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lunes 20, enero 2025

Ángel Fernández, neurólogo. “El garante de tu salud eres tú”

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Acaba de publicar su segundo libro Ictus. Cinco letras que cambian tu vida. El neurólogo Ángel Fernández trabaja actualmente en el Hospital de El Bierzo y está especializado en ictus, epilepsia, trastornos del sueño, problemas de enfermedades de nervio periférico y, últimamente, problemas de Parkinson un poco más complejos.

Es de Mieres, y dice entre risas que «en la parte buena, porque es donde él nació» y que «el acento no se lo quitan “ni harto de grifa”». Ángel Fernández es un médico de los de antes, de los que considera vital el contacto con el paciente: hablar, preguntar, cuestionar, investigar y, después, diagnosticar. Le gusta la divulgación, traducir a lenguaje práctico los temas médicos complejos y que el paciente entienda que el único responsable de su salud, es él mismo.
Tanto en su primer libro titulado Olvídate de contar ovejitas, como a través de sus podcast en Ivoox Que nada te quite el sueño, aborda otra de las problemáticas que más le preocupan y también que más nos afectan a nivel social, los trastornos del sueño.

"Ictus, cinco letras que cambia tu vida" y "Olvídate de contar ovejitas", libros del neurólogo Ángel Fernández Díaz
Fotos cedida por A. Fdez. Díaz

-¿Por qué has querido escribir este libro sobre el ictus?
-Los libros siempre los escribo por una idea. Todos sabemos cómo están los hospitales, a los pacientes los ves deprisa y no puedes dedicarles el tiempo que muchas veces necesitan ni ellos ni sus familias. Atendiendo a gente con ictus, me di cuenta de que todos solían tener las mismas inquietudes, los mismos miedos, te formulaban las mismas preguntas y me dije: en vez de explicárselo uno a uno, que obviamente lo sigo haciendo, voy a escribir un libro para que, cuando vuelvan a casa, tengan algo que les ayude a entender el porqué de ciertas cosas. Por lo menos, que tengan conocimiento, información y que puedan dar los primeros pasos para ser un cuidador consciente. No es un libro para sanitarios, sobre todo es para la gente de la calle. Cuando tienes un ictus, somos muy rápidos activando la cadena de llegar cuanto antes a un hospital y hacer un montón de pruebas maravillosas; una vez en planta acaban de completar el estudio, se le pone un tratamiento, empiezan la rehabilitación y, cuando lo mandan para casa, es cuando empiezan las dudas. La intención del libro es ayudarlos en esa vuelta.

-Se habla mucho del ictus, pero ¿existe más desconocimiento que conocimiento?
-Muchas veces te das cuenta, sobre todo en las guardias, de la inquietud y el nerviosismo de una familia que no sabe cómo actuar cuando el familiar está ingresado. Si tú eres capaz de cambiar esa angustia por una responsabilidad ya avanzas mucho. Cuando les das un rol activo y les dices que necesitas que vigilen que una pierna la tenga colocada de una manera determinada, la mano en una postura respecto al codo o que observe si, cuando empieza a beber agua, babea, el tema cambia y pasa de ser un acompañante a ser un cuidador activo. Gana confianza y, cuando se va para casa, en vez de abrirse la caja con los dieciocho males de Pandora, ya va un poco más preparado y con una serie de fuentes de información. Lógicamente, cuando lleguen, tendrán que adaptarse y adaptar el entorno en base a la situación de la persona. Lo que pasa que yo creo que ahora mismo el gran problema que tiene nuestro sistema es que no está preparado para la vuelta a casa y es lo que tenemos que intentar trabajar para que mejore. Puede ser que haya un 10 o un 15% de enfermos que sus síntomas mejoren o sean leves, el resto va a convivir con una discapacidad.

