El confinamiento tiene un impacto sobre el equilibrio psicológico de las personas, aunque no afecta a todos por igual ya que influyen muchos factores individuales. Nos recuerdan los psicólogos que, si no nos dejamos llevar por la ansiedad y el temor, nos mantenemos activos y nos replanteamos lo realmente valioso en nuestras vidas, podemos salir reforzados. ¿Cómo lo estamos viviendo?
A pesar de conocer con antelación las medidas de confinamiento que se veían obligados a aplicar en China, Corea o Italia como consecuencia de la crisis del Covid-19, no fue hasta que llegó a nosotros el pasado 14 de marzo cuando empezamos a darnos cuenta de lo que era vivir privados de libertad. “Los tres o cuatro primeros días de estancia domiciliaria pueden ser fáciles, nos advertía Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Emergencias Sanitarias (CCAES). Pero, si bien es necesario mantener la disciplina para que las medidas resulten efectivas, los siguientes días serán duros psicológicamente”. A partir de ahí el tiempo se detuvo, se interrumpieron los proyectos, planes, trabajos, fiestas, compromisos; abandonamos nuestras rutinas cotidianas y empezaron a sucederse días extraños que se escapaban a lo que habíamos conocido hasta el momento. ¿Cómo influye psicológicamente este escenario único y sin precedentes?
Se sabe que en los períodos de aislamiento son frecuentes reacciones de estrés, ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, confusión, miedo o culpa. Comportamientos que en algunos casos pueden llevar a insomnio, dificultades de concentración, síntomas de depresión…
Aunque no se puede comparar con ninguna situación vivida, sí se sabe a través de estudios realizados, que en los períodos de aislamiento son frecuentes reacciones de estrés, ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, confusión, miedo o culpa. Comportamientos que en algunos casos pueden llevar a insomnio, dificultades de concentración, pérdida de eficacia en el trabajo y a largo plazo, a síntomas de depresión o estrés postraumático. “Supone un cambio vital radical en nuestros hábitos y costumbres y nos exige readaptar el que es uno de nuestros principales recursos: el apoyo social o las relaciones con otros. Así que tendrán lugar desajustes, comenta el doctor en psicología José Guillermo Fouce. De hecho, en los primeros días de confinamiento se generaron aumentos importantes en la demanda de atención por estrés”. Aunque no afectará a todos por igual, a cada persona le influirá en función de muchos factores individuales, “sobre todo va a depender del modo en que cada uno sepa afrontar situaciones de estrés, soledad, angustia y pérdida”, comenta Fouce.
La importancia del entorno
No es lo mismo estar confinado en tu domicilio con tu pareja, si tienes niños, familiares enfermos, estás solo, con teletrabajo, en paro, con un ERTE o con problemas económicos. Quien está de cuarentena en una casa espaciosa con terraza o en una pequeña, mal aislada y con ventanas a un patio interior. Esto, sin duda, marca diferencias muy claras en cuanto al bienestar psicológico entre unos y otros. Habrá quien no pueda comprar mascarillas o guantes y eso le produzca una situación de ansiedad, temor y le haga sentirse más vulnerable. A otros les puede afectar el estar escuchando las noticias con el monotema del coronavirus, el número de infectados y muertos; el cruce de informaciones poco claras, contradictorias, los bulos y los desmentidos, todo ello puede ser una fuente de angustia añadida. Tampoco será lo mismo para las personas con patologías psicológicas previas o los mayores con problemas cognitivos o enfermedades crónicas. Duro es también para los familiares que no han podido acompañar a sus seres queridos en sus últimos momentos, ni han podido hacer los funerales para compartir su dolor. Los propios profesionales de la sanidad están soportando una carga emocional muy grande en su día a día, así como los que trabajan en las residencias de ancianos, algo que preocupa a los psicólogos que temen que cuando esto pare, surjan cuadros importantes de estrés postraumático. Calculan que una de cada tres personas sufrirá algún tipo de problema como consecuencia de este confinamiento.
En este sentido, a los pocos días de decretarse el confinamiento, la Consejería de Salud de Principado habilitó una línea telefónica gratuita (900 925 112) de atención psicológica a profesionales y población en general durante el tiempo que dure la pandemia. El teléfono funciona todos los días de la semana, las 24 horas del día. Al otro lado de esta línea se encuentran facultativos de psicología clínica y psicólogos del Servicio de Salud de Principado que atenderán cualquier llamada o consulta. El objetivo es dar respuesta ágil, efectiva y hacer un seguimiento telefónico a las demandas recibidas. Solo en los cinco primeros días se recibieron más de doscientas llamadas. Ansiedad, insomnio, angustia, miedo de los positivos por contagiar a su entorno, patologías previas que se ven agravadas por este confinamiento o simplemente personas solas que necesitan hablar con alguien, son algunos de los casos que llegan hasta estos profesionales.
Todo parece indicar que el período de confinamiento podría ampliarse ya que acaba de anunciar el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, que pedirá otra prórroga del estado de alarma hasta el 23 de mayo.
