Los impresionantes incendios de Grecia, Turquía, California y Oregón; las inundaciones de Alemania o China; el permafrost que se descongela a gran velocidad en Siberia o la lluvia -y no nieve- caída en Groenlandia en pleno agosto, han provocado que los principales líderes políticos hablen de la necesidad de acelerar urgentemente las políticas contra el cambio climático. La evidente relación entre estos eventos extremos, los daños y muertes y el cambio climático es innegable.
Mientras se espera el informe que actualiza cada cinco años el Panel Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC) los medios se hacían eco de unas supuestas filtraciones del citado organismo en tono muy contundente de las que se extraía el siguiente mensaje: “La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante… la humanidad, no” (…). “Necesitamos un cambio transformacional que opere en procesos y comportamientos a todos los niveles: individual, comunidades, empresas, instituciones y gobiernos”. Y para ello (…) “debemos redefinir nuestra forma de vida y consumo”.
En palabras de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, el documento es una “máxima alerta roja para la humanidad” que debería de servir de “sentencia de muerte” para los combustibles fósiles. Un sector que no ha parado de presionar -según denuncia el IPCC- para debilitar la aplicación de políticas de reducción de emisiones: “uno de los factores que limitan la ambición de la política climática ha sido la capacidad de las industrias afectadas para modelar la acción gubernamental”, informa el organismo.
Ricardo Anadón, catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, experto en cambio climático y miembro durante varios años del IPCC, considera que no se puede hablar de ‘filtraciones’ “cuando la información de este organismo con sede en Suiza, publica periódicamente en su web los resultados de sus estudios que pueden ser consultados por cualquier ciudadano. Yo me bajé el borrador”. También aclara que el IPCC no hace trabajos de investigación propia, sino que evalúa las publicaciones científicas, tecnológicas y socioeconómicas pertinentes para entender el cambio climático, sus repercusiones y futuros riesgos, así como las opciones que existen para adaptarse al mismo o atenuar los efectos.
En la Asturias del 2050 tendremos un escenario que se había previsto para 2100. Es decir, el efecto invernadero se adelanta 50 años dejándonos un clima más propio de la zona mediterránea que del Cantábrico.
Este experto de la Universidad de Oviedo también explica que “la urgencia de actuación no parte de este momento concreto sino del Acuerdo de París de 2015 que fijó como objetivo limitar el aumento de la temperatura de la Tierra a 2°C, incluyendo la recomendación de redoblar esfuerzos para conseguir limitarlo a 1,5° que evitaría riesgos de catástrofes. Para cumplir ese objetivo se calcula que se debería de alcanzar una emisión neta 0 de Gases Efecto Invernadero (GEI) en el 2050. Es decir, se necesita una reducción mundial de emisiones del 50% en cada una de las tres próximas décadas, además de otras acciones. ¿Vamos en la dirección correcta? No a juzgar por los números. “Entre junio de 2020 y junio de 2021 el incremento de emisiones a la atmósfera ha sido de un 2,6%, uno de los cinco mayores anuales de toda la serie histórica. No ha habido un ápice de reducción a pesar del Acuerdo de París y de toda la palabrería que vino después… ¿va a ser distinto lo que ocurra en la Conferencia de NU sobre Cambio Climático de Glasgow prevista para noviembre? Si emitiéramos mucho y captáramos ese CO₂ no pasaría nada, pero es que la concentración se queda ahí, en la atmósfera y eso acelera los cambios. De seguir así estamos abocados al peor de los escenarios”, advierte Anadón.
Las huellas en Asturias
El planeta es un todo y las alteraciones que se producen en cualquier lugar del mundo nos afectan a toda la humanidad. El cambio climático se agrava y eso es algo que también observamos en Asturias, donde distintas estimaciones hablan de posibles escenarios para los próximos años. Veamos cuáles.
No hace falta acudir a los números para confirmar que nuestro paraíso natural se está transformando. Da igual que preguntemos al presidente de una cofradía de pescadores que al guarda de un refugio de montaña, al hostelero de una estación de esquí o a un ganadero; todos coinciden: el tiempo ha cambiado y lo sigue haciendo cada vez a mayor velocidad.
Según datos del Observatorio de la Sostenibilidad, en la Asturias del 2050 tendremos un escenario que se había previsto para 2100. Es decir, el efecto invernadero se adelanta 50 años dejándonos un clima más propio de la zona mediterránea que del Cantábrico. ¿Quién ha apretado el acelerador? “A mayor incremento de emisiones, más daños. Desde el primer informe del IPCC hasta ahora tenemos una experiencia. Se hicieron previsiones para emisiones determinadas y hemos visto que se han cumplido. Los modelos de proyección en cuanto a temperaturas han sido muy precisos, luego cabe pensar que en el futuro también se cumplirán. En treinta años de informes de dicho organismo se ha demostrado que hay un incremento de fenómenos extremos, incremento del nivel del mar, incremento de temperatura de 1,1° con respecto a la era preindustrial. Todo esto ha dejado de ser una predicción para convertirse en una evidencia directa y eso, para el momento que estamos viviendo, es algo muy potente”, alerta Ricardo Anadón.
