banco de Alimentos, y agilizando gestiones para que la comida llegue cuanto antes a quien la necesita».

Banco de Alimentos
Banco de Alimentos. /Foto: Fusión Asturias
Estas pequeñas donaciones, que deben cumplir una serie de requisitos sanitarios, se canalizan a través de organizaciones responsables, bajo la coordinación del Banco de Alimentos. «El año pasado atendimos a unas veinticinco mil personas en Asturias, a través de las doscientas entidades con las que colaboramos. Este año estamos en las mismas cifras», señala Juan Luis Núñez, presidente del Banco de Alimentos del Principado. «Nosotros somos el nexo de unión en esta iniciativa, los que aportamos la logística para recoger alimentos excedentes, organizarlos y distribuirlos. Podemos recoger nosotros la donación o asignársela a la entidad más próxima, para disminuir costes y ganar rapidez. Con este programa cualquier persona, familia o pequeño negocio que no sepa qué hacer con un alimento puede donarlo de forma efectiva».
La web de Coomida (coomida.com) ya se puede visitar. La plataforma espera estar operativa para el próximo mes de octubre. «Funcionará de manera piloto en Asturias y si la experiencia tiene éxito esperamos que se replique en otros territorios», apunta el jefe de I+D+i de Cogersa, que asegura no conocer otras iniciativas de este tipo: «Una plataforma común que pivote todo esto es pionera en nuestro país, y me atrevería a decir que a nivel mundial». También Nuria Baragaño está convencida de que este proyecto va a extenderse a otros lugares: «Eso constatará que la herramienta es útil para reducir el desperdicio alimentario y, lo más importante, que llegará a gente que lo necesite. Para participar en este circuito solo es necesario que donantes y receptores se registren y se comuniquen -yo tengo esto, yo tengo esta necesidad-, es gratis y no compromete a nada. ¿Podemos imaginar el potencial de esta plataforma si consigue convertirse en viral?».
Ntey, una segunda oportunidad para los alimentos
Otra iniciativa diferente, aún en fase experimental, es la aplicación Ntey (Nice to Eat You, encantado de comerte) creada por un grupo de ingenieros y diseñadores españoles comprometidos con el consumo responsable. Se trata de una nueva app que tiene como objetivo dar una segunda oportunidad a los alimentos antes de que acaben en la basura. Se dirige a negocios relacionados con la hostelería y venta de alimentos, que ponen a disposición del público lo que no han vendido durante el día, excesos de stock, productos próximos a caducar o aquellos que han superado la fecha de consumo preferente, todo ello con un descuento mínimo de un 50%
Los restaurantes también podrán utilizar la aplicación para ofrecer comida próxima a caducar a precios asequibles. Los usuarios, gracias a un sistema de geolocalización, podrán descubrir ofertas cercanas según se vayan publicando: fotos del producto, unidades, precio y dirección del local. Se listan alimentos en crudo y platos preparados en las tiendas del barrio, bares o restaurantes. Así salen ganando vendedores, que evitan tirar productos, y consumidores que ahorran dinero comprando artículos más rebajados.
La app estará disponible en nuestro país dentro de unos meses, y se podrá instalar de forma gratuita en los dispositivos Android e IOS. Se puede seguir su desarrollo en nicetoeatyou.es

Francia, desperdicios 0 por ley
A principios de año, Francia aprobó una ley para prohibir a los supermercados desperdiciar comida. Obliga a donar lo que no se vende e impide destruir alimentos para desalentar a los que buscan en los contenedores. Es el primer país del mundo que toma una medida tan radical contra el desperdicio de alimentos. Juan Luis Núñez, presidente del Banco de Alimentos, cree que en España no haría falta ir tan lejos y sería suficiente con despenalizar y adoptar la denominada ‘ley del buen samaritano,’ como han hecho otros países como EEUU, Italia o México. «La actual legislación española obliga a los supermercados a destruir los alimentos que no se venden antes de tirarlos. Si una persona coge un alimento de un contenedor y se intoxica, el responsable es el supermercado, al que se puede demandar. Nosotros pretendemos que por ley se facilite la recogida de alimentos antes de su destrucción, y que el donante de buena fe esté protegido».