-Llama la atención de que, en tu libro, te refieres al ictus como una epidemia…
-Se está viendo que la incidencia de ictus cada vez va a ser mayor y eso tiene dos explicaciones. Por un lado, en España, sobre todo en el noroeste, cada vez somos más mayorinos y el principal factor de riesgo para tener un ictus es la edad. Por otro, no estamos haciendo una buena prevención primaria, es decir, evitar que esto aparezca. Y, para ello, tenemos que insistir en la importancia de aprender a comer bien desde pequeños, hacer un ejercicio físico adecuado a la edad, controlar la tensión, el azúcar, el colesterol, comer de manera apropiada, gestionar el estrés o cómo dormir. Fíjate que, ahora, la Academia Americana del Corazón ya mete el sueño como un factor de riesgo cardiovascular importante. El ritmo de vida nos está matando porque genera una serie de hábitos tóxicos que claramente influyen negativamente a la hora de que aparezca un ictus.

-¿Qué importancia tiene el prepararte en la juventud para tener una vejez saludable?
-Pues la importancia es capital. Lo verdaderamente importante es ir preparándote ya desde los 15, los 20 o los 25 años para llegar a mayor en las mejores condiciones. Yo siempre digo que la vida son riesgos y el mayor riesgo para morirse es estar vivo. Puede pasar que tú vayas con el coche a 80 por hora, por un tramo correctamente iluminado, sin haber bebido, con el cinto puesto, tengas un accidente y te mates. Pero es más probable que te pase que si lo haces conduciendo drogado hasta las cejas, de noche, en sentido contrario, sin luces, sin el cinto puesto y yendo a 300 por una carretera de 50. Se trata de reducir el riesgo al máximo posible y que ya todo dependa más de azar.

-¿Tenemos el poder de que las cosas cambien?
-Las cosas van a cambiar si nosotros nos empezamos a preocupar desde el principio de esa tensión descompensada, de ese azúcar que empieza a estar alto, del colesterol que ya te obliga a tomarte una pastilla, de esa arritmia a la que no le damos importancia porque es cosa de viejos, a ese ronquido que no me deja respirar y me produce apnea de sueño, a ese fenómeno depresivo de tristeza que me lleva a no moverme de casa o a no relacionarme. Si cuidamos todo esto, tendremos menos probabilidades de que nos dé un ictus. Y si nos da, tendremos más posibilidades de que sea más leve y nos pille lo más entrenados posible. El mensaje que hay que mandar es que la medicina de verdad empieza en la adolescencia. De hecho, si lo piensas bien, es lo que nos tendrían que enseñar desde pequeños. Hay cosas que deberían estar integradas en la formación: la inteligencia emocional, educación financiera, ejercicio físico correcto, cómo aprender a alimentarnos y cómo dormir bien.

-¿Estamos delegando nuestra salud en la medicación?
-La intención del libro es empoderarte. Yo te voy a ayudar, pero el garante de tu salud, eres tú. No voy a estar detrás de ti diciéndote que dejes de fumar, que camines, que te dé el sol o que no te comas una fabada todos los días, pero la realidad es que, si no lo haces, tu cerebro va a estar mal entrenado.
En este sentido, el papel de la medicina va a cambiar totalmente y, de hecho, ya lo está haciendo. Nosotros vamos a ser profesionales de la información, pero la persona que va a tener la última palabra eres tú. Yo voy a ser como el entrenador de fútbol: te voy a llevar justo hasta el borde del área contraria pero cómo remates depende de ti. En el libro es la idea que quiero transmitir, explicarte que gran parte del trabajo es tuyo y que si, por desgracia, aparece ese problema tendré que entrar a echarte una mano, explicarte qué puede pasar y acompañarte en ese camino, pero quien tiene que andarlo eres tú.

