El pasado 21 de octubre la ilustradora Eva Rami volvía de Los Ángeles (California) con dos medallas de oro en los Premios Internacionales del Libro Latino 2023, el mayor evento literario de Estados Unidos. Éramos una vez… mi mamá y yo obtuvo el galardón al Mejor libro ilustrado educativo para niños y al Libro más inspirador ilustrado para niños.
Cuando era pequeña, dibujar se consideraba una distracción. Dibujaba mientras la profe explicaba y más de un negativo se llevó porque, al parecer, la niña no atendía en clase. Tuvo la suerte de que en su casa siempre lo entendieron como algo importante y lo valoraron. El padre de Eva Rami era arquitecto, su madre pintaba y jamás escuchó de su boca esa frase tan típica de: “deja de dibujar y ponte a estudiar”. Recuerda que, con siete años, participó en un concurso de dibujo en Noreña y ganó el primer premio en su categoría. El siguiente premio al que se presentó y ganó fue el de California. El título de la historia tranquilamente podría ser “De Noreña a Hollywood”.
Preparó el examen de acceso a Bellas Artes pero no lo aprobó, así que se matriculó en Magisterio y descubrió en la docencia una vocación oculta que la llevó a estudiar también un máster en Logopedia, titularse como intérprete de lengua de signos, hacer infinidad de cursos e incluso estudiar primero y segundo de lengua árabe. Trabajó durante ocho años como profe en colegios de Madrid y Canarias y en 2019, previo paso por Barcelona donde hizo un máster en Diseño Gráfico, volvió a Gijón donde comenzó a dedicarse a una de las facetas que inspiran su vida: la ilustración de cuentos infantiles. “Siempre digo que di un rodeo que ha sido muy necesario y enriquecedor tanto a nivel personal como profesional para volver a donde realmente tenía que estar que es en casa y dedicándome a la ilustración”.
-¿Cómo ha sido el aterrizaje después de los premios?
-Por muchos premios que te den, en las editoriales grandes hay un montón de departamentos y muchos filtrados hasta que llegas a quien decide. Nuestro trabajo es ir llamando puerta a puerta. Mientras tanto son autopublicaciones y lo hacemos todo nosotras. El primer libro que hice fue De mayor quiero ser feliz y enseguida fichó por Penguin Random House. Ellos se encargaron de las ventas y actualmente está a nivel internacional en Corea, Turquía, Italia y Latinoamérica. Nuestra intención ahora es hacer ruido para que se fijen en nosotras. La lucha la tenemos centrada en eso porque este es el primero de una saga que la escritora Saioa López Rico tiene preparada y queremos que ya salgan con una editorial grande.
“La lucha la tenemos centrada en hacer ruido para que se fijen en nosotras porque este es el primer libro de una saga que la escritora Saioa López Rico tiene preparada y queremos que ya salgan con una editorial grande”
-Durante la cuarentena, llegó a ti un proyecto que, en medio de toda aquella situación de incertidumbre, encendió una luz.
-Sí. En aquel tiempo, una psicóloga infantil peruana que vivía en Barcelona me propuso que hiciéramos un cuento, ella como escritora y yo como diseñadora e ilustradora, explicándoles a los niños lo que estaba sucediendo. Era un texto en verso muy sencillo y bonito con una visión positiva de la situación. El libro lo titulamos Bailaremos bajo una estrella y lo pusimos en pdf para descargar desde nuestra web. A la semana de estar en redes, corrió tanto la voz, que comenzamos a recibir propuestas de profesionales de todos los ámbitos para traducirlo y fue una locura porque se tradujo a nueve idiomas. No podemos dar cifras de las descargas porque eran gratuitas y no se contabilizaban, pero sí nos salía desde dónde se hacía y se hizo de todos los países del planeta que te puedas imaginar: África, Alaska, Canadá, Asia o Latinoamérica. Llegamos a estar en la Red de Bibliotecas de Nueva York como lectura recomendada durante la pandemia. En España, lo utilizó la Fundación Botín para recomendar como lectura en los colegios que son socios y trabajan con ellos, también en todos los blogs de educación, salimos en prensa… Fue una auténtica locura.
-¿La pandemia fue un punto de partida para ti?