Este verano, mientras algunas ciudades españolas rozaban los 50°, el Principado se convertía en un oasis en mitad del desierto. Las abundantes lluvias y temperaturas -más bajas de lo habitual para esta época del año-, que fueron motivo de queja para muchos asturianos, supuso todo un atractivo para miles de visitantes que eligieron este lugar para pasar sus vacaciones.
El planeta es un todo y las alteraciones que se producen en cualquier lugar del mundo nos afectan a toda la humanidad. El cambio climático se agrava y eso es algo que también observamos en Asturias.
Y es que aquí, como también está ocurriendo en otros lugares de la franja de clima atlántico, las precipitaciones son cada vez más irregulares. A este verano lluvioso le precedió una primavera soleada y seca con lluvias un 50% por debajo de la media. Pero en cambio, son cada vez más frecuentes a lo largo del año precipitaciones que se convierten en torrenciales y descargan en períodos más breves de tiempo. En junio, por ejemplo, se registraron en Llanes importantes inundaciones después de que una tromba de agua dejara 102,8 litros por metro cuadrado en el lugar.
Siguiendo con la época estival, en agosto, Ibias fue declarada zona catastrófica por los incendios forestales sufridos que asolaron más de 70 hectáreas de bosque del concejo. Una situación que se vivió también en doce comunidades más de la geografía española.
El incendio catalogado de sexta generación de Sierra Bermeja (Málaga) y su comportamiento, nos dejó a todos atónitos. ¿Podía ocurrir lo mismo en otros lugares? Estos incendios se producen en sitios de gran acumulación y extensión de combustible, coincidiendo además con episodios climáticos extremos, comentaban los expertos a los medios. Asturias, nos explicaban, es una región más húmeda, pero eso no descarta que, por su orografía y el estado de abandono del medio rural, sumado a los efectos del cambio climático, pueda derivar en incendios fuera de control.
En agosto, Ibias fue declarada zona catastrófica por los incendios forestales sufridos que asolaron más de 70 hectáreas de bosque del concejo.
Hace apenas dos años, se daba a conocer un completo estudio de la organización Climate Change acompañado de detallados mapas (puede consultarse aquí), donde se analizaba el riesgo de subida del nivel del mar hasta 2050 en la costa de 135 países como consecuencia del calentamiento global. La amenaza de subida del mar -según recoge este estudio-, era mucho peor que la que se preveía años atrás. En el caso de Asturias, cambiaba por completo nuestro litoral y miles de vecinos se veían afectados en lugares como Gijón, Avilés, Navia o Villaviciosa, entre otras. Las inundaciones afectarían a viviendas, personas, negocios, paseos, infraestructuras de todo tipo; obligaría a miles de personas a desplazarse a otros lugares, contaminaría acuíferos y suelo agrícola y contribuiría a la pérdida del hábitat de peces, pájaros o plantas. Ese aumento del nivel del mar combinado con los cambios en los regímenes de viento y oleaje provocaría también un retroceso en la línea de la costa. Retrocederían acantilados y desaparecerían playas y dunas del Oriente y Occidente asturiano que son agentes naturales de defensa de la costa, pero también zonas importantes de recreo y turismo. Visualicemos esto a nivel mundial: “Esta subida del nivel del mar -entre 30 y 60 centímetros previsto para 2050 según el IPCC- significa que los riesgos costeros van a ser tremendos ya que la mayor parte de la población mundial está ubicada cerca de la costa. Millones de personas se verían afectadas, infraestructuras engullidas, enormes extensiones de tierras agrícolas que en algunos lugares -Delta del Nilo o Bangladés- producen entre dos y tres cosechas al año, desaparecerían bajo el agua. Decenas de millones de pérdidas. El caos no solo económico sino también social -millones de personas desplazadas- podría traducirse en guerras, luchas entre ‘los que estamos y los que vienen’ como estamos viendo ahora. El panorama puede ser catastrófico”, reflexiona el científico Ricardo Anadón.
El aumento de temperaturas en el mar acelera la llegada de especies exóticas, con carácter invasivo.
¿Están amenazados también los recursos pesqueros? Tanto si preguntamos a un pescador de Lastres o a un biólogo marino, ambos nos van a decir que hay menos peces, que cada vez más especies se desplazan hacia zonas más al norte para evitar el calentamiento del mar (la sardina o la anchoa) y que están llegando a nuestras costas nuevas especies como el pez ballesta, jurel dentón, pez limón o la caballa del sur, de origen subtropical. Hay especies que han disminuido su densidad y otras incluso han desaparecido.
El cambio climático también afecta a la agricultura y a la ganadería. Las futuras condiciones climatológicas en Asturias pueden favorecer a cultivos diferentes de los que tenemos ahora, lo que supondría adaptarse a otro tipo de especies vegetales e incluso a formas de trabajar la tierra. En definitiva, el cambio de clima nos plantea todo un reto.