Ángel Fernández Díaz, neurólogo
Foto cedida por A. Fdez. Díaz

-¿Ves a la gente dispuesta a asumir esas responsabilidades?
-De manera rotunda, no. Todos sabemos que llevan una temporada aprobando una serie de medicamentos para gente con obesidad que antes se utilizaba para la diabetes. Uno de ellos es el famoso Ozempic. Está muy bien tener algo que te haga adelgazar, pero, el problema, es si te has planteado por qué llegaste a ese extremo. Si lo único que quieres es volver a perder peso, vas a acabar cometiendo los mismos errores y no vamos a solucionar nada. Yo, como profesional, te puedo dar las opciones, y luego, tendremos que ponernos de acuerdo en cuál escoger, pero el trabajo lo vas a hacer tú. Te puedo recetar una pastilla para que tu azúcar empiece a bajar un poquito y que esté más resistente, pero eso viene acompañado de una dieta en el sentido general del término, que no es sólo comer. Dieta significa un estilo de vida en el que se incluyen muchas cosas. Fíjate lo listos que son los americanos que, 3.000 años después, se han dado cuenta que la dieta mediterránea es cardioprotectora, que el ejercicio físico es el mejor antidepresivo que hay y que tiene mejor beneficio que muchos fármacos y sin efectos adversos. El tema de la salud va acorde con la realidad social que vivimos: yo quiero todos los derechos, pero no quiero ninguna de las responsabilidades que aparejan esos derechos.

-En el libro dices “la inteligencia artificial existe y es nuestro cerebro”. ¿Lo podrías desarrollar?
-La IA existe desde hace mucho tiempo. Muchas veces, sobre todo después de un ictus, tras vivir una patología intensa, en una situación de tensión mantenida o simplemente cuando estás muy cansado, tu cerebro entra en modo supervivencia. Toma el control y decide qué es importante para ti y qué no lo es. Por eso muchas veces, en situaciones de estrés crónico mantenido, tú tienes que comprobar dieciocho veces si metiste las llaves de casa dentro del bolso. La información que no considera importante la suprime porque él está en modo supervivencia. . La nuestra ya existe desde hace mucho tiempo, otra cosa es que sepamos usarla y entenderla, que es uno de los grandes problemas que hay a día de hoy. Ahí ya entramos en el tema de los trastornos neurológicos funcionales y eso daría para otra entrevista. Fíjate que hay gente que llega a la consulta con una hemiplejia de medio lado y en realidad no tiene nada, es todo generado por su cabeza como expresión de un estrés mantenido.

-¿Pensar en uno mismo es invertir en salud?
-En la película de Chaplin de El gran dictador, en el discurso final hay una frase que resume esto a la perfección: “pensamos demasiado y sentimos muy poco”. Ahora todo se centra en producir, en el seso (y lo digo con s porque si fuese con x se resolverían muchos problemas) y hay tanto ruido de fondo que tampoco nos permite pensar con calma y claridad. Aunque suene muy filosófico, la palabra ocio significa “tiempo para uno mismo”. A veces, puede ser sentarte delante de la televisión y no hacer nada y otra puede ser pensar en ti, decidir qué nuevos proyectos vas a hacer, qué te apetecería afrontar… ¿Qué es lo contrario del ocio? El negocio. Ahora mismo estamos centrados en eso y estamos viviendo un estilo de vida en el cual nos están matando y encima nosotros les estamos ayudando.

-Otro de los temas en los que más has trabajado son los trastornos del sueño. ¿De qué manera real afectan a nuestro día a día?
-Si hablamos de la falta de sueño, está comprobado que las personas que duermen menos horas o duermen con peor calidad, tienen más porcentaje de sufrir obesidad o sobrepeso, diabetes Mellitus tipo 2, problemas de tensión arterial, apneas del sueño o arteriosclerosis prematura. Luego está la tensión, el azúcar, el colesterol, las enfermedades cardiovasculares… Todo son factores de riesgo que vamos añadiendo para ser candidatos a tener un ictus.
Por otro lado, en personas que duermen peor, hablamos de menos de cuatro o cinco horas, muchas veces vamos a encontrarnos con tres cosas bastante importantes. Primero, mayores tasas de ansiedad y depresión, que a su vez empeoran el sueño, con lo cual es la pescadilla que se muerde la cola. Segundo, mayores tasas de deterioro cognitivo, porque hay estudios que confirman que nuestro cerebro, durante la noche, es cuando limpia los detritus, el exceso de basura que se ha acumulado a lo largo del día y que es tremendamente importante. Y tercero, menor nivel de productividad. Está comprobado que, aquellos empleados que duermen peor, rinden un 19% menos. En Japón hay una cosa que se llama inemuri. Es algo así como hacer una siesta en medio del trabajo. No sólo no está mal visto, sino que lo consideran una responsabilidad con la empresa porque vas a estar descansado y serás más productivo.