En busca de una vacuna psicológica
Mientras la amenaza del coronavirus tiene a millones de personas confinadas, grupos de investigadores de distintos países trabajan contra reloj para desarrollar una vacuna que nos proteja y permita paulatinamente regresar a la nueva normalidad. Algo que tardará varios meses según explicaba Fernando Simón: “por la experiencia previa que tenemos con vacunas para otros patógenos, puedo decir que no son cosas, por muy rápidas que se hagan en comparación con otras vacunas que se investigan, que se pueden hacer en pocos meses”. Se calcula que no estará disponible hasta finales de este año o principios del próximo.
“El confinamiento no afectará a todos por igual, sobre todo va a depender del modo en que cada uno sepa afrontar situaciones de estrés, soledad, angustia y pérdida”
José Guillermo Fouce, psicólogo
Al igual que numerosos laboratorios de todo el mundo trabajan desde hace meses en la búsqueda de esta vacuna, Julio Bobes, jefe del Servicio de Psiquiatría del HUCA y catedrático de la Universidad de Oviedo pensó por qué no buscar también una vacuna psicológica. Un protocolo de intervención específico que permitiera aminorar las respuestas emocionales consecuencia de la pandemia y el confinamiento y así evitar que pasaran a ser trastornos mentales más consolidados.
Primero, había que estudiar los efectos del coronavirus en el comportamiento de las personas, cambios en las rutinas, relaciones sociofamiliares, respuestas que estaban teniendo a los síntomas de la enfermedad y también quienes no habían estado afectados por ella. Había que hacer una labor de campo. Para ello Bobes contó con la colaboración de un equipo de 29 profesionales entre psicólogos, psiquiatras, médicos o enfermeros del ISPA (Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias). El trabajo se desarrollaría en tres fases. En la primera se realizaron casi veinticinco mil encuestas a ciudadanos de todo el territorio español. La segunda fase se realizó en el ámbito internacional y tuvo por objeto detectar los factores relacionados con el riesgo de tener complicaciones psicológicas y las fortalezas de cada población para lidiar con ello. En la tercera fase se repetiría el cuestionario, pero en la curva de bajada de la infección para identificar los factores de riesgo y protección a corto plazo. Se estima que esta herramienta esté lista para finales del mes de mayo y será un estudio pionero en el mundo occidental: solo existe un antecedente en China, una investigación realizada hace un par de meses. El equipo trabaja para tener resultados cuanto antes y estar preparados para otras situaciones de emergencia o desastres que puedan llegar. Esta situación excepcional que se vive como consecuencia de esta pandemia es una oportunidad única para estudiar el comportamiento y el estado emocional de las personas durante este confinamiento obligatorio y hay que aprovecharlo.
El jefe del Servicio de Psiquiatría del HUCA, Julio Bobes trabaja en la búsqueda de una ‘vacuna psicológica’ que permita aminorar las respuestas emocionales consecuencia de la pandemia y el confinamiento.
Juntos nos hacemos más fuertes
Otras personas están encontrando en esta crisis una oportunidad de cambio. “Este momento difícil también puede ser una oportunidad para aprender a ser psicológicamente más flexibles, -comenta la psicóloga Marisa Páez-. Puede llevarnos a ser más conscientes de nuestra fragilidad, de la falta de control que tenemos sobre muchas facetas de nuestro entorno, a ser conscientes de qué es lo verdaderamente importante. Experimentar qué pasa si paramos, cambiamos agendas y nos dedicamos a cuidarnos, quizás nos ayude a organizarnos de otro modo, dedicarnos a cosas que teníamos pendientes y nos hacen bien, incluso, tal vez nos ayude a estar más conectados con lo que realmente necesitamos”, añade Páez.
El tener un enemigo común ha hecho que podamos aparcar diferencias, hayamos realizado un esfuerzo extra para hacer frente a las dificultades y nos hayamos adaptado a los cambios que exige el día a día, porque esta crisis nos afecta a todos y hemos descubierto que juntos somos más fuertes.
Posiblemente caigamos en la cuenta de que el dinero destinado a ciencia e investigación es el mejor invertido; que protegiendo lo colectivo nos protegemos primero a nosotros; que la sanidad ha sido la primera línea de esta batalla y no se puede ganar sin medios suficientes; que si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias a los profesionales de la salud, pero también a las cajeras y reponedores del súper, farmacéutic@s, taxistas, transportistas, kiosquer@s, cuidador@s… gracias al tejido humano que formamos.
“Este momento difícil también puede ser una oportunidad para aprender a ser psicológicamente más flexibles, tal vez nos ayude a estar más conectados con lo que realmente necesitamos”
Marisa Páez, psicóloga
Esta crisis nos ha ayudado también a romper tópicos como que nuestros mayores son mucho más resilentes que el resto de la población, que nuestros jóvenes fueron los primeros en tomar conciencia y mostrar su solidaridad para cuidar niños o hacer la compra a personas con más riesgo; que el ser humano es por naturaleza solidario, cooperativo y que por eso hemos desarrollado la inteligencia y la comunicación y nos ha permitido como civilización sobrevivir a dificultades que de manera individual nunca habríamos superado.
Cuando termine este período de confinamiento y volvamos a la realidad que nos toque vivir, que no será la misma que dejamos aquel 14 de marzo, habremos superado colectivamente una de las mayores crisis de nuestra historia, seremos distintos, pero también mejores y más fuertes.