-Nada más terminar la cuarentena, me di de alta en autónomos. Fue como la vida al revés. La gente lo estaba pasando fatal, cerraban negocios y a mí me decían que estaba loca, pero vi la oportunidad de poder dedicarme profesionalmente a esto. Yo ya había sacado De mayor quiero ser feliz y llegaron un montón de libros más autopublicados. Por lo general contactan conmigo mujeres que suelen ser psicólogas que trabajan con la infancia, maestras o mamás que están involucradas en la educación de los niños. Tengo la suerte de que todas las mujeres con las que he trabajado son maravillosas y me ponen el trabajo muy fácil. Es verdad que las grandes editoriales no dejan de ser empresas multinacionales y buscan muchas veces temas comerciales que lleguen a las grandes masas, que tengan mucha posibilidad de venta, y yo soy un poco lo contrario, intento sacar materiales que, como maestra, veo que son necesarios.
“Me inspiran los proyectos que promueven la visibilidad de la diversidad tanto de género como funcional, que transmiten valores como el empoderamiento, el refuerzo de autoestima, respeto y empatía, el cuidado de la naturaleza…”
-¿Qué tiene que tener un proyecto para que despierte tu inspiración y te atrape?
-Lo veo siempre con ojos de profe. Me pongo esas gafas y analizo si a mí me resultaría útil en el aula, si a las familias que buscan recursos para trabajar en casa les serviría. Son proyectos que promueven la visibilidad de la diversidad tanto de género como funcional, que transmiten valores como el empoderamiento, el refuerzo de autoestima, respeto y empatía, el cuidado de la naturaleza… En los libros, tanto en la ilustración como en el texto, siempre intento que haya algún niño vestido de rosa, o que sea sordo, que lleve un implante coclear; en el último libro salió una niña con un parche en el ojo y gafas, he dibujado a un niño con un ojo verde y otro azul. Quiero que se vean reflejados en los cuentos y digan: “mira, uno como yo”. Es la realidad que tenemos y hay que plasmarla para que todo se normalice.
“Es importante que la escuela y la familia seamos un equipo que trabaja en la misma dirección”
-¿Qué es más sencillo, formar a niños o a adultos?
-Son dos tipos de educación totalmente diferentes, retos distintos. Cuando vas a dar clase a niños, te puede resultar más sencillo en el sentido de que ellos no te están juzgando. Tú eres la figura que los acompaña, confían en ti y se dejan guiar. Aunque siempre les digo que los profes no lo sabemos todo y que nos equivocamos, ellos creen que lo vamos a hacer siempre todo bien. Tienes que adaptar mucho las cosas para que ellos lo entiendan, ponerte a su altura tanto literal como figurativamente. Enseñar a los adultos es un poco más sencillo en el sentido en el que utilizas tu manera habitual de hablar, pero tienes la dificultad de que, muchas veces, juzgamos más al que tenemos delante, tenemos más prejuicios y vas con una idea de cómo puede ser la persona, o cómo se dirige a ti. Impone un poco más de respeto. Tengo la suerte y la maravillosa experiencia de que, siempre que doy un curso, el feedback de los adultos es maravilloso.
-Desde tu punto de vista como educadora, ¿cuáles deben ser los pilares básicos de una buena educación?
-Yo creo que los valores. Antes los aprendíamos en casa y, en el cole, recibíamos lo que podemos llamar conocimientos o temarios. Ahora, cada vez más, se nos traslada todo a la escuela, sobre todo por falta de tiempo. Hay muchas familias que se preocupan por educar en valores a los niños, pero hay otras que no. Es importante que la escuela y la familia seamos un equipo que trabaja en la misma dirección. En casa, tienen que entender que el profe está con treinta niños a la vez, todos diferentes y tenemos que saber lo que necesita cada uno porque, en cuanto a habilidades, unos despuntan por un lado y otros por otro. Tampoco el sistema educativo nos lo pone fácil porque son demasiados niños para que puedas potenciar lo que cada uno lleva dentro. Para esto, necesitas el apoyo de la familia, pero muchas veces la tienes en contra porque ellos quieren hacer otra cosa. Yo siempre les digo que no tienen que ser buenos en Lengua, Matemáticas, Sociales o Arte. Pueden ser buenos en lo que quieran, lo demás hay que hacerlo para llegar a unos conocimientos. Nadie sobresale en todo.