Mujer con trastornos del sueño
Mujer con trastornos del sueño

-“Si duermes mal no vives, sobrevives”. ¿Es literal?
-Está comprobado que una persona que duerme menos de cinco horas, su rendimiento cerebral es el equivalente a que tuviera 0,25 de alcohol expirado. Fíjate en nosotros cuando hacemos guardias: estás pidiendo a un profesional que atienda en condiciones razonables de seguridad a un paciente cuando no ha dormido más de cuatro horas, es más, está comprobado que muchos de los errores médicos y de administración de medicamentos, ocurren por la noche. Por eso, uno de los grandes caballos de batalla, es acabar con el tema de las guardias médicas de 24 horas.

-¿Cuál es el eslabón de la cadena que, si lo cambiamos, modificaría nuestra vida?
-Dieta. Aplicado en el sentido que hablábamos antes: correcta nutrición, un ejercicio físico adaptado a la edad desde los 10-15 años, buenos hábitos de sueño y buen control emocional. Crear un estilo de vida saludable y una cosa cada vez más importante: el medio ambiente. En el caso concreto de los ictus, afecta de manera notoria. Hay dos excelentísimos neurólogos y mejores personas en el HUCA, Sergio Calleja y Lorena Benavente, que han hecho estudios relacionados con esto y comprobaron que en los barrios de Oviedo, donde más polución y contaminación existe, hay mayor incidencia de ictus. Estamos viendo que ahora hay microplásticos en el cerebro de la gente con ictus. La pregunta es ¿cómo llegan ahí? El que dice que come sano, no tiene ni puñetera idea de lo que dice. Será que está comiendo lo menos insano que puede y eso es loable. Pero la realidad es que, aunque te alimentes de productos cultivados en tu huerta, el agua, la tierra o los animales que pasan por ella llevan esa contaminación. Si la salud no tiene ese componente ecológico-ambiental, nos iremos al carajo.

-¿Cuál es el mito que más nos condiciona?
-Pues que tanto el ictus como el envejecimiento es algo que no puedes evitar, que todo está en la genética y que, al que le tiene que tocar, le toca. Cuando empezamos a jugar la partida de la vida, todos nacemos con unas cartas, pero en nuestra mano está saber cuáles son nuestros puntos débiles para poder reforzarlos. Tenemos que conocernos a nosotros mismos, saber fortalezas y debilidades y, a partir de ahí, bien solo o con la ayuda de un profesional, plantear medidas que nos ayuden a mejorar.

-Los neurólogos repetís mucho lo de “tiempo es cerebro”. Por supuesto lo es a la hora de actuar cuando se produce un ictus, pero ¿no lo es también cuando hablamos de los plazos de espera por una consulta o del tiempo que puede dedicar un profesional a cada paciente?
-Te voy a hablar de ello desde dos partes. Desde un punto de vista médico, nosotros insistimos siempre en el eslogan de “tiempo es cerebro” porque por cada minuto que pasa, en una persona que padece un ictus, se mueren dos millones de neuronas. Por eso insistimos tanto en que, si hay una sospecha de que alguien esté sufriendo uno, se haga una llamada a los servicios de emergencia para activar lo que se llama una cadena de código ictus. Esto hará que esa persona sea trasladada lo más rápidamente a un centro hospitalario donde se pueda tratar. La otra parte es el tiempo que la persona emplea en sí misma para trabajar su salud propia, tanto individual como colectiva, y también el tiempo que profesional y paciente pueden tener en la consulta. Y hay una cosa que está muy clara: cuanto más tiempo tenga el médico para poder preguntar y sacar información a esa persona que viene a verlo, es más probable que descubra cosas que, de otra manera, no descubriría y seguramente va a pedir muchas menos pruebas y todo será más efectivo.