Confundir las etiquetas: saber la diferencia
Un error muy común es confundir la fecha de consumo preferente con la de caducidad. ¿Sabemos interpretar el etiquetado? ¿Conocemos la diferencia entre ambos? Desde la asociación de consumidores Facua explican que la fecha de ‘consumo preferente’ es aquella hasta donde el alimento conserva sus propiedades específicas. A partir de ahí puede perder cualidades como sabor, olor o textura, pero sin ser dañino. Siempre debe aparecer en la etiqueta ‘Consumir preferentemente antes del….’ seguido del día/mes/año o bien ‘Consumir preferentemente antes del fin de….’ seguido de mes/año o solo año. Hay una serie de productos que no están obligados a ello como frutas y hortalizas frescas -que no hayan sido peladas-, vinos, licores, espumosos, bebidas con una graduación de un 10% o superior, productos de panadería o repostería que normalmente se consumen en veinticuatro horas después de haberse fabricado, vinagre, sal o azúcar.
En cambio, la fecha de caducidad es aquella que marca el límite en el que el producto no se considera seguro para la salud humana. Se utiliza para alimentos perecederos con riesgo microbiológico, como carnes y pescados crudos o precocinados. En la etiqueta debe aparecer ‘Fecha de caducidad…’ seguida del día/mes y, eventualmente, año. Desde Facua advierten que además de la fecha de caducidad también deben aparecer las condiciones de conservación del producto.

Fusión Asturias Opina Se produce más comida en el mundo de la que se consume. Se tiran a la basura unos 1.300 millones de toneladas de alimentos mientras que más de ochocientos millones de personas pasan hambre en el mundo. El despilfarro alimentario es la cara más cruel de este sistema en el que vivimos, que acaba generando hambre en un mundo donde abunda la comida.
La agricultura, que tradicionalmente era un modo de vida, en unos pocos años se ha transformado en una empresa donde interesan más las ganancias que cumplir el objetivo inicial: alimentar a las personas. Así, cuando el precio de un producto está por los suelos, el agricultor ve más rentable dejarlo en la planta que recogerlo -que le supone invertir un dinero que no va a recuperar-. Los mayoristas seleccionan los mejores ejemplares desechando el resto. Los supermercados llenan sus estanterías con productos a rebosar para incitar al consumo, aunque una gran cantidad de ellos acaben en la basura. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Tiene esto marcha atrás? El consumidor es el último eslabón de la cadena, por ello también puede jugar un papel fundamental para girar este proceso ya que el desperdicio, al final, es responsabilidad de todos: no olvidemos que un 42% pertenece a los hogares.
Donde más podemos actuar para conservar nuestra salud y velar por el consumo y el medio ambiente, es en la elección de los alimentos y de nuestros hábitos. Dónde se generan estas pérdidas, cómo gestionamos la comida -compra, conservación, elaboración-, cómo la aprovechamos -recetas para reciclar, segunda oportunidad para alimentos sobrantes-. Organizaciones de consumidores y Bancos de Alimentos trabajan desde hace tiempo en campañas de sensibilización e iniciativas encaminadas a la educación de los consumidores pero aún queda mucho por hacer. Disminuir la cantidad de productos que van a la basura pasa también por dar a los alimentos la visión que nunca debió perder: la alimentación es un vínculo entre la Tierra y el ser humano por el cual ambos se relacionan, se respetan y colaboran. La Tierra siempre nos ha dado de comer, pero no es un negocio ni un baúl de recursos para explotar hasta que se agoten.
El actual modelo alimentario, alejado de toda ética, ha olvidado por completo a las personas -prima el beneficio de unos pocos a costa de la mayoría-, por eso si no se produce una inversión en el orden de las cosas, no habrá solución para este desequilibrio.

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