“Yo siempre les digo a mis alumnos que no tienen que ser buenos en Lengua, Matemáticas, Sociales o Arte. Pueden ser buenos en lo que quieran”
-Entonces, ¿un niño no debe ser excelente en todo?
-Yo he llegado a tener niños de ocho años en clase con crisis de ansiedad antes de un examen por la presión de la familia. Ellos no tienen por qué pasar por eso. Tienen que jugar, disfrutar, ver las clases como algo que les apetece y que no vayan con nervios porque en casa les digan que tienen que sacar un diez. También quiero recalcar que tampoco tenemos que caer en el otro extremo. Ahora parece que hay padres muy estrictos en normas y castigos y padres que no les ponen límites y les permiten hacer lo que quieran. Ninguno de los extremos es válido. No tiene por qué haber castigos, pero sí unos límites porque vivimos en una sociedad que los tiene y hay que prepararlos para ello, pero de una manera positiva.
-Tanto la diferencia como la diversidad, ¿enriquecen?
-Enriquece y normaliza a niños que se sienten diferentes. En realidad, cada ser humano, somos de una manera y eso es lo normal. La diversidad es lo normal y lo bonito es que no lleguemos a tener los prejuicios que tenemos de adultos. Ellos aprenden a tenerlos porque se los ponemos nosotros, los medios de comunicación o el mismo entorno. Si desde la infancia vamos viendo reflejada toda esa diversidad, creo que llegaremos a una sociedad que acepte todo tipo de diversidades y que lo traducirá en que no haya bullying, haciendo que los niños crezcan felices y sin miedo a la sociedad.
-¿Inclusión, no desde el discurso sino desde la normalización?
-Sí. Que no sea un libro que específicamente te cuente que, en casa, hay dos papás, dos mamás o un abuelo criando a un niño. Es un cuento sobre cualquier otra cosa, pero en las ilustraciones, estás viendo eso. Un niño que nunca ha tenido al lado otro que es sordo, ciego, está en silla de ruedas o que tiene otro ritmo a la hora de aprender, no sabe lo que necesitan y tampoco entiende cómo viven su realidad. Si saben que existen, hay más posibilidades de que se interesen por saber cómo tienen que comportarse con ellos para facilitarles el día a día.
“Un niño que nunca ha tenido al lado otro que es sordo, ciego, está en silla de ruedas o que tiene otro ritmo a la hora de aprender, no sabe lo que necesitan y tampoco entiende cómo viven su realidad”
-¿Es posible una manera de mirar sin juzgar?
-Los adultos lo tenemos complicado porque estamos rodeados de prejuicios y los tenemos asumidos. Los niños que no ven normales ciertas cosas es porque en su casa no lo entienden así. La forma de mirar que tenemos los adultos es lo que les acabamos transmitiendo a los niños. Si en su casa escuchan a papá o a mamá diciendo que Fulanita ha engordado, o que, cuando se miran al espejo, dicen que tienen que adelgazar porque han ganado unos kilos, ya están haciendo ver a los niños que, engordar, está mal y ellos van a entender que si ven a un niño gordito se pueden reír. Es lo que nos ha pasado con el tema del machismo. Todavía nos queda mucho por hacer, pero vemos avances. Yo tengo esperanza de que los mayores vayamos avanzando y trabajemos para eliminarlos.
-Educar, a través de cualquier vía, ¿es una manera de transformar?
-Tengamos hijos o no, tenemos que tener claro que estamos en una sociedad con niños y éstos nos observan. Un adulto, desde el momento en que cruza un semáforo en rojo, ya está enseñando a niños que eso se puede hacer. Tenemos una responsabilidad muy grande con la educación y no somos conscientes de ello. Cada vez hay más niños que se sorprenden cuando ven a alguien tirando algo fuera de una papelera, pero, si lo ven, lo van a catalogar como bueno y lo van a imitar. Es lo que nos pasaba antes con fumar. Los profes fumaban en clase, en el patio tiraban las colillas al suelo y era normal. Ahora tenemos ahí el alcohol que está muy normalizado y, aunque es un tóxico para el cerebro, se lo estamos enseñando. Los adultos somos un factor súper importante para poder cambiarlo todo.