-¿Tiempo es también garantía de una mejor sanidad?
-Hay un grupo de profesionales que siempre decimos lo mismo cuándo nos preguntan si queremos algún aparato nuevo. La respuesta es: quiero diez minutos más y dos sillas cómodas. Una para mí y otra para el paciente. Con eso, te bajo la lista de espera. Puede que al principio se dispare un poco pero luego va a bajar porque podré preguntar lo que me falta, no tendré que pedir pruebas complementarias porque podré saber yo mismo lo que le sucede a la persona. Al final todo se reduce a: ¿qué le pasa, desde cuándo, a qué lo atribuye usted? Aunque yo estoy justo en el límite, todavía me considero de la generación anterior de médicos que vivimos una manera de hacer medicina diferente, donde se preguntaba mucho más y se pedía mucho menos. Ahora mismo, te puedo decir que un 15% de mi consulta, se trata de interpretar resultados de pruebas pedidas por otros especialistas por motivos que no vienen al caso.

-¿Saber escuchar y saber preguntar es vital para ser un buen profesional?
-Es lo básico y más en neurología porque mira la especialidad tan puñetera que tenemos. En el caso de la migraña, el diagnóstico depende al 100% de la historia del paciente, de lo que tú le preguntes, él te cuente y la exploración que le hagas. Esto no todo el mundo lo entiende. ¿Por qué me duele la cabeza si tengo un TAC normal? Fíjate que, muchas veces, neurología es la única especialidad en la que te puedes morir con todo normal, así que la base de todo sigue siendo preguntar y saber hacerlo. Muchas veces es muy difícil entender lo que te quieren contestar y a veces la consulta es como un careo. Bien pensado, es como estudiar la historia de un crimen. De hecho, hay una serie maravillosa de médicos en Estados Unidos que se llama House. Nuestra misión como médicos es ser detectives. Solo que, en vez de criminales, nosotros buscamos o cazamos enfermedades.

Médico con paciente

-¿Cuántas consultas y medicaciones evitaríamos haciendo la pregunta correcta?
-La intemerata. Había un neurólogo maravilloso americano que se llamaba William Osler que decía: “escucha al paciente. Te está dando el diagnóstico”. Yo lo que tengo comprobado es que si tú sabes preguntar o rebuscar, vas a acabar encontrando la raíz del problema. Obviamente a veces vas a tardar porque esto lleva tiempo y hay que hacerlo con cariño, pero el problema ahora, no sólo en medicina, es que nada puede pasar de los cinco minutos. Si esto es haciendo una comida y sale mal, pues no pasa nada. Pero si se trata de personas ya da mal rollo. Y ahí tocamos otro tema importante que es que estamos medicalizando problemas de vida. Mucha gente te dice en la consulta: yo soy la cuidadora de mi madre y mis hermanos no me ayudan. Y esto es algo que influye mucho.

-¿Qué pasa cuando el problema médico se da la mano con los personales o familiares?
-El entender es fundamental. Esto se trata de empatía y de saber escuchar, no sólo al paciente sino al medio que lo rodea. Estamos hablando de las personas que padecen una enfermedad, pero detrás, hay una familia, y el impacto es también para todos ellos. Muchas veces el tema médico puede estar perfectamente solucionado, pero puede haber un problema social tan o más importante que el médico que, entre otras cosas, evite que haya una vuelta a casa adecuada. Que sea tu padre, tu madre, tu hijo o tu hermano, no quiere decir que necesariamente te lleves bien con él. Y cuando llega una enfermedad es cuando sale -con perdón- toda la porquería que estaba guardada en los cajones. A mí me ha pasado hablando con familiares que me han dicho: “doctor, con todo el respeto del mundo, yo sé que es mi padre y que tengo lazos de sangre con él, pero no me he hablado con este señor en los últimos treinta años. Entenderá que yo no me voy a hacer cargo de él”. Frente a esto, ¿qué autoridad moral tengo yo para decir nada?

