Esos tirabuzones de madera
contrarios al color de la apatía
germinan su valor sobre la acera.
Las piernas, remolinos de anarquía,
en orden son un golpe de cadera,
que, poco a poco, flor de noche y día,
resisten como el lirio entre los valles,
sin alas y con gracia, ¡voz de calles!