La década prodigiosa
Hemos perdido un tiempo precioso para cambiar progresivamente a otra economía menos dependiente de la energía, especialmente de la del petróleo, y debemos reducir las emisiones como mínimo a la mitad en diez años para no entrar en escenarios apocalípticos, según nos advierten los científicos. Enfrentarnos al cambio climático obliga a una acción rápida e intensa que debe dar sus frutos. “Los cambios que nos exige el momento sí son posibles pero las acciones que habría que llevar a cabo son hercúleas. Prueba de ello es que en esta primera década donde tendríamos que haber reducido un 7% anual las emisiones no solo no hemos reducido, sino que hemos incrementado esa tasa que es la quinta o sexta más elevada de toda la serie histórica. Deberíamos reducir en estos primeros diez años de 40 a 20 Gt CO₂ aproximadamente y los resultados los tendríamos que ver año a año. Si lo conseguimos -tenemos que hacerlo-, la convertiría en una década prodigiosa. Alcanzarlo nos va a comprometer a todos, nos va a obligar a poner lo mejor de nosotros mismos”, advierte Anadón. Esos cambios serían a todos los niveles. Supondría frenar el desarrollo económico tal y como lo tenemos entendido ahora, reorganizar y limitar la generación de energía, transformar el transporte de mercancías y personas, reducir la agricultura y ganadería intensivas. Tenemos que cambiar nuestra forma de comer, el modelo productivo, la forma de movernos. Debemos asumir que tenemos que modificar nuestro modo de vida. Lo podemos entender a priori como un problema, pero sobre todo va a ser un reto en el que tendremos una nueva oportunidad. Las políticas para paliar la crisis climática no deben de centrarse en el alivio de los síntomas sino en abordar la causa principal: la sobreexplotación de la Tierra, insisten los expertos.
“Los cambios que nos exige el momento sí son posibles pero las acciones que habría que llevar a cabo son hercúleas”
(Ricardo Anadón, catedrático de Ecología y experto en Cambio Climático)
¿Está en peligro la supervivencia de la raza humana? “No lo creo. La Tierra y la vida en ella no desaparecerá, pero no será la que hemos conocido hasta ahora. Seguirán acelerándose los cambios que ya se perciben y nos veremos abocados a realizar grandes esfuerzos para solventar problemas que, seguro que surgirán”, advierte Anadón. Enfrentarnos al cambio climático nos involucra a todos, aunque la responsabilidad sea diferente según niveles de riqueza y conocimiento de países y personas. Por eso son necesarias soluciones diferentes a escala mundial pero también local y regional para aplicar a cada situación.
Un primer paso
Asturias toma el testigo. Para hacer frente a la situación que nos traerá el cambio climático todos tenemos que aprender a pensar globalmente y actuar localmente. En este sentido, el Gobierno del Principado también se prepara para esta amenaza. En febrero se constituía la Comisión de Coordinación de Acción por el Clima bajo la presidencia de la viceconsejera de Medio Ambiente, Nieves Roqueñí y se fijaba como primera tarea la elaboración de la Estrategia de Acción por el Clima del Principado. Una importante hoja de ruta que se apoyará en cuatro pilares: mitigación, adaptación, conocimiento e innovación, y gobernanza climática; también integrará todas las actuaciones que se realicen desde el Principado, teniendo en cuenta el Mapa de Estrategias 2021-2027 aprobado el pasado año. En los próximos meses se presentará un avance del impacto en los ecosistemas naturales y los sectores socioeconómicos, tales como la salud, la agricultura o el turismo.
“La Comisión de Coordinación de Acción por el Clima va a orientar la acción del Ejecutivo para lograr una comunidad más resiliente frente a los riesgos derivados del cambio climático”
Nieves Roqueñí, viceconsejera de Medio Ambiente
Esta Comisión de Coordinación “va a permitir integrar la acción por el clima y la transformación hacia la neutralidad climática en todos los procesos de toma de decisiones a nivel regional y también va a orientar la acción del Ejecutivo para lograr una comunidad más resiliente frente a los riesgos derivados del cambio climático”, explica Roqueñí.
Además de la contribución de los distintos departamentos de la Administración autonómica que forman parte de la Comisión, la viceconsejera de Medio Ambiente se ha comprometido a impulsar la participación de diferentes agentes económicos y sociales para acordar entre todas las partes interesadas los objetivos que Asturias debe plantearse en la acción por el clima para 2030. Esta hoja de ruta quieren tenerla lista a principios del próximo año.
El peso de la industria y la energía en el Principado hacen que la emisión de gases de efecto invernadero supongan el 74% de las emisiones totales frente al 42% de la media nacional. La intención del Ejecutivo regional es que Asturias pueda autoabastecerse de energía a pesar del cierre de las térmicas y eso -anuncian- va a obligar a poner sobre la mesa proyectos que en su día estuvieron cargados de polémica.
Hemos de cambiar de patrón energético basado hasta ahora en el carbón y para ello el Gobierno apuesta decididamente por el hidrógeno para el que existen en la región 34 proyectos que esperan ver la luz con los fondos europeos.
La maquinaria de cambio está en marcha. Se conocen los problemas y también las soluciones. Solo queda obrar con voluntad porque el tiempo es ya.