“Tengamos hijos o no, tenemos que tener claro que estamos en una sociedad con niños y éstos nos observan”
-¿La verdadera responsabilidad de un profesor es enseñar bien las materias o conseguir encontrar y destacar lo que cada niño lleva dentro?
-Debería ser lo segundo. Los profes siempre estamos en esa encrucijada de lo que realmente necesitamos potenciar, estamos entre que crezcan felices queriendo aprender con ilusión y lo que nos obliga una ley de educación. Yo no quería estudiar, lo pasaba muy mal en el colegio porque me obligaban y cuando me dejaron, no paré y no paro de hacerlo. Por supuesto que los niños tienen que salir con unas bases en todas las materias e incluyo música y educación artística, que son indispensables para la creatividad y para que sean resolutivos en la vida. El sistema educativo está basado en la época de la revolución industrial, está diseñado para crear trabajadores así que no podemos enseñar de la manera que quisiéramos. En realidad, se tendrían que aprender matemáticas de manera que te sirvan en tu vida. Por ejemplo, llevamos seis años enseñando el manejo del dinero a los niños y yo estoy segura de que, cuando sean adultos, no van a usar monedas o billetes. Lo que tendrían que aprender es cómo tienen que administrarse para poder pagar una casa, cuánto les va a costar un coche, cómo se van a tener que organizar mes a mes para cubrir sus gastos. A todos nos ha pasado que llegamos a mayores y no sabemos entender la nómina de la empresa o pedir una hipoteca. El temario nos viene desde arriba y los niños tienen que salir con unos mínimos por ley que, yo creo, están obsoletos y no reflejan lo que van a necesitar cuando crezcan. Debería cambiar el enfoque para que ellos sean resolutivos e independientes. También tendríamos que enseñarles esa parte emocional, la diversidad y la integración de todo.
-¿Hay que educar con la vista puesta en el presente o en el futuro?
-Un poco en las dos cosas. No tenemos una bola de cristal para saber qué va a pasar. Es como cuando te dicen: “estudia esto que tiene salida”. Lo que tiene salida ahora no va a ser lo que la tenga cuando estés en edad de trabajar. Que estudien lo que quieran, lo que les haga felices. El conocimiento nunca es algo perdido, pero hay personas que han sufrido mucho durante su época de estudiantes porque, aunque no les gustaba, creían que tenía que hacer eso. Yo creo que estamos en este planeta dos días y tenemos que ser felices con lo que hagamos. Podemos prever que todo se está dirigiendo hacia un mudo digital y podemos anticipar algunas cosas así que hay que estar a caballo entre lo de ahora y el futuro.
“El sistema educativo está basado en la época de la revolución industrial, está diseñado para crear trabajadores, así que no podemos enseñar de la manera que quisiéramos”
-¿Todavía hay espacio para contar un cuento a los niños?
-Yo creo que cada vez hay más familias que reservan ese espacio en el día para contárselo y creo que la gente busca pasar un tiempo de calidad con ellos, pero todavía hay muchas familias que solucionan todo dándoles un móvil o una tablet. Hay que tener claro que las pantallas, a nivel físico y mental, no les están haciendo ningún favor porque la luz que desprenden está penetrando por los ojos de niños que están desarrollándose y no es bueno. Estás todo el rato consumiendo cosas con las que no tienes que pensar. Antes, cuando estabas en una sala de espera, leías o pensabas y ahora, todos tenemos la mente en blanco, porque estamos mirando el móvil. No desarrollamos la memoria, ni la creatividad. No le podemos dar la espalda porque es el futuro, pero hay que llevarlo a un punto intermedio en el que haya tiempo para todo.
-¿Se puede afrontar una infancia sin un libro y una caja de lápices de colores?
-Un niño siempre debería tener algo con lo que pintar o dibujar en su casa, debería tener música y contacto con la naturaleza. Estamos creando una sociedad con mucha ansiedad, adicciones, depresión y mucho de esto lo estamos provocando por estar constantemente encerrados entre cuatro paredes, con luz artificial y pantallas. El estar en la naturaleza, que te dé la luz del sol, descalzarse en la hierba, estar en contacto con la tierra te recarga de energía, sueltas electricidad estática y, para el cuerpo, es un beneficio y hace que te sientas mejor.