-¿Deberíamos quitarle los estigmas a ciertos temas como la enfermedad?
-Muchas veces, cuando hablamos con otras personas, suele ser para ver quien está más enfermo. Esto se ve mucho en las salas de espera de los centros de salud. Esa típica conversación que empieza con un “a mí me pasa…” y el otro responde rápidamente “pues fíjate yo…”. Nunca oirás a alguien preguntando o hablando de cómo lo lleva. Es vital dejar que la persona hable, saber cómo se siente, si a veces tiene la sensación de que más que ayudarle le están perjudicando o si esa persona que, por ejemplo, ha tenido un ictus, piensa que los demás creen que se ha quedado idiota. Todo esto va a ser muy difícil hablarlo con claridad porque parece que la enfermedad y la muerte no existen. Como no venden bonito en el anuncio, pues hacemos como que no están y si, además, supone el enquistamiento de conflictos no resueltos, ya ni te cuento. El ictus o cualquier enfermedad afecta a la persona pero, tras ella, hay una familia que a lo mejor tiene muchas cuentas pendientes que nunca ha aclarado. En España hay una serie de temas que no se hablan: política, dinero, fútbol, religión y enfermedad. Sin embargo, hacerlo es muy liberador para todas las partes.

-¿Quién cuida al cuidador?
-Esa es la gran pregunta. Por eso verás que en el libro también hay un apartado sobre ello. Sobre todo para las cuidadoras, porque vosotras soléis ser mucho más abnegadas y porque vuestra salud suele ser mejor que la nuestra, estáis mejor hechas y por eso duráis más. Hablamos del ictus, pero también lo podíamos hacer en casos de demencia o de Parkinson. Por mucha Ley de Dependencia que tramiten, por muchos anuncios que se hagan, siempre van a hacer falta más centros de día, más hospital a domicilio, más servicios de cuidados y atención en la casa. Pienso que el futuro va a pasar por acercar cada vez más los servicios al domicilio de la gente. Asturias, salvo el triángulo Gijón-Oviedo-Avilés (puedo incluir también a Mieres), el resto es una población mayor en un entorno muy disperso, lo tienen muy difícil para acercarse a los centros hospitalarios. Si no ponemos remedio a eso y no somos capaces de acercar los recursos a la gente, van a estar descubiertos y todo va a ir peor.

-¿Cuánta salud hay en decir “no puedo más, pido ayuda”?
-Si la cuidadora está cada vez más sobrecargada y cae, la persona dependiente también lo va a hacer. Pero parece que aún está muy inculcada esa mentalidad de que tenemos que sufrir y aguantar, que ‘venga lo que venga hay que tirar’. Pues levantar la mano de vez en cuando, también está muy bien. Primero para pedir ayuda y segundo para que se escuche a las asociaciones que existen y cuyo trabajo es fundamental. Hay que reclamar y pelear por centros de descarga, centros de día de atención al daño cerebral, rehabilitación, fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional, salas de respiro para familiares… De ahí que sea vital el trabajo y el esfuerzo de las asociaciones y las familias. El Estado y las propias estructuras políticas me imagino que harán lo que pueden, no voy a asumir su mala voluntad, pero al final es la propia sociedad la que busca una mejor manera de vivir.

Que nada te quite el sueño, podcast del neurólogo Ángel Fernández Díaz

Podcast Que nada te quite el sueño
angelfernandezdiaz.com
IG: @angelfernandez_neurologo

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