“Creo que hay padres que buscan pasar un tiempo de calidad con ellos, pero todavía hay muchas familias que solucionan todo dándoles un móvil o una tablet”
-Lo que consideramos evolución, ¿es en muchos casos una vuelta atrás?
-Realmente, la evolución humana, muchas veces está yendo en contra de la propia salud. Tenemos que darnos cuenta y buscar momentos de recarga. Sobre todo, los adultos necesitaríamos una parada en seco para pensar lo que estamos haciendo con nosotros mismos y con los niños. Parece que pasamos por la vida corriendo, en una rueda de consumismo frenético y sin pararnos a pensar qué necesitamos como animales que somos. Hace cien años los niños hacían vida en la calle, cuando llegaba la noche se metían en casa, encendían sus velas y no tenían una explosión de luz blanca en casa que hace que no te entre el sueño. Pero, la realidad, es que no había tantas depresiones, no había insomnio y otra serie de cosas como el cáncer. No existían tantas enfermedades autoinmunes como tenemos ahora, ni alergias. Mucho nos lo provoca todo esto que te dije más lo que estamos introduciendo en nuestro día a día como los alimentos procesados o los azúcares. Hay que abrir los ojos y darnos cuenta de que, de aquí a unos años, nos podemos cargar todo. No tenemos que dejar de lado toda la evolución, pero sí ser conscientes, pararnos y ver cómo estoy enseñando a mis hijos o si les estoy enseñando. Todo es más importante de lo que pensamos y mucho de lo que estamos teniendo, lo estamos provocando nosotros.
“Yo me sigo sintiendo como una niña y es algo que me ayuda mucho en el trabajo, tanto de maestra como de ilustradora de cuentos. Creo que soy capaz de ponerme muchas veces en la cabeza de los niños y de ver las cosas como ellos”
-¿En qué momento decides que eres mayor?
-Yo creo que todavía no lo soy. Tengo unos cuantos amigos del instituto y de cuando era más pequeña que todos decimos que tenemos el síndrome de Peter Pan. Seguimos siendo niños grandes y eso que pertenecemos a una generación a la que nuestros padres ya nos pusieron las cosas bastante fáciles. A gente con diez o veinte años más que nosotras, se les enseñó en el colegio a coser, sus madres o abuelas les enseñaron a cocinar y yo, muchas veces, cuando tengo que cocinar algo sigo llamando a mi madre y, si tengo que coser algo, se lo doy a ella o a mi suegra. Ahí está lo que hablábamos antes de lo que se nos enseña en el cole. Nos sabemos los ríos o las tablas de multiplicar, pero ahora mismo viene un desastre mundial, nos quedamos sin luz y no sabemos hacer nada. No conoces las cosas que hay en el campo y te puedes comer, qué árboles hay y cuáles dan frutos. A nivel de supervivencia, nos estamos volviendo inútiles a nivel funcional y dependemos de medios externos que, cualquier día, pueden desaparecer. Es como en las películas, pasa algo y, una persona que tiene cuatro carreras y ocho másters, no sobrevive porque no sabe cómo buscar alimento, hacerse la comida, mantenerse sano o abrigarse.
-¿Apuestas por seguir jugando?
-Yo sigo jugando y riéndome, que es algo muy importante. Además, creo que lo necesitamos. Vamos con el ceño fruncido, pensando en mil cosas, estresados y nos olvidamos de algo tan importante como una sonrisa. Con las responsabilidades que me toca tener ahora, yo me sigo sintiendo como una niña y es algo que me ayuda mucho en el trabajo, tanto de maestra como de ilustradora de cuentos. Creo que soy capaz de ponerme muchas veces en la cabeza de los niños y de ver las cosas como ellos. No lo hago como adulta sino como niña para transmitirles, desde mis años, los valores que yo quiero que vean.
Qué interesante entrevista. Me quedo con la ilustradoray docente, pero sobre todo con el enorme ser humano que se lee en este texto. Gracias por compartir esto.